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El estreno dominguero de la fase 1

Los pueblos de la sierra de Madrid se llenan mientras que el parque nacional del Guadarrama permanece casi vacío por el cierre de los aparcamientos

Un grupo de escaladores este sábado en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.
Un grupo de escaladores este sábado en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.SANTI BURGOS (EL PAÍS)
Esther Sánchez

Ganas. Era la palabra más repetida este sábado por los madrileños. Ganas de salir, de hacer deporte o pasear por el campo, de tomar una caña o comer en un restaurante de un pueblo serrano… Ganas de disfrutar del primer fin de semana en la semilibertad que otorga la fase 1 de la desescalada y que permite la movilidad por la provincia. Esa ilusión es la que le hizo pasar por alto a Adrián Lorenzo el madrugón para practicar escalada por primera vez desde que se inició el estado de alarma. Escogió La Pedriza, en el Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama, la joya ecológica de la Comunidad de Madrid. “No tengo dinero para multas y respeto las franjas horarias”, contesta en el aparcamiento de El Tranco, solo abierto para federados. Así que, este sábado, se levantó a las 4.30 para llegar al aparcamiento a las 6.00 y finalizar a las 10.00.

Es uno de los privilegiados, que tenía claro que podía practicar su deporte sin contratar a un guía profesional al estar federado. Algo que cambió este sábado, según las modificaciones que introdujo el Gobierno en el Boletín Oficial del Estado para la fase 1, que permiten realizar actividades de turismo activo y naturaleza de forma libre, sin ir con una empresa de turismo activo, en grupos de hasta 10 personas.

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Guillermo y Blanca accedieron a pie a La Pedriza sin tener “nada claro los límites” de lo que se podía y no se podía hacer. “Llamamos a la Guardia Civil ayer [por el viernes] y nos dijeron que podíamos dar un paseo por las inmediaciones del pueblo [Manzanares El Real] y tomarnos algo en una terraza y por aquí hay una”, comentaron. Para ellos era también “la primera vez” que se acercaban al campo desde que empezó el confinamiento el 14 de marzo.

En el puerto de Navacerrada, otra de las vías de entrada al parque nacional, se acumulaban las motos. Pero coches muy pocos, porque el aparcamiento, uno de los más concurridos del entorno protegido, estaba cerrado. La Comunidad de Madrid decidió clausurar los accesos rodados y aparcamientos de la sierra durante la fase 1 ante el temor de que se produjeran aglomeraciones. El parque —a tan solo 50 kilómetros de Madrid— es el segundo más concurrido de España, con casi tres millones de visitas anuales, tras el Teide, en las islas Canarias. La medida surtió efecto. Este sábado los restaurantes del puerto de Navacerrada permanecían cerrados a cal y canto. Álvaro Fernández, dueño de la conocida Venta Arias y del restaurante Dos Castillas, sentado en su terraza ante un refresco y unas aceitunas, advertía una y otra vez: “Está cerrado”. Resignados, los moteros optaban por las máquinas expendedoras de bebidas y chocolatinas. “No podemos abrir hasta que se pueda aparcar, porque necesitamos un volumen de gente para no perder dinero”.

Unos kilómetros más abajo, en el pueblo de Navacerrada, el ambiente era festivo. Las terrazas de la plaza —con el límite del 50% de su aforo— estaban a rebosar. Sara Loriga y Roberto Schrigvers sentados en una de ellas, celebraban con dos vermús la “libertad y el optimismo que desprende la desescalada”. En otro de los bares, una familia con dos niñas de cinco y siete años, contaba que estaban pasando cuatro días en un apartamento alquilado. “El teletrabajo, el cuidado de las peques, todo ha sido muy caótico, así que hemos decidido tomarnos unos días, porque no sabemos el verano que nos espera”, explicaba la madre.

Clientes en un bar de la plaza del pueblo de Navacerrada.
Clientes en un bar de la plaza del pueblo de Navacerrada.SANTI BURGOS

En medio del despertar del confinamiento, se encuentran los pequeños pueblos de la sierra que buscan una forma de compatibilizar la llegada en tromba de los turistas y de los propietarios de segundas residencias. En los de menos de 10.000 habitantes han desaparecido las franjas horarias para los residentes, aunque siguen en la fase 1. Javier de los Nietos, alcalde de El Boalo y presidente de la Asociación de Desarrollo Sierra de Guadarrama (Adesgam) explicó que el aforo de los bares es del 40% en su interior y del 50% en la terraza, “pero muchos hemos permitido que aumenten la superficie para evitar que pierdan mesas”. El regidor advirtió de que el problema de cerrar los aparcamientos de la sierra repercute en los pueblos desde los que se accede al parque nacional, donde se puede producir una saturación de vehículos. “No tenemos recursos para controlar grandes aglomeraciones”.

Además, añadió, se necesitan “ya” los refuerzos sanitarios para los centros de salud “no se puede esperar a agosto, porque la gente se ha venido ya a las segundas residencias”. Como ejemplo pone la carnicería de El Boalo, donde “la cola llegaba hasta la plaza” a las 11.00 de la mañana de este sábado. “Necesitamos una transición ordenada y sin aglomeraciones, las personas tienen que pensar que un paseo por cualquier camino de la sierra ya es mucho después de lo que hemos pasado”, concretó el alcalde de El Boalo.

Porque no todo es el parque nacional. Joaquín, Mariví, Pedro y María Eugenia, dos parejas de amigos que han dejado atrás los sesenta años, optaron por estrenar la desescalada en un entorno un poco más allá de Navacerrada. “Lo echábamos mucho de menos. Es una manera de reconciliarnos con la naturaleza, que esperamos se transmita a todos los españoles", comentó Joaquín.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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