La inacción de parte del sureste asiático puede provocar una mayor expansión del coronavirus
Tailandia, el segundo país más afectado tras China, registra su primera transmisión local. Filipinas anuncia la primera muerte fuera de la potencia asiática
El coronavirus de Wuhan (2019-nCov) se expande rápidamente por el sureste asiático. Con más de medio centenar de casos confirmados hasta la fecha, se trata de la región más afectada del mundo. Pero no todos los países del entorno, la mayoría con sistemas sanitarios precarios y muy dependientes del turismo y las inversiones chinas, han reaccionado con premura. La situación en lugares como Tailandia, el país más perjudicado tras la segunda economía mundial con 19 contagios, dispara especialmente las alarmas. Por su parte, Filipinas anunció este domingo la primera muerte fuera de la potencia asiática: un varón chino de 44 años.
“Aunque los números (de contagios) fuera de China son relativamente bajos, hay potencial para un brote mucho mayor”, advirtió el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, al declarar el jueves la emergencia internacional por la expansión del coronavirus, que a 2 de febrero deja un saldo de 304 muertes y más de 14.000 infectados en todo el mundo. Una decisión en gran parte fundamentada, explicó, en la necesidad de proteger a aquellos países que “no cuentan con los medios para su control”.
El sureste asiático es un área clave en este sentido. Pero si bien la declaración de la emergencia implica una coordinación de la respuesta internacional en el marco de la OMS, las posibles nuevas medidas podrían llegar tarde en algunos casos. Tailandia cuenta ya con 19 contagios: uno de ellos es un conductor de taxi tailandés que había desplazado en su vehículo a otros cuatro afectados, todos procedentes de Hubei (provincia de la que es capital Wuhan, el epicentro del virus).
El contagio local, también ocurrido en Japón, dispara el mayor temor de las autoridades tailandesas: la aparición de brotes en lugares con gran afluencia de turistas chinos. “Puede empezar con una transmisión a escala local y luego crecer a nivel provincial”, advirtió el subdirector del Departamento de Control de Enfermedades tailandés, Tanarak Plipat. Una posibilidad no muy lejana si se tiene en cuenta que, según informó el jueves dicho departamento, todavía unos 10.000 turistas procedentes de Wuhan están en Tailandia. China fletó el viernes un primer vuelo para repatriarlos.
Tailandia ha recibido un aluvión de críticas ciudadanas por su gestión de la crisis, con el hashtag “crapgovernment” (Gobierno de mierda, en inglés) colándose entre los más populares en Twitter los pasados días. El motivo: el descontento con las medidas tomadas por las autoridades, que hasta mediados de la pasada semana no comenzaron a instalar controles termográficos para todos los vuelos procedentes de China. Para muchos internautas el país habría antepuesto preservar la llegada de turistas chinos a velar por la salud pública. Tailandia, donde el turismo representa entre el 12% y el 20% del PIB, es el primer destino turístico de los chinos en el extranjero. El país calcula pérdidas de entre 2.200 millones y 2.900 millones de euros por la caída del turismo chino.
Además de la mayor o menor capacidad y disposición para poner en marcha medidas de control, otra preocupación es la precariedad de los sistemas sanitarios de muchos países de la región. “No sabemos qué daño puede hacer este virus si se expande en un país con un sistema de salud débil”, remarcó el director general de la OMS. Camboya, uno de los países más pobres del sureste asiático, es un ejemplo claro. Con un caso detectado hasta la fecha, a las insuficiencias sanitarias del país, donde la inversión china ha crecido exponencialmente en los últimos años, se suma otro obstáculo casi más infranqueable: las renuencias de Hun Sen, su primer ministro.
“Si el primer ministro no lleva mascarilla, por qué la va a llevar el resto”, afirmó esta semana. Hun Sen, quien añadió que la “verdadera enfermedad es el miedo”, descartó cancelar vuelos provenientes de China para no perjudicar la maltrecha economía nacional.
La geografía es otro factor de riesgo. Las fronteras terrestres de los países de esta región que lindan con China (Vietnam, con tres contagiados, y Myanmar y Laos, de momento libres del patógeno) continúan abiertas, a diferencia de Rusia, que decretó el jueves su cierre. Indonesia, archipiélago de más de 17.000 islas, mantiene en observación a dos posibles contagiados y asegura haber aumentado los controles en sus incontables puntos de entrada.
Por su parte, aunque el próspero Singapur ha sido el primer país del sureste asiático en imponer las medidas más drásticas para frenar la propagación del virus, prohibiendo la entrada a todos los viajeros que hayan estado en China en las últimas dos semanas, los casos crecen a diario, llegando a 18 el 2 de febrero. Dos de las contagiadas son mujeres singapurenses que fueron repatriadas desde Wuhan el pasado jueves.
Hasta hace unos días libre del patógeno, Filipinas ha sido el primer país fuera de China en registrar una muerte debido al coronavirus: un ciudadano chino de 44 años que había llegado procedente de Wuhan con su mujer, también infectada. De momento son los dos únicos casos en este país, que horas antes de que se confirmara la muerte anunció la prohibición de todos los viajes desde China continental, Hong Kong y Macao.
Con China como la principal fuente de turistas para la mayoría del sureste asiático, las restricciones a las entradas de ciudadanos de este país asestan un duro golpe a sus economías. Malasia, donde hay ocho contagiados, ha desestimado una controvertida petición popular de prohibir la entrada a todo ciudadano chino.
El turismo se ha convertido pues en un arma de doble filo para el sureste asiático. Aunque se estima que es la principal fuente de contagio, con los chinos viajando hasta diez veces más al extranjero que en 2003, según la consultora Capital Economics —en plena epidemia de SARS, otro coronavirus surgido entonces en China—, la importancia del sector en la región parece desaconsejar la toma de decisiones drásticas.
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