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Trabajar a 30 centímetros de bocas ajenas

Los odontólogos denuncian falta de equipos de protección y temen que se disparen los contagios de profesionales

Jessica Mouzo
Dos profesionales atienden a un paciente en una clínica dental de Barcelona.
Dos profesionales atienden a un paciente en una clínica dental de Barcelona.Joan Sanchez (EL PAÍS)

La crisis del coronavirus ha convertido la odontología en una profesión de riesgo. Los dentistas trabajan a 30 centímetros de bocas ajenas, la principal vía de transmisión de la covid-19 a través de microgotas que se expulsan al estornudar o al toser. No han sido unas semanas fáciles, admiten los dentistas: llevan dos meses en un limbo, como servicios esenciales, pero solo para urgencias; sin ninguna mención expresa en los BOE a sus clínicas y obligados a enviar al Ministerio de Sanidad unos equipos de protección que también necesitan para tratar a los pacientes que les llegan. Los profesionales denuncian que el desabastecimiento de equipos de protección persiste y temen más contagios entre ellos en la desescalada.

“Nos sentimos abandonados por las autoridades. En ningún momento se han tenido en cuenta las características del virus y de la actividad que hacemos. Trabajamos muy cerca de la cara continuamente, durante tiempos prolongados, y algunos tratamientos generan aerosoles. Somos profesionales de alto riesgo, los más expuestos”, protesta Antoni Gómez, presidente del Colegio Oficial de Estomatólogos de Cataluña (COEC). En España hay cerca de 40.000 dentistas, la mayoría en el sector privado. Existen 25.000 clínicas y solo el 3% de los facultativos trabajan por cuenta ajena.

El decreto de estado de alarma limitó la actividad de las clínicas dentales. Como equipamientos sanitarios eran servicios esenciales, pero el Gobierno redujo su actividad solo a las urgencias, aunque no concretaron más directrices. Los propios colegios profesionales estipularon qué era una urgencia: abscesos o infecciones importantes que no se pueden tratar con antibióticos orales, dolores intensos que no mejoran con analgésicos y traumatismos importantes. Según una encuesta del Consejo de Dentistas a 4.200 colegiados de toda España, una de cada cuatro clínicas dentales ha cesado completamente su actividad durante este periodo.

Con la relajación del confinamiento y la entrada en la desescalada, los odontólogos empiezan a asumir también tratamientos no demorables, pero lamentan la falta de órdenes claras por parte de Sanidad. “No sabíamos nunca dónde estamos. En la orden de la fase 0, le dan más importancia a las peluquerías que a las clínicas dentales, que somos servicios sanitarios. Ni nos nombran. Todavía no tenemos claro en qué situación estamos”, critica el doctor Óscar Castro, presidente del Consejo de Dentistas de España.

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Además de servicios sanitarios, las clínicas dentales son pequeñas y medianas empresas y la crisis del coronavirus también les ha pasado factura. De hecho, les ha tocado, con más o menos facilidades, adherirse a expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE). Según una encuesta a 2.000 colegiados en Cataluña, el 89% de los odontólogos presentaron un ERTE. “Si seguimos teniendo la presión fiscal que tenemos y los pacientes no van a poder venir como antes porque también tendrán problemas económicos por esta crisis, el 19% de los trabajos van a desaparecer”, señala Castro.

Con todo, el problema acuciante que persigue a los dentistas antes, durante y después de la crisis sanitaria es la falta de material de protección. Según Gómez, “un par de meses antes del estado de alarma, los proveedores ya estaban limitando las cantidades de material de protección y las mascarillas FFP3 no estaban disponibles”. A ello se sumó que, durante la crisis, Sanidad pidió donar el stock que había en las clínicas: “Nos pidieron todo el material de protección, batas desechables, gafas, pantallas… Eso y el mercadeo con intermediarios, precios cinco veces más caros y artículos falsos, ha provocado un desabastecimiento. Hemos estado en una incertidumbre constante y hemos tenido que trabajar con bolsas de basura. Hemos estado desprotegidos”, lamenta Castro.

Según la encuesta del Consejo de Dentistas, realizada entre el 8 y el 13 de abril, el 80% de los profesionales no ha podido adquirir material de protección por falta de suministro. Solo un 12% ha conseguido equipos para todos los miembros de la clínica y un 9% solo para sí mismo. “Hemos estado en permanente riesgo”, insiste el presidente del Colegio Oficial de Estomatólogos de Cataluña.

Pero la encuesta refleja que solo el 10% de los profesionales ha estado en contacto con el virus, y el 2% ha pasado la enfermedad. Los odontólogos señalan que esto se debe a que han estado expuestos poco tiempo, solo para urgencias, pero temen que los casos positivos se disparen tras la desescalada. “No tenemos mascarillas FFP3 y nos preocupa el retorno a la normalidad”, destaca Gómez.

Los profesionales insisten en que las clínicas no son peligrosas para los pacientes. “Los problemas de seguridad son para los profesionales”, matiza el presidente del COEC. Pese a que están rodados en el manejo y contacto con enfermedades infecciosas, como el VIH o la hepatitis, ya se preparan para extremar las medidas de seguridad. “A los dentistas nos pilla más prevenidos porque tenemos mucho material de un solo uso, todo lo demás se esteriliza de forma habitual y tenemos protocolos de desinfección. Ahora, las citas se van a distanciar, desaparecerá la imagen de personas leyendo una revista en la sala de espera y todas las superficies se limpiarán con una solución como la lejía”, explica Castro.

El fin es volver a la normalidad cuanto antes y no retrasar más algunas consultas. “Una infección periodontal prolongada puede provocar un deterioro y aumentar el riesgo de recividiva. Son enfermedades crónicas y también se descompensan cuando no tienen seguimiento”, concluye Antonio Bujaldón, presidente de la Sociedad Española de Periodoncia e Implantes Dentales.

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Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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