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Tras 209 muertos y 9.034 contagios, Portugal cumple un mes de epidemia con cauto optimismo

La prórroga del estado de emergencia abre la puerta a indultos, intervención de precios y de empresas esenciales

El primer ministro, António Costa, se tapa la cara mientras habla con el ministro de Infraestructuras, Nuno Santos, durante el debate para prorrogar el estado de emergencia en Portugal.
El primer ministro, António Costa, se tapa la cara mientras habla con el ministro de Infraestructuras, Nuno Santos, durante el debate para prorrogar el estado de emergencia en Portugal.ANDRE KOSTERS (EFE)

Mirando al vecino, Portugal no se atreve a cantar victoria un mes después de los primeros positivos por coronavirus. No se canta victoria, pero las previsiones, de momento, resultan más pesimistas que la realidad. “Los casos son la mitad, bastante menos de la mitad”, ha señalado el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, que, pese a ello, este jueves ha pedido al Parlamento que extienda el estado de emergencia 15 días más, como así ha aprobado. Para el primer ministro, António Costa, abril va a ser un mes “peligrosísimo”.

El 2 de marzo, Portugal tuvo los dos primeros positivos. Un mes después son 9.034 y 209 personas han perdido la vida. Cada cinco o seis días se duplican. Pero hay cifras que dan esperanzas de que el pico de contagio se aplane: ha bajado desde los tres contagios por persona al inicio de la epidemia al 1,3 tras dos semanas de confinamiento de la población, que se prolongará hasta el día 17.

Como la mayoría de los países europeos, a mediados de enero tampoco Portugal creía que el virus iba a llegar al país. “No hay gran probabilidad”, declaraba la directora general de salud, Freitas Graça. Los pronósticos también fallaron dos días antes de los primeros contagios. ”No es mucho, es como una gripe”, dijo la directora general. Por si acaso, Portugal tenía preparado un escenario extremo en el que un millón de portugueses (la décima parte de la población) quedara infectada. El escenario más realista era de 21.000 casos en la semana más crítica, con 1.700 internados. En todo marzo, los contagiados han sido 7.500, de ellos 230 han tenido que ser atendidos en la UCI.

La reacción del Gobierno portugués fue más rápida que las de otros gobiernos. Portugal cerró las escuelas el sábado 14 de marzo tres días después de que se hubieran detectado 50 positivos en el país. En España pasaron 12 días,16 en Italia y 18 en el Reino Unido. Excepto Portugal, todos ellos tenían ya una ristra de víctimas mortales.

El Gobierno teme que el relativo éxito se quiebre en las vacaciones de Pascua, cuando regresan los emigrantes y los portugueses abandonan las ciudades para irse a sus segundas residencias. “Este año, quédense”, ha pedido Costa a todos. La vigilancia policial se ha ido estrechando. Si hasta ahora se realizaba en las salidas de las ciudades, desde hace unos días, los controles se extienden a las calles de Lisboa, una vigilancia más moral que sancionadora. Menos de cien personas han sido detenidas por desobedecer desde el inicio del estado de emergencia.

“Abril va a ser un mes dificilísimo”, advierte el primer ministro, que en esta ocasión es menos optimista que el presidente del país. Con 240 enfermos en las UCI, el Gobierno quiere doblar su actual número de respiradores (unos 1.140). Y aunque los hospitales no están superados por los ingresos de contagios, ya hay instalados hospitales de campaña en Oporto y Lisboa y en la ciudad de Ovar.

El problema es la dificultad de comprar —al precio que sea— el material sanitario necesario para combatir el virus. En las residencias de mayores, internos y cuidadores esperan a que les toque hacerse el test, y cuando llegan los resultados de las pruebas diagnósticas se detecta un contagio generalizado. En algunos casos ya se ha optado por trasladar a todos a residentes y cuidadores a hospitales y cerrar los asilos. En marzo se realizaron en el país 69.000 pruebas diagnósticas, 40.000 de ellas en la última semana.

La prórroga del estado de emergencia, aprobada este jueves por el Parlamento, mantiene en funcionamiento el tejido empresarial, incluso advierte de que se prohíben las huelgas en servicios esenciales; también el Gobierno podrá intervenir en los precios y en los despidos. Entre la cautela y el optimismo, Costa asegura que “es pronto para ver la luz al final del túnel” y a la vez adopta todas las medidas de combate “con la máxima contención pero la mínima perturbación”.

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