La pandemia sigue el rastro de la desigualdad en México
Un análisis de datos de EL PAÍS muestra que los contagios y las muertes crecen más en los sectores populares del sureste de la capital y la zona metropolitana, así como en las grandes urbes de la frontera norte. Estas son las historias detrás de los números.
El corononavirus se está ensañando con las clases trabajadoras en México. La enfermedad, que se coló en el país en vuelos procedentes de Europa y Estados Unidos y cruzó la frontera norte desde el actual epicentro mundial de la pandemia, atemorizó en una primera fase a los residentes de barrios de clase alta, pero quienes están sufriendo con especial fuerza su impacto en el pico de contagios son las personas de bajos recursos.
Así lo muestran los datos individualizados ofrecidos por la Secretaría de Salud con un nivel de detalle y apertura poco habitual en el mundo que desvelan la afectación diferencial de la epidemia entre la población. Lejos de las teorías que llegaron a defender algunos funcionarios públicos al inicio de la pandemia que hablaban de la “inmunidad” de los pobres, las estadísticas revelan que el virus está siendo particularmente nocivo para ellos.
El análisis de EL PAÍS muestra dos principales puntos negros en la expansión de la covid-19: los sectores populares del sureste de la capital, como Iztapalapa, y el área metropolitana del Estado de México, donde millones de personas viven hacinadas en casas en las que no pueden cumplir las medidas de confinamiento e higiene estipuladas para frenar la expansión de la enfermedad, y las dos grandes urbes de la frontera norte, Ciudad Juárez y Tijuana. En esas ciudades limítrofes, la cercanía con Estados Unidos y la gran densidad de población han generado una tormenta perfecta para la propagación del virus y ahora registran uno de los mayores índices de letalidad sobre casos observados de toda la nación.
El azote del coronavirus en México es, en palabras de Rodolfo de la Torre, economista y director de desarrollo social con equidad del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, como el de un terremoto que, aunque no discrimina en función a la clase, sí que determina la manera de enfrentarlo. “Quizás al principio parece que estas amenazas pueden ser democráticas, pero terminan siendo mucho más fuertes para quienes se encuentran con condiciones económicas de desventaja”, afirma.
En un estudio, su organización encontró que el Estado de México, junto con Chiapas y Veracruz, eran los más vulnerables a la covid-19 por una serie de factores como el nivel de higiene y salubridad que podían mantener las personas en función al acceso a agua potable y drenaje, niveles de hacinamiento y la calidad de los sistemas de salud a los que tienen acceso.
“Aquellas personas que con su trabajo pueden acceder a la seguridad social, posiblemente tengan servicios de mejor calidad respecto a los que tienen un trabajo informal y generalmente no pueden tener acceso a servicios de salud semejantes”, sostiene de la Torre, quien lamenta que la pandemia haya llegado a un sistema de salud debilitado por la falta de inversión.
En la actualidad, México invierte un 2,5% de su Producto Interior Bruto (PIB) a la salud, una cifra inferior al promedio latinoamericano del 3,7% y mucho menor del 6% que, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), deben invertir como mínimo los países para tener un sistema sanitario óptimo.
Con la incógnita aún de cuál es la magnitud real de la pandemia, los datos que se conocen hasta ahora revelan cómo el coronavirus entró a la capital mexicana por los barrios más acomodados como Cuajimalpa y Miguel Hidalgo y semanas después se extendió a áreas más pobres en los alrededores de la Ciudad de México como Ecatepec, en el Estado de México, o Iztapalapa, la zona con más contagios hasta la fecha.
Detrás de estos números están las historias que le ponen cara a la pandemia, como la de dos médicos del hospital privado ABC Observatorio de Santa Fe, al que acude la clase alta de la capital, y de los primeros en México en verse afectados por la crisis sanitaria de la covid-19. Entre finales de febrero y principios de marzo, cuando la mayor parte del país veía la nueva enfermedad aún como algo lejano en las noticias, el personal médico de ese centro comenzó a estar desbordado por las solicitudes de personas que habían viajado al extranjero o tenido contacto con otros que podían haber estado expuestos al coronavirus.
Pasadas unas semanas, lo peor de la crisis se trasladó a los barrios más populares del entorno de la Ciudad de México. Los protagonistas de la pandemia pasaron a ser entonces familias como la de Víctor Daniel Rodríguez Cañete, un conductor de Uber de Ecatepec, que hacía cada día el trayecto entre el Valle de México y la capital, donde se ganaba la vida trasladando a pasajeros más adinerados, o la dueña de una funeraria de Iztapalapa, que ha tenido que ampliar sus horarios y lidia con los riesgos de trasladar los cadáveres de los fallecidos por la enfermedad contagiosa en la delegación con más casos de covid-19 de México.
