Luchando contra la pandemia y los bulos en Tijuana
En Tijuana, una de las primeras ciudades que se vio desbordada por el coronavirus, las dificultades de los hospitales para asumir una pandemia sin precedentes y los mitos asociados a la nueva enfermedad hacen que a los sanitarios les toque batallar en distintos frentes.
A Patricia González, una pediatra de la Clínica 20 del Seguro Social (IMSS) de Tijuana, uno de los tres hospitales que atienden a contagiados de coronavirus en esa ciudad fronteriza, la naturaleza de sus pacientes le ha hecho librarse de lo peor de la pandemia. Le han llegado casos de niños sospechosos de covid-19, pero ninguno con síntomas graves.
Sin embargo, ha tenido que poner en marcha una cruzada para combatir el recelo que ha identificado en su entorno por acudir al hospital en medio de la crisis sanitaria. Le tocó hacerlo con su amigo Ever Álex González un conocido director de teatro y funcionario cultural de Tijuana que pasó dos semanas en casa con síntomas, sin acudir a urgencias y acabó muriendo.
“Mi amigo al principio decía que era alergia. Tenía una especie de negación. No creía que el virus estaba aquí y no quería ir porque decía que, como había muchos enfermos, qué tal si algo le pasaba. Y yo le decía: ¡Por Dios, si estás mal!”, recuerda. “Y ya cuando fue duró cinco días y murió, pero estuvo 14 días en su casa, con síntomas y cada vez peor. Y como él son más”.
Unos días después de esa muerte, la pediatra sí que pudo persuadir a la madre de otros pacientes para que buscara ayuda médica. “Ella tiene factores de riesgo, obesidad e hipertensión, y me mandó un mensaje porque tenía los síntomas y le tuve que estar insistiendo 5 ó 6 días para que fuera al hospital”, afirma.
“Tuve que recurrir a un familiar de ella para que la presionara y se la llevara al hospital urgentemente. Estuvo un par de días con oxígeno y afortunadamente la dieron de alta y yo pienso que gracias a eso se estabilizó. Pero bien no iba. Si una persona necesita oxígeno es que no va bien. Ya después de que se recuperó me dio las gracias”.
Las estadísticas ofrecidas por la Secretaría de Salud de México tienen un dato sintomático de esa desconfianza de los tijuanenses a los hospitales. La ciudad se sitúa a la cabeza en la lista de las urbes de más de 250.000 habitantes donde los enfermos de coronavirus tardan más en ingresar en el sistema de salud: casi cinco días desde que presentan los primeros indicios.
Los médicos que tratan la pandemia apuntan que la desconfianza en el sistema de salud es uno de los factores que, junto con la gran cantidad de contagios de la ciudad y las bajas sufridas entre el personal sanitario, están haciendo que Tijuana tenga uno de los índices de letalidad respecto a casos observados más altos del país. Esa cifra, 2,5 veces superior a la media nacional, posiblemente indica que el número de casos reportados sea mucho menor al real.
La doctora González cree que, de haber acudido antes al hospital, su amigo, el director de teatro, hubiera podido salvarse. “Tenía 61 años y era sano. No tenía nada, ni era hipertenso, ni tenía obesidad. Yo pienso que tenía todas las posibilidades de recuperarse si no hubiera tardado tanto en ir”.
“Los pacientes llegan en mal estado. Ya ingresan con insuficiencia respiratoria y por lo tanto son pacientes difíciles”, reconoce por su parte Marta Rodríguez Rado, coordinadora de la respuesta de covid-19 para México de Médicos Sin Fronteras (MSF). Tras hacer un análisis de la situación en el país, su ONG decidió montar una clínica temporal en una cancha de baloncesto de Tijuana para descongestionar el Hospital General.
En el hospital de la organización trabajan 120 personas, entre ellas un equipo de sicólogos que trata de transmitir calma a los pacientes y sus familias y que además están elaborando un estudio para identificar los estigmas con la enfermedad. “Queremos ver cuál es la percepción respecto a qué es el covid y cómo la entienden ellos para poder derribar algunos mitos y hacer un trabajo especial respecto a eso”, explica Rodríguez Rado.
Vivir una pandemia global en la era de las redes sociales ha hecho que los rumores y leyendas sobre la enfermedad se propaguen casi tan rápido como el propio virus, hasta el punto de que quienes pasan estos días por los hospitales con síntomas de la covid-19 y sus familiares no saben qué creer.
“Se escuchan muchas cosas en el Facebook de que el Seguro Social está matando a gente que ya está pensionada o de la tercera edad para dar paso a nuevas generaciones porque México está sobrepoblado. No sé si sea cierto. También se escucha que están rociando químicos para que la gente se muera. Es una cosa muy fantasiosa, pero quizás en algo tenga razón”, comenta suspicaz Édgar Vela sobre algunas de las teorías sin base científica que ha visto en sus redes.
Este trabajador de una planta de Coca-Cola de 43 años perdió a su padre, un jubilado de 73 años, a finales de abril tras pasar días peregrinando con él por diferentes clínicas para que lo atendieran después de presentar tos y dificultad para respirar. Primero se fueron a una privada, donde le dieron un jarabe para la tos, luego a la consulta de las farmacias Roma, donde le recomendaron nebulizarse con agua salina y tomar antibióticos, pero nada parecía funcionar.
“Mi papá no se componía. Le hicieron unas radiografías del tórax para ver sus pulmones. Eso fue el 27 de abril y le dijeron que lo internaran urgente porque tenía muy poquita respiración, pero mi papá no quería ir al Seguro Social”, recuerda. Al día siguiente, pese a la resistencia del hombre, que también padecía diabetes e hipertensión, sus hijos decidieron ingresarlo en la clínica 1 del IMSS, que trata a pacientes de coronavirus.
“Llegó desfallecido, casi casi dormido, sin fuerza ni nada. Lo subimos a mi camioneta y lo llevamos”, recuerda Vela. A las 12 horas de su ingreso, murió. Los médicos ni siquiera alcanzaron a hacerle la prueba del coronavirus. Y aunque en su acta de defunción le pusieron como causas del deceso un paro respiratorio, neumonía y sospecha de covid-19, su hijo no cree que haya sido víctima de la pandemia.
“No, no, no creo que tuviera eso. Porque, si no, nos hubiera contagiado a los demás, a todos. A ver, ¿por qué sospecha de covid?”, se pregunta. “Me dijeron que a la autopsia ya no le hacen la prueba. El problema es que, cuando fui a reconocer el cuerpo, la funeraria está cobrando unos 20.000 pesos (más de 830 dólares) por el servicio por la epidemia y todavía no me han entregado las cenizas”.
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