“Todo está contaminado”
Quintero-Puchuncaví, a dos horas de la capital, vive en una de las seis zonas de sacrificio de Chile, con una veintena de “empresas peligrosas emitiendo metales pesados”
Los habitantes de Quintero-Puchuncaví (50.000 residentes), a dos horas de la capital chilena, vivían hasta hace 40 años del turismo, la ganadería y agricultura. Hoy son moradores de una de las seis zonas de sacrificio de Chile, con una veintena de “empresas peligrosas emitiendo metales pesados” cerca. Este término alude a áreas con una concentración masiva de industrias contaminantes —principalmente vinculadas al carbón— próximas a sus habitantes. “El agua de mar, el agua dulce, el suelo y el aire. Está todo contaminado”, explica Katta Alonso (Santiago de Chile, 65 años), la presidenta de Mujeres de Zonas de Sacrificio en Resistencia.
“Tenemos toda la tabla periódica en nuestro entorno: hay empresas de fundición y refinerías de cobre, cuatro termoeléctricas a carbón, cementeras, la empresa nacional del petróleo...”, añade. Sin embargo, lamenta que “vemos que hasta en la COP hay cero voluntad política” e incide en el impacto directo que tiene en la salud de los vecinos: “Uno de cada cuatro niños en nuestras zonas nace con malformaciones congénitas, dificultad de aprendizaje o autismo”. Sus estadísticas están hechas con informes del Colegio de Médicos.
En 2018, se registraron más de 2.000 ingresos en el hospital de Quintero, donde se hallan el 20% de estas industrias. Los datos de los consultorios de Puchuncaví no les fueron facilitados. “Los niños tienen vómitos, diarreas, se les duermen las extremidades… Y no es justo que no tengan las mismas oportunidades que el resto de chilenos”.
El problema. “Uno de cada cuatro niños en Puchuncaví nace con enfermedades relacionadas con la contaminación”.
La solución. “Deben cerrarse al menos las termoeléctricas y la fundición de cobre”.
El proyecto. “Queremos volver a recuperar los territorios y volver a vivir del turismo y la ganadería”.
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