Los datos ofrecidos por la Secretaría de Salud también revelan cómo el virus está golpeando más a personas con seguros vinculados a las clases trabajadoras. El sistema mexicano es uno de los más fragmentados de la región. Así lo califica Andrés Castañeda, médico y consultor experto en Gestión y Políticas de Salud en la plataforma de sociedad civil Nosotrxs. De entre los muchos sectores que lo componen, Castañeda explica que, por su diseño, el tronco central del IMSS y el ISSSTE atienden a trabajadores formales, mientras que las personas sin trabajo formalizado acuden sobre todo al resto del sistema.
El antes conocido como Seguro Popular, ahora INSABI (cuyo proceso de reconversión fue en parte interrumpido por la epidemia), es quizás el ejemplo más claro de ello. Las partes completamente privadas del sistema, o aquellas asociadas con empleos determinados en áreas del Estado (PEMEX, Sedena, Sedemar), suelen asociarse con perfiles de renta más altos, aunque a ellas también acceden trabajadores de base por decisión propia o por pertenencia a algunas de esas áreas. Las diferencias se reflejan en cualquier caso en los datos de gasto per cápita de cada uno de los sectores dentro del sistema.
Para calibrarlas, Castañeda se refiere a un informe reciente realizado por Judith Senyacen Méndez para el Centro de Investigación Económica Presupuestaria que mostraba cómo el servicio de salud asociado con PEMEX triplica en gasto por cabeza a IMSS e ISSSTE, y ambos están nítidamente por encima del Seguro Popular o del complementario IMSS-Bienestar. Esta división ofrece una guía para entender la fragmentación del sistema, agrupándolo en tres grandes segmentos.
Los datos también revelan que hasta el 18 de mayo el 47% de las muertes por covid-19 que accedieron a la prueba diagnóstica por sistemas privados, PEMEX o correspondientes a la Marina (Sedena, Sedemar) no pasaron por cuidados intensivos ni intubados. Pero esta cifra se dispara hasta el 91% para los pacientes de IMSS e ISSSTE, los sectores de salud más usados por la población en general. Es posible que ello se deba a que dichos sectores están asumiendo una cantidad sobreproporcionada de fallecimientos tardíos, algo que revelaría las dificultades que enfrentan las entidades públicas de salud mexicana ante la pandemia.
En la frontera norte, aunque según el economista Rodolfo de la Torre, “los sistemas de salud son mejores, se han visto desbordados por el ritmo de contagios”, algo que atribuye a la gran movilidad con EEUU y a la concentración de personas de las ciudades más pobladas. Ciudad Juárez y Tijuana son, de hecho, las dos urbes de más de un millón de habitantes con los mayores ratios de fallecimientos respecto al total de casos observados de la covid-19 en México: uno de cada cuatro, a mucha distancia de las siguientes (que rondan uno de cada diez).
En Ciudad Juárez, la cercanía a Estados Unidos le dio una puerta de entrada privilegiada al virus que encontró un caldo de cultivo en las maquilas, las grandes plantas de compañías multinacionales dispersas en toda la línea fronteriza que fabrican productos para la exportación y donde diariamente miles de trabajadores se concentran para trabajar. Uno de ellos era Ramón García González, un soldador de una empresa de muebles estadounidense al que, según su familia, en su fábrica le hicieron seguir trabajando cuando presentó los primeros síntomas de la enfermedad y que acabó falleciendo.
Mientras que Tijuana, con sus más de 1,5 millones de habitantes, se ha convertido en la segunda ciudad mexicana con más muertos por covid-19 después de la capital y una de las primeras en verse desbordada por ella. Las dificultades de los hospitales para asumir una pandemia sin precedentes, junto a los mitos asociados a la nueva enfermedad, está haciendo que a los sanitarios les toque batallar en distintos frentes.
Las estadísticas y las historias detrás de ellas demuestran que en México, como está sucediendo en Estados Unidos y en otras partes del mundo, son los trabajadores que se ponen en primera línea de las economías para sacar adelante a sus familias los que se están llevando el mayor impacto de la pandemia.
Entre los retos que nos va a dejar esta crisis de salud sin precedentes en la historia reciente, apunta de De La Torre, del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, está el de repensar los sistemas de salud y reforzar la atención a todos los mexicanos, algo que se conseguirá con una mayor inversión en el área sanitaria.