El consumo de medicamentos para ansiedad, depresión y problemas de sueño subió un 4% durante la primera ola
Entre enero y septiembre se han vendido 4,4 millones más de envases hasta superar los 110 millones
La covid no es solo una enfermedad respiratoria. La pandemia está haciendo también estragos en la salud mental. Y uno de los indicadores es el incremento de los medicamentos vendidos para tratar la ansiedad, los problemas de sueño o la depresión. El consumo de estas sustancias para el sistema nervioso central subió un 4,1% entre enero y septiembre en España durante la primera ola del coronavirus, según los datos de IQVIA, una compañía especializada en información sanitaria.
En estos nueve meses se han vendido 4,4 millones más de envases de estos productos hasta los 110,7 millones en total. El incremento varía entre el 4,8% de aumento en antipsicóticos, hasta las 11,8 millones de unidades, y el 3,2% en hipnóticos y sedantes (17,3 millones de cajas). También sufrieron un incremento del 4,2% en tranquilizantes (44,6 millones de envases totales) y del 4,1% en antidepresivos (un total de 37 millones de unidades). Los datos de la Federación Empresarial de Farmacéuticos Españoles (FEFE) indican que el consumo de este grupo de productos no subió el año pasado, por lo que en principio se podría atribuir el aumento a los efectos directos de la covid.
Con todo, aún es pronto para poder medir todos esos efectos, advierte Celso Arango, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, que sí confirma que la ansiedad, la depresión y los problemas para dormir son tres complicaciones asociadas al coronavirus. “El aumento en el consumo de fármacos no es más que la resultante del aumento de síntomas por la covid”, indica. La catedrática de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, María Paz García-Vega, afirma que “por el momento no tenemos ningún estudio con la suficiente calidad para cuantificar este aumento de forma fiable y válida. Lo que sí tenemos son algunos indicadores de que los trastornos pueden haber aumentado”.
Analizar el consumo de estos medicamentos es una ayuda para medir un impacto que, de momento, es muy difícil de dimensionar. “Para el estudio de las consecuencias psicológicas y mentales producidas por la existencia de esta pandemia, deberíamos esperar meses, e incluso años, para poder analizarlas con precisión y un grado aceptable de certeza. Inmersos como estamos actualmente en el caos originado por el coronavirus, cualquier análisis serio, no gozaría de la necesaria objetividad y sosiego en su estudio”, dice Fernando Gonçalves, responsable del Grupo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
El psiquiatra, que además es el jefe del Servicio de Psiquiatría del Niño y del Adolescente del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, distingue entre el daño psiquiátrico directo que podría causar el virus, que se reduce a muy pocos casos, y el que se debe a las circunstancias que lo rodean. En un reciente artículo publicado en The Lancet, que recopila estudios que va habiendo sobre el asunto y que Arango ha coordinado, se señala que la pandemia eleva los factores estresantes psicosociales, como la “alteración de la vida diaria, el miedo a la propia enfermedad o a sus efectos económicos”. Esta vez, la situación es peor que en la crisis económica, la de 2008-2014, dice el psiquiatra, ya que en aquella solo aumentaron las derivaciones a las unidades hospitalarias de psiquiatría, que son las que ven ya los casos más graves que no se pueden manejar en primaria, en un 20%, “sobre todo por ansiedad y depresión”, dice el psiquiatra.
En el inicio de la cadena, en las consultas de atención primaria, está Gonçalves, quien es además coautor del libro Memorias de la covid-19. Relatos de la Fase 1 (Red TBS-Stop Epidemias). Él lo ha vivido así: “Los cuadros de ansiedad, depresión y los sentimientos de irrealidad han sido los más manifiestos, a los que añadiremos el aumento de las conductas de abuso de sustancias, como alcohol y otras drogas. Eso hasta el momento que, entremezclados con sentimientos de impotencia, fragilidad e incertidumbre, conformarán la base idónea para la aparición de posteriores trastornos psíquicos y del comportamiento, probablemente más graves, difíciles de predecir y precisar en el momento actual”.
