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Historias en primera persona

Me llamo Judith Castro Félix. Tengo 46 años, soy enfermera y vivo en Tijuana

Retratos de la pandemia en América

“Es una tristeza ver que los pacientes se te escapan de las manos”

Judith Castro Félix, una enfermera de Tijuana con 20 años de experiencia, relata cómo es tratar y ver morir a pacientes en medio de la pandemia de coronavirus.

Llevo 20 años trabajando en el Hospital General de Tijuana en el área pediátrica y 14 años en la Clínica del Seguro Social (IMSS) o Clínica 20. Yo hice la especialidad de pediatría. Generalmente trabajo con niños prematuros, pero he pasado de manejar pacientes pediátricos a adultos enfermos de la covid-19. El pasar de un día a otro a un paciente complicado y grave ha sido un cambio muy grande, muy triste y desalentador, porque muchas veces el paciente intubado no sale.

De los pacientes intubados que he tenido, no me ha tocado ninguno que sobreviva. La mayoría se complican y fallecen. Es un desaliento, una tristeza grande el estar viviendo esta pandemia y ver que los pacientes se nos escapan de las manos, que por más que nos esforzamos el equipo médico, de enfermería y todo el equipo multidisciplinario, todo el esfuerzo que se realiza no rinde frutos.

Cuando recibimos a un paciente de coronavirus, pasa primero por el triage. Ahí el médico decide quién se queda y quién se va. Al momento de recibirlos, no podemos hablar mucho con ellos porque están ansiosos y asustados. Están con dificultad y nosotros, con el equipo de protección, es difícil de entablar una conversación. Nos damos a entender alzando un poco la voz para que ellos nos digan cómo se sienten. Los checamos signos vitales, medimos niveles de oxígeno y, si lo necesitan, les colocamos aporte de oxígeno por mascarilla o por fosas nasales. Les damos el tratamiento indicado y estamos vigilando su patrón respiratorio, su estado aerodinámico.

Cuando los pacientes tienen una mejoría, se les da el alta domiciliaria y siguen su tratamiento en casa con la indicación de que, si empiezan a tener fiebre o algún otro malestar, regresen. Pero si se complican suben a otro piso, el de medicina interna, y se quedan más días. Cuando empiezan a tener una desaturación de oxígeno severa o empiezan a tener insuficiencia respiratoria aguda es cuando requieren el ventilador y se intuban.

Hace poco teníamos un paciente que estaba platicando con nosotros, no lo miré tan mal. El martes lo intubaron y falleció al día siguiente. Es muy desalentador. Nos atemorizamos todo el equipo que vamos a atender a esos pacientes porque sabemos que somos muy vulnerables a contagiarnos y no nomás porque trabajamos en el hospital, sino en la vía pública o en algún centro comercial. En el hospital tomamos las medidas para protegernos, pero una vez en la calle sabemos que podemos enfermarnos y contagiar a nuestras familias.

Yo tengo tres hijos: el mayor tiene 25 años, la mediana 17 y la más chica, tiene 15. Siempre cargo el Lysol en el carro, me rocío los zapatos y, si no alcanzo a bañarme en el hospital, llego a una casa que tengo desocupada y me doy un baño antes de llegar a la mía. Ahí lavo mis uniformes, bolsas y todo lo que llevo, pero es muy preocupante pensar que nos podemos contagiar.

El gobernador (de Baja California, Jaime Bonilla,) dijo que los médicos caían como moscas. Sí que ha habido bajas entre compañeros, se ha contagiado personal, pero afortunadamente ninguno ha fallecido. De los primeros a los que les tocó fue un residente urgenciólogo. Él no usó protección porque no se contabilizaba ningún caso todavía en Tijuana y algún paciente con quien tuvo contacto lo contagió. Estuvo en terapia, pero no recibió tubo y se fue directo a su casa.

Varios compañeros de la Clínica 20 también se han contagiado. Unos han estado ingresados y los otros lo han pasado en su casa, pero hasta ahorita no ha habido ningún deceso, gracias a Dios. En el Hospital General también me han tocado compañeros que se han contagiado pero no han sido tantos. Y afortunadamente está el caso un médico pediatra que sí que es extraordinario porque él estuvo intubado grave y salió. Es el único que recuerdo que haya estado intubado y haya salido.


La enfermera Judith Castro posa para un retrato en la ciudad de Tijuana el 25 de abril de 2020.
La enfermera Judith Castro posa para un retrato en la ciudad de Tijuana el 25 de abril de 2020. Hector Guerrero (EL PAIS)

Hasta ahorita a nosotros no nos ha faltado ningún insumo de los equipos de protección. Afortunadamente yo no he tenido desabasto como sí que les ha pasado a otros turnos y eso fue lo que se publicó en los medios. Al principio nos dieron un kit de protección que consistía en una bata, gorros, cubrebocas N-95, guantes, lentes y la careta. Luego llegaron los overoles.

La población también ha sido muy generosa con el equipo de enfermería. Ha habido donaciones y los compañeros se han dado a la tarea de cuando faltan los equipos entregarlos. Del servicio no salimos si no tenemos equipos extra hasta que acabe el turno.

