La UE prepara el blindaje de su frontera exterior para evitar el colapso de la zona Schengen
Macron impulsa un mayor control tras el veto de Trump a los viajeros europeos y la reaparición de controles entre países europeos
A marchas forzadas y durante todo el fin de semana, la Comisión Europea, presidida por Ursula von der Leyen, negocia entre bastidores el blindaje de la frontera exterior del club comunitario, incluidos los puertos y aeropuertos españoles, para evitar que la pandemia del coronavirus provoque el colapso de la zona Schengen de libre circulación de personas. El plan ha partido de una iniciativa del presidente francés, Emmanuel Macron, y ha ganado fuerza tras la escalada de controles fronterizos internos decretados durante las últimas 48 horas. El objetivo es evitar la entrada de personas procedentes de terceros países donde la epidemia haya alcanzado gran virulencia. Pero el plan también lanza un mensaje político en respuesta a los gobiernos que, como en EE UU o en algunos países latinoamericanos, han decidido restringir la llegada de europeos.
“Francia nos ha transmitido una propuesta informal y estamos discutiéndola”, han indicado este sábado fuentes de la Comisión Europea. Von der Leyen ya ha analizado en la mañana del sábado, en videoconferencia con el gabinete de crisis formado por algunos de sus comisarios, las medidas a adoptar para preservar la ausencia de fronteras en una zona Schengen que abarca 26 países con un total de 400 millones de habitantes.
Fuentes del Elíseo indican que Macron propuso el viernes a la presidenta Von der Leyen y a la canciller de Alemania, Angela Merkel, la necesidad de examinar de manera “coordinada y rápidamente” el endurecimiento de los controles de acceso al espacio Schengen. París quiere evitar la entrada de personas de riesgo que puedan aumentar aún más la presión sobre los sistemas nacionales de sanidad, ya desbordados en muchos países por la escalada en el número de casos infectados por el virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad Covid-19.
La iniciativa llegó después de la decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de prohibir los vuelos procedentes de Schengen, y también a los anuncios de cierres de fronteras nacionales en el interior del espacio europeo de libre circulación. Países como Austria, Polonia o Eslovaquia ya han anunciado la recuperación de los controles fronterizos y muchos otros, entre ellos España, han prohibido los flujos de transporte con Italia, el país europeo más afectado por la epidemia. Bruselas teme que la crisis acabe por resquebrajar del todo la zona Schengen, uno de los mayores logros de la UE que ya se vio quebrado por la crisis migratoria de 2015. Varios países —Alemania, Suecia, Dinamarca, Austria y Noruega— mantienen desde entonces controles en algunos puntos fronterizos. El riesgo es que la epidemia generalice esos controles y desemboque en una Europa plagada de fronteras como la que existía hasta la entrada en vigor de los acuerdos de Schengen en 1995.
Las negociaciones en marcha apuntan a un endurecimiento del control exterior así como a posibles restricciones a la entrada de ciertas nacionalidades, en particular, las de países que han restringido la llegada de europeos. La UE permite ahora la libre entrada en la zona Schengen, sin necesidad de visado, a los nacionales de 62 territorios. Y los socios de la zona Schengen conceden unos 14 milones de visados al año a viajeros procedentes del resto de países. Pero Bruselas insiste en que la reciprocidad es uno de los principios esenciales de esa política europea de visados y, con la crisis del coronavirus, se ha visto cómo terceros países con derecho al libre acceso han restringido la llegada de europeos. El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaró el viernes a la UE como “epicentro” de la pandemia.
Las normas de Schengen también permiten endurecer el control de la frontera exterior y rechazar la entrada de una persona “si se la considera perligrosa para la salud pública”. Fuentes comuinitarias reconocen que el control exterior no siempre es exhaustivo. “Al menos la quinta parte de los viajeros entran sin ser controlados de manera efectiva”, señala una fuente del departamento de Migración de la Comisión Europea.
En caso de saturación en ciertos puntos fronterizos, la UE puede desplegar equipos de refuerzo a través de la Agencia europea de Frontex (Frontex). Y si Bruselas detecta que en algún país los controles no son suficientemente exhaustivos, se puede activar el artículo 29 del codigo de Schengen que permite, de facto, aislar al socio que sea considerado como un peligroso boquete para la seguridad del resto.
“Sin duda tendremos medidas de control, cierres de frontera, pero habrá que hacerlo cuando sea pertinente y en tanto que europeos, a escala europea, pues es a esta escala en la que hemos construido nuestras libertades y nuestras protecciones”, advirtió Macron el jueves en un discurso solemne a la nación. Al día siguiente, y ante la aparente pasividad de Bruselas, el presidente francés ya telefonéo a la presidenta de la Comisión para urgir a un endurecimiento del control de Schengen.
Von der Leyen y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se habían limitado hasta entonces a expresar su “desaprobación” por el veto de Trump a los viajeros procedentes de la zona Schengen, pero sin anunciar ni concretar posibles medidas de reciprocidad. La Comisión aprobó el viernes una bateria de medidas para atajar la crisis del coronavirus, pero centrada en cambios regulatorios internos (flexibilización del Pacto de Estabilidad y de las normas sobre ayudas de Estado) con escaso impacto real a corto plazo. Ese mismo día los controles fronterizos internos comenzaban a extenderse y, en una clara y simbólica señal de la descoordinación europea, Italia recibía un envío de ayuda de emergencia... procedente de China.
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