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Suecia admite fallos en su estrategia contra la pandemia

El Gobierno socialdemócrata de Stefan Löfven abrirá una comisión de investigación sobre la gestión de la crisis antes del verano

Varios grupos de ciudadanos al aire libre en el parque Tantolunden, en el centro de Estocolmo, el 30 de mayo de 2020.
Varios grupos de ciudadanos al aire libre en el parque Tantolunden, en el centro de Estocolmo, el 30 de mayo de 2020.HENRIK MONTGOMERY (EFE)
Belén Domínguez Cebrián

Suecia hace autocrítica. Por primera vez, el arquitecto detrás de la inusual —y criticadísima— estrategia sueca contra el coronavirus ha admitido fallos. “Creo que claramente hay un potencial de mejora en lo que hemos hecho en Suecia”, ha concluido este miércoles el doctor Anders Tegnell en una entrevista en la Radio Sueca. Además, el primer ministro socialdemócrata, Stefan Löfven, que siempre ha respaldado las decisiones de los técnicos de Sanidad, ha dado ahora un paso al frente anunciando la apertura de una investigación sobre la gestión de la crisis antes del verano, según el periódico local Aftonbladet.

El país escandinavo, que cuenta ya con 4.468 muertos y 38.589 contagiados, dejó con la boca abierta al mundo entero por su actitud frente a la pandemia. Mientras sus vecinos nórdicos, sus socios europeos y Estados Unidos confinaban a sus ciudadanos y la actividad económica sufría un parón en seco, en Suecia se seguía bebiendo en las terrazas de los bares, comiendo en los restaurantes y viajando en transporte público. Las autoridades, que confiaron en el civismo de la población y en su responsabilidad individual, se limitaron a hacer ciertas recomendaciones como restringir las visitas a residencias, limitar las reuniones a 50 personas —los demás países nórdicos pusieron el límite en 10; Islandia en 20―, cerrar universidades y pedir el distanciamiento social. El resultado, por ahora, es que en Suecia hay muchas más victimas mortales que en Noruega (237), Dinamarca (580) y Finlandia (320), que sí impusieron restricciones y medidas mucho más estrictas a través de mecanismos como el estado de alarma.

Tegnell, que hasta ahora había defendido la laxitud de medidas para precisamente hacerlas sostenibles a largo plazo, ha admitido públicamente por primera vez que el país debería haber adoptado restricciones más duras para reducir la tasa de mortalidad, que está a día de hoy entre las mayores per cápita de todo el mundo. El homólogo de Fernando Simón reconoce que ha muerto demasiada gente demasiado pronto y ahora cree que lo mejor hubiera sido encontrar una estrategia a medio camino entre el aperturismo sueco y las limitaciones de movimientos y otras libertades como en Dinamarca, Noruega, Italia, Francia, España y el Reino Unido, que al principio coqueteó con la misma estrategia del país escandinavo. “Si nos encontramos con exactamente la misma enfermedad, con todo lo que sabemos ahora, creo que llegaríamos a medio camino entre lo que hizo Suecia y lo que hizo el resto del mundo”, reflexiona.

Tegnell, de 64 años y que ha desempeñado cargos en la OMS, es el epidemiólogo nacional de la Agencia de Salud Pública que, pese a que es independiente del Ejecutivo ―condición sacrosanta en la cultura política escandinava―, este tiene la obligación moral de acatar sus directrices. Durante meses, el respaldo del Gobierno de socialdemócratas y verdes —y buena parte de la oposición— a Tegnell ha sido total. Todos han cerrado filas con la estrategia nacional contra el coronavirus. Pero ahora, tres meses después, esa aparente unión se empieza a hacer añicos con la intención del primer ministro Löfven de abrir una comisión de investigación de la gestión de la emergencia sanitaria, según ha anunciado él mismo en una entrevista con Aftonbladet. “Necesitamos adoptar un enfoque general para ver cómo ha funcionado [la gestión] a nivel nacional, regional y local”, ha dicho. “Debemos admitir que la parte que se ocupa del cuidado de ancianos, en términos de propagación de la infección, no ha funcionado. Es obvio. Tenemos demasiadas personas mayores que han fallecido”, reconoce. Alrededor de la mitad de fallecidos por la covid-19 en el país escandinavo lo ha hecho en residencias de ancianos.

La estrategia sueca, un país de unos diez millones de habitantes, se ha enfocado siempre en evitar un colapso del sistema sanitario, lo cual se ha conseguido, según admiten muchos sanitarios en la prensa local. Pero varios expertos insistían, en cambio, en que lo que en realidad buscaba el epidemiólogo era la inmunidad de grupo. Él siempre negó que quisiera que el virus penetrara silenciosa y paulatinamente en la población para fomentar la inmunidad y erradicar poco a poco la enfermedad. Pero aunque así fuera, los últimos datos muestran que el 7,3% de los habitantes de Estocolmo, el principal foco, ha pasado el virus, una cifra muy lejana para siquiera pensar en una posible inmunidad masiva. “Es menor de lo esperado”, señaló el epidemiólogo. En Dinamarca, este indicador es solo del 1% a nivel nacional, según un reciente estudio serológico. Y en España, con más de 27.000 fallecidos, del 5%.

Frenazo económico

En el frente económico, la estrategia a contracorriente tampoco deja buenos augurios. Suecia tampoco se va a librar de una recesión, pese a haber mantenido abierto el país. La ministra de Finanzas, Magdalena Andersson, advirtió recientemente que Suecia se enfrenta a su peor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial, con un PIB que se desplomará un 7% en 2020, recuerda Bloomberg. El dato es parecido al 7,5% que vaticinan los expertos respecto al conjunto de la UE. Y, según las últimas previsiones, el paro subirá hasta rozar la tasa del 10%. Suecia se aleja por tanto se los países que presumían (o casi) del pleno empleo.

Y es que una gran parte de la riqueza del país depende de unas exportaciones, con gigantes como Volvo o Scania en cabeza, que se han visto paralizadas debido a la hibernación del mundo entero. Suecia exporta principalmente a sus vecinos nórdicos, Alemania, el Reino Unido y EE UU. Pero con las limitaciones al transporte transfronterizo, y la desconfianza que ha generado la estrategia sueca ―que ha provocado que Finlandia, Dinamarca y Noruega valoren el cierre de sus fronteras—, la potencia escandinava se ve ahora atrapada en su propia gestión.

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