15.170 llamadas al teléfono habilitado
Antes incluso que ir a un centro de salud, hubo 15.170 personas que llamaron al teléfono que habilitaron el Ministerio de Sanidad y el Consejo General de Colegios de Psicólogos. En su memoria, publicada en la Revista Española de Salud Pública y de la que es coautora García-Vega, se refleja que “el 75,9% de las consultas tuvo que ver con problemas psicológicos relacionados con sintomatología ansiosa y depresiva, aunque también destacaba la sintomatología de duelo entre los enfermos o familiares de enfermos y fallecidos y, en menor medida, la sintomatología de estrés en el grupo de intervinientes”. Esta última es una de las patologías que destaca Arango, quien calcula que un 25% de las personas que requerirán tratamiento no estaban infectados, pero necesitarán ayuda por el duelo patológico, como los familiares de primer grado que en la primera ola no pudieron acompañar ni despedirse de los fallecidos.
Otra aproximación es la de un informe de un equipo de la Universidad Complutense de Madrid dirigido por María del Carmen Valiente, que en una encuesta a 2.070 personas entre el 8 y el 10 de abril (en pleno pico de la pandemia), detectó un 22,1% de personas con síntomas significativos de depresión, una tasa de ansiedad del 19,6%, y un 19,7% de individuos con síntomas elevados de estrés postraumático.
Es más que probable que muchas de las personas más afectadas aún no hayan llegado a una unidad hospitalaria. “Con los enfermos psiquiátricos ha pasado como con los del resto de las especialidades: solo se ha atendido la covid, por lo que todos nuestros esfuerzos de prevención y atención temprana se nos han venido abajo”, dice Arango. “Igual que los cirujanos casi no ven apendicitis, sino que ven peritonitis, nosotros solo vemos a pacientes que llegan por urgencias, y no tenemos ni una cama libre, pero las consultas de primaria no tienen espera”. Un informe de la ONU señala que, durante la primera ola, hasta un 60% de las camas de las unidades de salud mental se dedicaron a enfermos de covid.
El psiquiatra Celso Arango destaca dos colectivos especialmente vulnerables afectados por las medidas contra la covid. Uno, los menores, sobre todo los que tienen alguna discapacidad. Otro, el de los mayores. Al respecto, Fernando Gonçales señala: “En los ancianos, las medidas de aislamiento, el incremento de las distancias interpersonales, no solo físicas, sino también emocionales, con sus secuelas de sentimientos de soledad, abandono y vulnerabilidad, incrementan su deterioro cognitivo y potencian la aparición y o el agravamiento de las demencias”.
No está claro el impacto de estos trastornos a medio plazo. “Es de prever que algunos sean reversibles, especialmente los cuadros de ansiedad, una vez pasados los tiempos de mayor estrés e inseguridad y de disipación de la muy dañina incertidumbre actual. Sin embargo, es muy probable que en muchos de los casos los iniciales efectos psicológicos de la pandemia puedan haber servido como efecto gatillo para la aparición de otros trastornos psíquicos más complejos y, hasta el momento, soterrados en el individuo”, dice Gonçales. La psicóloga García-Vega afirma: “Me atrevería a decir que este aumento de trastornos no será tanto en la población general, sino en los grupos de los más afectados, como sanitarios, enfermos y familiares, y todos aquellos que han perdido sus recursos (trabajo, vivienda, etcétera)”. “Es importante diferenciar la reacción de la mayor parte de la sociedad, que está cansada, desmoralizada, algo triste o con cierto miedo, lo que son síntomas esperables y temporales, de una intensidad leve, y que lo más probable es que serán temporales, poco significativos. Incluso un poco de miedo no pasa nada por tener, pues hará a la gente más precavida. Cuando hablamos de trastornos hablamos de síntomas que se prolongan en el tiempo, que interfieren con el funcionamiento de las personas, que generan un elevado grado de malestar. De momento, no es posible cuantificar esto en España”, insiste.
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