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Suecia abraza las prohibiciones ante el avance de la pandemia

El país, que había adoptado una polémica estrategia laxa basada en la responsabilidad individual y las recomendaciones, cambia su plan

Varios ciudadanos caminan por Estocolmo, donde el uso de mascarilla no es obligatorio, el pasado 20 de noviembre.
Varios ciudadanos caminan por Estocolmo, donde el uso de mascarilla no es obligatorio, el pasado 20 de noviembre.FREDRIK SANDBERG (AFP)
Belén Domínguez Cebrián

Suecia da un giro de timón. El Gobierno del país escandinavo ha decidido dejar atrás la tan criticada estrategia de las recomendaciones y en las últimas semanas ha empezado a anunciar prohibiciones de ciertos comportamientos con el objetivo de frenar la expansión del coronavirus. La primera medida, que entró en vigor el viernes pasado, consiste en la prohibición absoluta de la venta de bebidas alcohólicas a partir de las diez de la noche, una restricción que durará hasta febrero. La segunda, aplicable a partir de este martes, limita a un máximo de ocho personas las reuniones en espacios públicos y durará, como poco, cuatro semanas. Justo hasta Navidad, aunque el ministro del Interior, Mikael Damberg, no descarta que se extienda entrado 2021.

“La situación en nuestro país es complicada y a la vez sencilla: vivimos en un tiempo de pruebas. Y [esto] va a empeorar. Cumple con tu deber, asume tu responsabilidad para frenar la propagación. No vayas al gimnasio, ni a la biblioteca, ni a cenar, ni a fiestas. Quédate en casa”, dijo la semana pasada el primer ministro, el socialdemócrata Stefan Löfven, durante una rueda de prensa virtual. El Ejecutivo deja ahora entrever que durante la primera ola, en primavera, imperó la responsabilidad individual. Pero ahora “hay menos cumplimiento”, lamenta Löfven, quien añadió que ese hastío de la población era una actitud “comprensible” dada la larga duración de la pandemia y las consecuentes recomendaciones para atajarla: teletrabajo, restricción de aforos en lugares públicos, limitaciones a las visitas en las residencias de ancianos, clases universitarias online, barras de bares y restaurantes cerrados, etcétera.

Tras nueve meses de una especie de laisser-faire, en los que el uso de la mascarilla no se ha hecho obligatorio —aunque poco a poco se ven más por la calle—, no se han cerrado fronteras, ni se ha decretado ni un solo estado de alarma, el Gobierno ahora ha sorprendido a muchos dando este puñetazo encima de la mesa. “Al principio parecía que en Suecia no pasaba nada, pero ahora [la pandemia] ha escalado mucho”, sostiene Arlette Garduño, mexicana de 32 años afincada desde hace años en Lund (en el sur del país), donde ejerce de maestra. “La verdad, las medidas parecen seguir siendo bastante blandas, aunque el primer ministro ahora fue más duro en su comunicación”, continúa.

Las autoridades no solo han impuesto la obligatoriedad por ley de esas dos medidas, sino que ha establecido multas de hasta seis meses de prisión para quienes no las cumplan. “La regla básica debe ser renunciar a todo lo que no sea absolutamente necesario”, remarcó la semana pasada también Johan Carlson, director de la Agencia de Salud Pública, según recogieron los medios locales. Pero para Garduño, la vida no ha cambiado mucho. Su novia, que sí trabaja en una empresa, ahora lo hace desde casa. Y está un poco “harta”, dice. Pero nada más. “Comparado con el resto de Europa, acá la vida sigue más o menos normal”, cuenta Garduño al teléfono.

La llamada segunda ola del coronavirus, que desde verano azota a toda Europa, ha llegado comparativamente algo más tarde a Suecia, que está ahora empezando a sufrir sus consecuencias. La incidencia acumulada en los últimos 14 días supera los 500 por 100.000 habitantes (511,9, según el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades, el doble que en Dinamarca y superior a España, uno de los países europeos más tocados); y solo el viernes pasado se registraron 6.000 contagios y 42 muertes, las mayores cifras en un día en este país de algo más de 10 millones de habitantes desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia el pasado marzo. Un estudio publicado por la Radio Sueca desvela, además, que la covid-19 fue la tercera causa de muerte más común en el país (después de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer) durante los seis primeros meses de 2020, con la excepción de abril, que fue la primera.

Excepciones

Pese al aparente giro radical en la estrategia de lucha contra la pandemia, la ley que entrará en vigor este martes y que fija un máximo de ocho personas en reuniones en espacios públicos se limita, sin embargo, a teatros, exposiciones, conciertos y eventos deportivos. Y aunque ha copado titulares, está llena de excepciones porque gimnasios, piscinas, bibliotecas, escuelas, transporte público y centros comerciales, por citar solo algunos espacios, quedan exentos. Y también los restaurantes, pues su única obligación es que no se sienten más de ocho comensales en la misma mesa.

Analistas de la prensa sueca, como Ewa Stenberg, que escribe en el diario nacional Dagens Nyheter, opinan que lo que revela este cambio es que el Gobierno “ha perdido el control” de la situación. Lo cierto es, sin embargo, que Löfven siempre había dejado la puerta abierta a la posibilidad de endurecer las medidas.

“No creemos en un confinamiento total (…) creemos que estas medidas que hemos tomado… son adecuadas”, dijo el líder socialdemócrata, respaldado por el epidemiólogo nacional (el homólogo de Fernando Simón), Anders Tegnell, quien avanzó que el país seguirá por un camino intermedio entre las recomendaciones y algunas obligaciones puntuales según la evolución de la situación: “Así es como funcionamos en Suecia”, dijo Tegnell. Garduño está de acuerdo: “Con el tiempo, creo que ha sido mejor así”.

'Autocovid', parques y redes sociales

El epidemiólogo nacional sueco, Anders Tegnell, que forma parte de la Agencia de Salud pública, un ente independiente del Gobierno (este debe seguir sus directrices técnicas, algo sacrosanto en la cultura nórdica), cree que las grandes restricciones no son sostenibles en el tiempo y aboga por medidas más laxas, que tengan más durabilidad y se hagan más soportables a la sociedad. Es algo que lo repite desde que en primavera fue acusado de perseguir la inmunidad de grupo, algo que siempre ha negado.

“Muchos países ahora intentan hacerlo un poco como lo hemos hecho en Suecia. Casi ningún país está cerrando colegios, por ejemplo. (…) También nosotros hemos aprendido mucho [de otros países] como por ejemplo hacer recomendaciones localizadas a ciertos territorios específicos”, explicaba la semana pasada Tegnell en una conversación telefónica con la agencia Reuters.

Y así es. Las 25 regiones del país han ido tomando diferentes medidas en función de su situación y del desarrollo de la pandemia. Así, por ejemplo, Dalarma (en el oeste) recomienda evitar cualquier espacio interior; en la estratégica isla de Gotland (mar Báltico) han cerrado los parques; en Skania (sur) han instalado 'autocovid' para reforzar el testeo de posibles positivos; en Västerbotten (noreste) han iniciado una campaña para vacunar de la gripe a toda la población mayor de 65 años; en Östergörland (suroeste) el esfuerzo lo han puesto en las campañas de concienciación hacia la juventud a través de, sobre todo, las redes sociales; y las dos grandes ciudades, Estocolmo, la capital, y Gotemburgo, han prohibido las visitas a sus residencias de ancianos, especialmente castigadas por la pandemia.

Información sobre el coronavirus

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