Respuesta rápida de los gobiernos y colaboración ciudadana: así derrota Asia al coronavirus
Taiwán ha cumplido este jueves 200 días sin contagios locales
Taiwán ha cumplido este jueves 200 días seguidos sin contagios locales de covid, todo un récord. Vietnam lleva semanas sin detectar infecciones. China pone rápidamente sus rebrotes bajo control, y Corea del Sur y Japón apenas registran un puñado de casos diarios. Mientras Europa se encuentra inmersa en la segunda ola de covid, y no avista la luz al final del túnel, Asia ve cómo la mayor parte de sus países –con excepciones como Indonesia- han conseguido controlar la pandemia casi por completo.
En Japón, sin restricciones de aforo, los espectadores abarrotan los cines para ver el esperadísimo anime Demon Slayer: Mugen Train, que ha pulverizado récords de taquilla. En Corea del Sur, los hinchas vuelven a los espectáculos deportivos. En Tailandia han comenzado cautelosamente a admitir los primeros turistas extranjeros. En las calles de Taiwán, grupos de jóvenes abarrotan los restaurantes. En China, la semana de vacaciones a principios de este mes ha generado escenas de aglomeraciones en las principales atracciones turísticas. Salvo por las mascarillas, podrían ser imágenes de 2019. El futuro pospandemia, visto desde Asia, se parece extraordinariamente al pasado de hace apenas 10 meses, cuando no se conocía el coronavirus.
Aunque cada país ha empleado su propia fórmula para luchar contra la covid, todas las recetas asiáticas comparten algunos elementos. En opinión de Helena Legido-Quigley, profesora asociada de Salud Global en la Universidad de Singapur y en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, el diferente abordaje de los países asiáticos y los occidentales se pueden encontrar en dos grandes dimensiones. En primer lugar, unos gobiernos escarmentados por los brotes de SARS y MERS han sido mucho más decididos a la hora de prevenir, con una fuerte inversión en salud pública que ha permitido exhaustivos rastreos, en ocasiones apoyados en tecnología, con Corea del Sur como ejemplo más claro. “Desde el primer día desarrollaron estrategias ambiciosas para hacer test y establecieron un sistema de seguimiento de infectados, contactos, y aislamiento. En Europa el sistema de rastreadores se abandonó y solo en excepciones como Alemania lo introdujeron desde el principio”, señala Legido-Quigley.
En un análisis sobre lecciones aprendidas en los países que mejor respuesta han tenido frente al virus en el que participa esta investigadora, señala, además de estos factores, otros, como el aislamiento de los viajeros que cruzaban las fronteras durante 14 días o el aislamiento de los casos en infraestructuras destinadas a esa función, algo que ha sido mucho más frecuente en Asia que en Europa. El estudio señala también un uso de mascarillas mucho más generalizado. Y esto enlaza con el otro gran factor que, en opinión de Legido, influye en que la segunda ola (y la primera) haya sido mucho más suave en Asia: “Existe un alto nivel de cooperación pública voluntaria, que puede atribuirse a la cultura colectiva”.
En esto puede influir también que los asiáticos temen más a la infección: según una encuesta del Imperial College de Londres, el 80% de los surcoreanos dijeron que tenían miedo de contraer el virus, en comparación con el 58% de los estadounidenses y el 45% de las personas en España.
Otro factor que ayuda a controlar la epidemia, según este estudio comparativo, son umbrales claros y niveles de riesgo transparentes, algo que en España no ha existido hasta hace poco más de una semana.
China -y, hasta cierto punto, Vietnam, que solo ha registrado 35 muertes y 1.100 casos entre sus 95 millones de habitantes-, ha sido el país más agresivo en el recurso a los confinamientos, desde que impuso el primero en Wuhan, el foco inicial, en enero. Desde entonces, ha utilizado esta herramienta cada vez que ha surgido un brote que amenazaba con desbordarse en este país que declara 91.000 casos y 4.739 muertes.
Pruebas masivas
Además de las aplicaciones de rastreo de salud, Pekín también recurre generosamente a las pruebas masivas de coronavirus. Los test PCR son cuestión de rutina entre la población de riesgo y los trabajadores esenciales; para entrar en el país, y naturalmente para los contactos de personas infectadas. Pero asimismo en caso de brotes por contagios locales, por reducidos que sean. En mayo se efectuaron a los once millones de residentes en Wuhan; en junio, a la mitad de la población de Pekín. Este octubre, a más de cuatro millones en Kashgar, en la región de Xinjiang. Las pruebas son, en este caso, obligatorias; los comités vecinales y las empresas se ocupan de que sus vecinos y trabajadores obedezcan el llamamiento.
El alto número de pruebas se consideró también una de las claves en el éxito de Corea del Sur para controlar su primera ola de contagios: este país de 52 millones de habitantes comenzó con una capacidad de 20.000 diarios y hoy día puede completar hasta 50.000.
Aunque el “éxito excepcional” -como lo ha descrito el presidente Moon Jae-in- para evitar una tercera ola y controlar la segunda surgida en agosto se debe, según consideran sus autoridades sanitarias, al énfasis en el rastreo. El uso de aplicaciones de móvil y de la inteligencia artificial, con un detalle en el acceso a los datos del teléfono de los usuarios que no ha estado exento de polémica, permite establecer los movimientos de un infectado y de sus contactos con una gran precisión, hasta permitir que los nuevos casos ronden los setenta-ochenta diarios, una cifra asumible para el sistema sanitario.
La extensa comunicación a los ciudadanos completa el cóctel que este país utiliza contra la pandemia y que le ha permitido no tener que ordenar confinamientos en ningún momento. Tampoco los ha impuesto nunca Taiwán, que optó por un cierre de fronteras, control de las cuarentenas mediante la tecnología, rastreos exhaustivos y uso sistemático de la mascarilla. Su resultado: 543 casos y solo 7 fallecimientos
Su receta es similar a la de Japón, quizá el país que ha adoptado medidas relativamente más relajadas. Desde junio están abiertos los colegios; los confinamientos solo afectaron a algunas prefecturas y solo tuvieron carácter de recomendación, no de imposición, por motivos legales. Se han hecho relativamente muy pocas pruebas en un país de 127 millones de habitantes. Pero quizá la escasez de casos (menos de 94.000, de los que 1.679 han acabado en muerte) se deba en parte a hábitos culturales profundamente arraigados: el contacto físico es poco común, pero lavarse las manos con frecuencia, desinfectarlas y llevar mascarilla sí es algo habitual desde hace décadas.
Los riesgos persisten
El ministro de Sanidad surcoreano, Park Neung-hoo, lo reconocía el pasado día 11. En su país, “durante los dos meses de medidas de distancia social (a raíz de la segunda ola en agosto) el nivel de fatiga creció mucho”, admitía, al anunciar la relajación de esas normas. “Si ese estado continúa, la receptividad social (a las medidas) puede decaer de manera significativa, lo que perjudicaría su eficacia”.
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