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Argentina cumple un mes de cuarentena con una lenta reapertura

Los argentinos admiten la efectividad del aislamiento social obligatorio, pero preocupa el impacto económico. El Gobierno autoriza las consultas médicas y la venta telefónica y en línea

Personas con tapabocas hacen compras este miércoles en el Mercado Central de Frutas y Verduras del partido de La Matanza, en Buenos Aires (Argentina). El país atraviesa su cuarta semana de cuarentena obligatoria por el COVID-19. Foto: EFE | Vídeo: Juan Ignacio Roncoroni

A un mes de la cuarentena obligatoria impuesta por el Gobierno argentino, Buenos Aires se ha convertido en una ciudad distinta. No es posible sentarse en un café, ni comer una porción de pizza en la barra, ir a ver una obra de teatro, un partido de fútbol o entrar en alguna de sus numerosas librerías, entre muchas otras costumbres alteradas. A medida que pasan las semanas y las aceras se llenan de hojas amarillas por el avance del otoño, vuelven a reabrir algunos de los negocios que los primeros días estuvieron cerrados, pero solo para llevar. En otros, las persianas siguen bajas y sobre ellas los dueños han pegado un cartel con un teléfono al que se pueden hacer pedidos. Las pocas personas que se ven en la calle llevan todas la boca y la nariz cubiertas con mascarillas o pañuelos.

Argentina fue uno de los primeros países en ordenar el aislamiento social preventivo y tiene uno de los menores números de contagios de Sudamérica: 2.941 casos positivos y 134 muertes. Los argentinos admiten la efectividad de la cuarentena en frenar la propagación de la covid-19, pero crece la impaciencia por no saber hasta cuándo se extenderá y el impacto económico que tendrá en una economía que atraviesa su tercer año de recesión.

El Gobierno de Alberto Fernández ha reiterado que antepondrá la salud a la economía y promueve una reactivación muy controlada, con nuevas actividades autorizadas semana a semana. Hoy, lunes, entró en vigor la autorización a las consultas médicas y a la venta online y telefónica de los negocios. Cerca de la mitad de las empresas argentinas ofrece esa posibilidad —frente al 30% a mitad de marzo— pero consideran que este canal no es suficiente para afrontar gastos fijos como sueldos, impuestos y servicios básicos, según una encuesta de la Cámara Argentina de Comercio.

Nueve de cada diez empresas y comercios de Argentina han visto caer sus ventas y si la situación se prolonga un mes más, el 13% sostiene que tendrá que cerrar y más del 30% reducirá su tamaño. Seis de cada diez encuestados por la CAC se han interesado por los créditos con una tasa de interés anual del 24% promovidos desde el Gobierno, pero solo el 20% ha logrado acceder a ellos.

Fernanda, dueña de un café en el barrio de Villa Ortúzar, decidió reabrir las puertas del local el pasado lunes después de dos semanas de recibir pedidos de bollería y pastelería desde casa. “Está todo muy tranquilo, casi no viene gente”, lamenta desde detrás del mostrador improvisado en la puerta de entrada. La mayoría de sus ventas pasan ahora por Internet y lamenta que plataformas de pago virtuales que antes eran gratuitas hayan aprovechado la pandemia para empezar a cobrar comisión por el servicio. Atiende con mascarilla y mantiene la distancia física recomendada de dos metros, pero asegura que de no ser por la necesidad se quedaría en casa. Lo mismo opina Horacio, empleado de un kiosko que ha restringido su horario debido a la casi nula circulación nocturna.

Las autoridades muestran especial preocupación por Buenos Aires y su área metropolitana, la región más poblada y afectada por la covid-19. Uno de cada cuatro casos confirmados está en la capital argentina y las autoridades buscan disuadir a sus habitantes de salir de casa a menos que sea imprescindible.

Este lunes entró en vigor la medida que obliga a los mayores de 70 años a solicitar una autorización si quieren ir a la calle para realizar compras o pasear al perro, entre otras actividades. El número habilitado por el Gobierno municipal recibió miles de llamadas, pero hubo también muchos otros ancianos que se negaron y salieron a la calle sin permiso.

Con el paso de las semanas, la mayoría de la población ha disipado las dudas iniciales sobre las formas de contagio del nuevo coronavirus, según el informe elaborado por la Comisión de Ciencias Sociales de la Unidad Covid-19, dependiente del Ministerio de Ciencia y Tecnología. La reapertura de los bancos, a los que se puede acceder por turnos según el número final de DNI, ha solucionado otro de los problemas de las primeras semanas, las dificultades para cobrar y acceder a distintos servicios bancarios. La autorización a centros médicos y odontológicos para volver a programar consultas a partir de este lunes ha traído tranquilidad a numerosos pacientes que habían visto postergadas sus visitas.

Las filas fuera de los supermercados han dejado de ser una excentricidad para volverse moneda corriente. Solo pueden entrar a unos pocos clientes a la vez y las personas que atienden en la caja están protegidas por mamparas de plástico y usan guantes y mascarilla. La demanda de jabón, desinfectantes y productos de limpieza se mantiene más alta que antes de la pandemia, pero no tanto como en los primeros días de cuarentena, cuando los clientes salían del súper con grandes pilas de papel higiénico y lavandina (lejía).

Las grandes tiendas de alimentación se han mantenido a flote sin problemas en estas cuatro semanas, mientras que las empresas de venta por Internet y de reparto a domicilio han visto dispararse su volumen de negocio. Para casi todas las demás, la cuarentena es una pesadilla que no ven la hora de que se termine.

Alza de precios

Muchos argentinos se quejan de que el Gobierno no ha logrado controlar el aumento generalizado de precios y critican que la atención en la covid-19 ha dejado desatendidas otras enfermedades, como el importante brote de dengue registrado este año en Buenos Aires, el peor desde 2016.

Al ahogo financiero en un país que está en su tercer año de recesión, se le suma la inquietud de quienes no pueden cumplir con el confinamiento, ya sea por la precariedad de la vivienda, como ocurre en las villas miseria, o por ser víctimas de maltrato, como demuestra el aumento de las llamadas a las líneas habilitadas para violencia de género e infantil. Los padres también expresan su preocupación por el cierre de las escuelas, sin fecha prevista de reapertura, y por las dificultades para compaginar el teletrabajo con el cuidado de sus hijos, cada día más reacios a hacer los deberes online y ansiosos por volver a quedar con sus amigos y salir a la calle a jugar. Por ahora nadie les sabe decir cuándo podrán.

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