Saludarse de otra forma
Besos al aire, chocar los codos, dar pie con pie... La pandemia ha provocado cambios en las costumbres que quizás se queden para siempre
El contacto entre las manos o entre los rostros es un puente de plata para que el coronavirus pase de un cuerpo a otro: esto está cambiando las formas de saludarse. Los dos besos en las mejillas, el abrazo o el apretón de manos son ahora conductas peligrosas e irresponsables. Entre las nuevas modalidades se encuentra el beso al aire, el saludo chocando los codos o chocando los pies —el saludo de Wuhan—. Es difícil que, exceptuando contorsionismos, uno se toque luego la cara con el codo o con el pie, permitiendo el contagio. La falta de contacto físico en el saludo puede ser experimentada como una gran pérdida. Durante el confinamiento numerosas personas han expresado su fuerte deseo de salir a la calle y tocar al prójimo. El hecho de que se hayan buscado alternativas con otras partes de la anatomía indica la importancia de que haya algún tipo de interacción corporal.
¿Qué implica este cambio? No tanto. “Tenemos interiorizado el saludo como algo natural, pero es algo social y aprendido”, explica Pablo Santoro, profesor del departamento de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. A los niños se les enseña a “saludar a ese señor” o “darle dos besos a la tía Conchita” (cosa que hacen a disgusto). Luego el saludo pasa a ser una parte espontánea del comportamiento habitual. Pero si el saludo es una convención, se puede cambiar. De hecho, en el ámbito laboral los habituales dos besos entre hombre y mujer ya iban siendo sustituidos por el apretón de manos, más práctico, igualitario y menos invasivo.
Los Reyes de España, saludadores profesionales acostumbrados a apretar cientos de manos, ya evitaron el contacto directo con el presidente francés, Emmanuel Macron, y saludaron con el codo a los trabajadores de Mercamadrid. La Iglesia ha recomendado evitar el contacto físico a la hora de dar la paz en la misa. El epidemiólogo Anthony Fauci, principal responsable científico del control de la pandemia en EE UU, dijo que no es una buena idea que las personas vuelvan a darse la mano. Siempre hay modalidades elegantes como colocarse la mano en el pecho o hacer una pequeña inclinación de cabeza.
“Dentro de la teoría del ritual el saludo es una parte esencial”, explica David Berna, profesor del departamento de Antropología de la Complutense, “es una forma de reactivar nuestra relación con el otro”. La antropóloga Mary Douglas, según apunta el profesor, estudió los conceptos cambiantes de puro e impuro a lo largo de la historia y las culturas. “En la situación actual muchas cosas se vuelven impuras, y vemos peligro de contaminación por todas partes”, dice Berna, “pero el saludo, una práctica inherente al ser humano, seguirá teniendo importancia a través de la mirada, de la sonrisa u otras prácticas. La función ritual del saludo es imprescindible: a pesar de las ficciones de individualidad en las que vivimos, la colectividad ha de mantenerse”. Y eso a pesar del obstáculo de la mascarilla y la distancia.
“Lo cierto es que hay cambios continuos, aunque no seamos conscientes”, explica Santoro. En situaciones traumáticas, como ahora, el cambio puede ser más drástico. Basta ver las formas mutantes en las que se saludan los jóvenes o en ciertas subculturas urbanas como el hip hop (alambicados choques de manos y puños). O, sobre todo, el cambio en los saludos verbales: del “hola” al “holi”, del “buenas tardes” al “¿qué pasa?”. Por cierto, el citado choque de puños es una de las formas más higiénicas de saludar, según un estudio de 2014 realizado en la Universidad de Aberystwyth (Reino Unido) que estudiaba la transmisión de la bacteria E. Coli.
Como en cada apretón de manos hay alto riesgo de contagio, según ha señalado la investigadora Val Curtis, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, este gesto podría indicar tener la suficiente confianza con la otra persona como para intercambiar microorganismos.
En diferentes culturas el saludo es diferente. En Japón el saludo consiste en una leve reverencia. En la India y Nepal se juntan las palmas de las manos frente al mentón, como en actitud de rezar, y se dice “namasté”. En otras culturas, como las latinas, las personas son más proclives al contacto físico.
“No cambiará el fondo”
“Saludarse es una pauta social que desarrollan muchas especies como signo de no agresión y de que hay disposición para comunicarse o intercambiar. El saludo baja las defensas y manda un mensaje necesario, ya que somos seres sociales que necesitamos a los demás para sobrevivir”, explica el psicólogo Guillermo Fouce, presidente de la Fundación Psicología Sin Fronteras. “Nunca des la mano a un pistolero zurdo”, dice la sabiduría popular.
El saludo también dice mucho de nosotros mismos, como una carta de presentación: no es lo mismo una mano sudada y blanda que un apretón firme, no es lo mismo un abrazo pusilánime que unas sólidas palmadas en la espalda. En el ámbito laboral, tender la mano con la palma hacia abajo indica autoridad, así como agarrar el codo además de la mano. En cambio, en el ámbito familiar, agarrar el codo indica cercanía, porque el saludo también tiene que ver con los afectos. Es un código complejo y dependiente del contexto.
“Puede que el saludo cambie de forma, pero no cambiará de fondo”, dice Gonzalo Díaz Meneses, profesor de Marketing y Comportamiento del Consumidor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y añade: “Sea como sea, seguirá siendo una forma de reconocimiento del otro, de afecto y de expresión”. Además, las nuevas formas de saludo con los codos o pies pueden fomentar nuevos elementos de la complicidad, como el sentido del humor.
El amable codazo
A pesar de su corta vida, su historia ya está jalonada de momentos históricos. Por ejemplo, el saludo entre Pablo Iglesias y Rafael Hernando en el Senado, entre Enrique de Inglaterra y el cantante Craig David, entre El Cholo Simeone y Jürgen Klopp, entrenador del Liverpool, o los múltiples saludos de los Reyes de España a los trabajadores de Mercamadrid.
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