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La pandemia deteriora la libertad de prensa

Reporteros sin Fronteras alerta del impacto de la crisis en el pluralismo y la credibilidad de la información

Un lector, protegido con mascarilla, compra periódicos en Bilbao durante la pandemia.
Un lector, protegido con mascarilla, compra periódicos en Bilbao durante la pandemia.Luis Tejido (EFE)
Rosario G. Gómez

La pandemia de covid-19 tendrá un fuerte impacto en el futuro del periodismo, marcado por un deterioro del derecho a una información libre, independiente y plural. La organización Reporteros sin Fronteras (RSF) alerta en el informe anual sobre la libertad de prensa presentado este martes de los efectos derivados de la emergencia sanitaria global y pone de relieve la “clara correlación” entre la represión de la libertad de prensa registrada durante la crisis del coronavirus y el lugar que ocupan los países en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa. “Entramos en una década decisiva para el periodismo, debido a las crisis simultáneas que afectan al futuro de la prensa”, expone Christophe Deloire, secretario general de RSF. “La pandemia muestra factores negativos para el respeto del derecho a una información fiable; esta es, en sí misma, un factor multiplicador. ¿Qué será de la libertad, del pluralismo y de la credibilidad de la información de aquí al año 2030? La respuesta a esta pregunta es lo que hoy está en juego”, añade.

Por cuarto año consecutivo, Noruega encabeza la lista de los países más respetuosos con la libertad de prensa, seguido de Finlandia, Dinamarca, Suecia y los Países Bajos. España repite en el puesto 29, una posición que RSF atribuye a la calma tras momentos de grave deterioro de la libertad de información del año pasado, marcado por la penetración de la extrema derecha en la política. “Vox, convertido en la tercera fuerza, mantiene una cruzada contra los medios de comunicación. Sus simpatizantes incitan al linchamiento de periodistas en las redes sociales o los acosan físicamente cuando cubren los acontecimientos. Los dirigentes políticos insultan públicamente a los reporteros y, en ocasiones, les niegan el acceso a sus encuentros”, afirma la ONG.

La organización recuerda que la extrema polarización política en Cataluña ha provocado episodios de violencia física sobre los periodistas, tanto por parte de la policía como de los manifestantes independentistas, e incide en que los periodistas de investigación padecen un encarnizamiento judicial: algunos han sido acusados del delito de revelación de secretos y otros han sido objeto de requisas. Aunque en la mayoría de los juicios no se les ha sancionado, los jueces y la policía tienden cada vez más a no respetar la protección de las fuentes periodísticas, así como a obstaculizar el periodismo de investigación.

Las últimas posiciones en cuanto a libertad de prensa apenas registran variaciones. La zona negra de la tabla está ocupada por Corea del Norte (cierra la lista de 180 países), Turkmenistán y Eritrea. Suben notablemente Malasia, Maldivas y Sudán, mientras que experimenta un fuerte descenso Haití, al caer 21 lugares por las agresiones que han sufrido los informadores en las violentas manifestaciones que sacuden al país desde hace dos años.

La crisis del coronavirus ha incrementado la censura masiva en países como China e Irán, cuyos regímenes han perfeccionado su modelo de hipercontrol de la información relativa al coronavirus y la represión de disidentes. China, de hecho, sigue siendo la mayor prisión del mundo para los periodistas, con cerca de un centenar de encarcelados, la mayoría uigures. En Irak el Gobierno suspendió la licencia de trabajo a Reuters durante tres meses después de que la agencia de noticias publicara una información que cuestionaba las cifras oficiales de covid-19. En el seno de la Unión Europea, Hungría aprobó una ley que sanciona la difusión de noticias falsas con penas de hasta cinco años de prisión.

“Los Gobiernos autoritarios ven en la crisis sanitaria la oportunidad de aplicar la famosa doctrina del shock: aprovechar la interrupción de la vida política, la consternación de la población y el debilitamiento de los movimientos sociales, para imponer medidas que sería imposible adoptar en condiciones normales”, denuncia Deloire. “Para que esta década decisiva no sea catastrófica, la gente de bien, sea quien sea y se encuentre donde se encuentre, tiene que movilizarse para que el periodismo pueda cumplir la función esencial de ser un testigo solvente para las sociedades, por lo que debe contar con todas sus capacidades”, agrega.

El informe muestra que los próximos diez años serán “una década decisiva” para la libertad de prensa debido a las crisis que afectan al futuro del periodismo: geopolítica (agresividad de los modelos autoritarios), tecnológica (falta de garantías), democrática (polarización y políticas de represión), de confianza (desapego, e incluso odio, hacia los medios de comunicación) y económica (empobrecimiento del periodismo de calidad).

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