En enero o febrero escuché por los medios de comunicación hablar del coronavirus por primera vez, que se estaba presentando en el extranjero. A mediados de marzo me fui de vacaciones y no se había presentado todavía ningún caso. Ya cuando regresé a principios de abril, en la clínica del IMSS habían adecuado una parte de Medicina Interna para recibir a algunos pacientes. Teníamos a siete pacientes. De esos, teníamos a tres intubados y en cuestión de días empezó a aumentar el número hasta los más de 50 que tenemos ahorita.

Y la situación va a empeorar. Ahorita están arreglando el quinto piso de la clínica 20, que era el de Cirugía, para recibir a más pacientes. Se va a hacer un desalojo para los que se tengan que quedar en urgencias. Con eso va a empezar a haber un poco más de fluidez.

Me parece que el Gobierno se tardó en tomar medidas porque el virus viaja rapidísimo. Siento que debieron anticiparse. Si estábamos viendo cómo diversos países se fueron contagiando debieron haber tomado medidas más severas para contener la propagación.

Y me llamó la atención que el presidente del Grupo Salinas (Ricardo Salinas Pliego) hizo un llamado que si no nos mataba el virus nos iba a matar el hambre, por el desempleo, porque la economía se paralice. No sé si derivado de eso han tenido esa flexibilidad de que sigan trabajando, que sigan los vuelos…. No sé si es de eso, pero sí que me parece que debieron haber tomado medidas más intensas para contener la propagación del virus.

Me da mucha tristeza escuchar que hay ataques contra el personal médico porque siento que la gente no tiene conciencia de que nosotros tenemos que estar bien para poderles atender. A mí no me ha tocado, porque tengo la facilidad de que me desplazo en el carro, pero un compañero del IMSS nos relató que, al salir a trabajar con su uniforme blanco, lo abordaron dos personas para hacerle preguntas acerca del coronavirus y llegó uno con una manopla y lo agredió físicamente en la cara. Le dio un golpe. Él lo ha hecho público en las redes sociales para que otros tomen medidas y se cambien de ropa y no salgan a la calle con el uniforme clínico para evitar estas situaciones tristes.

A otro compañero del Hospital General, que es discapacitado y su hija lo acompaña a trabajar, también lo agredieron. Una vez subieron en un taxi y una persona que iba en el taxi los dijo que se bajaran porque traían el virus. Afortunadamente el taxista bajó al señor que los estaba atacando para trasladar a los compañeros. Otra vez, a la hija de ese compañero, un señor la empezó a rociar con Lysol en la cara, en los ojos y en todo el cuerpo porque decía que estaba contaminada.

Ninguna persona que trabaja con vidas deberíamos ser blanco de este tipo de ataques. Y a quien no quiere cumplir las medidas para prevenir la expansión de virus, yo los invitaría a que vean a diario lo que estamos viviendo nosotros, a que vean cómo llegan los pacientes, cómo sufren y cómo mueren en condiciones dolorosas y lamentables. Ocasionalmente nosotros nos aguantamos de llorar al ver cómo el paciente sufre, cómo se extingue su vida de un momento a otro. Se pone mal uno y luego otro y luego otro y los médicos que no se dan a basto. Yo les invitaría a que vieran esta situación de manera presencial.

El paciente desde que se interna está aislado, no tiene contacto con el exterior, no hay celular, no hay visitas, pierde completamente la comunicación con sus seres queridos. Algunos les ponen notas en las botellas de agua, en las etiquetas les ponen frases motivadoras: ‘Te queremos. Échale ganas’. Yo, al momento de recibir la botella, no puedo evitar leerlas. Me llega profundamente porque muchos de estos pacientes afectados no van a poder salir. Hay compañeros que también se las han ingeniado para que los enfermos se comuniquen con sus familiares y que se tranquilicen. Le tomamos fotos y se las hacemos llegar a la familia porque es la única forma de comunicarse.

Yo decidí estudiar enfermería porque siempre sentí ese espíritu de servicio. Me gusta trabajar con personas y se me hace una de las profesiones más bonitas, más humanas y siento que hay mucho que dar y el agradecimiento de la gente me hizo pensar que estoy en el camino correcto. Pero me preocupa que llegue el momento en que no haya insumos para nosotros, que no haya equipos de protección. Yo quiero creer que voy a despertar y que esto va a ser un mal sueño.

Mi principal sueño es que no se pierdan más vidas, que se termine esta situación y que no haya tantas defunciones en el hospital. Sueño con el contacto, con volver a saludar a los amigos, volver a tener convivencia porque todo se paralizó. Es como una situación apocalíptica en las que vivimos con miedo. Sueño con que se termine esta incertidumbre de a quién le toca ahora de las compañeras. Sueño con que volvamos a vernos otra vez a los ojos, a saludarnos, con el contacto físico, con que todo vuelva a la normalidad y sueño con que el ser humano valore todo lo que teníamos y que le demos a la salud el valor que realmente tiene.

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