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La chica que probó que los secamanos son peligrosos para los niños

La canadiense Nora Keegan, de 13 años, publica en una revista científica su trabajo de investigación escolar

Nora Keegan, en la presentación de su estudio.
Nora Keegan, en la presentación de su estudio.SUSAN BANNISTER

Desde que estaba en 4º de primaria, con nueve años, la canadiense Nora Keegan se ha interesado por los secadores de manos, pero no por su precio o por su efectividad. “A veces iba a los baños y veía a niños tapándose los oídos cuando estos aparatos estaban funcionando, mientras los padres reaccionaban pensando que sus hijos exageraban. Yo también había notado que mis oídos zumbaban... y empecé a preguntarme si el ruido de los secamanos era demasiado fuerte. Entonces estaba buscando un proyecto escolar para la feria de ciencias, así que aproveché para investigar el asunto”, relata a este diario la estudiante, que ahora tiene 13 años. 

Nora siguió con su investigación a medida que iba pasando de curso en el colegio. En una de las ferias de ciencias en las que participó, uno de los jueces le sugirió que llamara a diversas puertas para difundir su investigación. Finalmente, en junio pasado, esta adolescente de Calgary (provincia de Alberta) logró publicarla en Paediatrics & Child Health, la revista de la Sociedad Canadiense de Pediatría. Lo hizo con el título Los niños que dicen que les duelen los oídos por los secadores de manos tienen razón: un estudio real que examina el ruido de los secadores automáticos de manos en lugares públicos.

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En la introducción, la estudiante explica: “Trabajos anteriores han sugerido que los secadores de manos pueden funcionar a niveles peligrosamente altos para adultos. Sin embargo, ninguna investigación ha explorado si funcionan a un nivel seguro para los oídos de los niños. Los oídos infantiles son más sensibles al daño de los sonidos fuertes que los oídos adultos”.

Para su investigación, Nora Keegan hizo mediciones en 44 secadores de manos, ubicados en sitios públicos muy frecuentados por niños de su ciudad, como bibliotecas, escuelas, centros comerciales y campos de hockey. En una de sus primeras pruebas se percató de que los decibelios aumentaban si dejaba las manos cerca de la salida del tubo de aire caliente. Por eso realizó mediciones —con metro y sonómetro— a través de combinaciones distintas de altura y distancia (ya que esto cambia en función de que los usuarios sean niños o adultos), con y sin manos bajo el tubo en funcionamiento.

Nora Koogan realiza mediciones en 2016.
Nora Koogan realiza mediciones en 2016.David Keegan

“El artículo pasó por el proceso de revisión habitual de nuestra revista”, explica Joan Robinson, editora general de Paediatrics & Child Health. “Lo revisé inicialmente y me pareció un artículo novedoso y de interés para nuestros lectores. Luego se envió a un editor asociado que nombró a dos evaluadores. En base a sus informes, el editor asociado solicitó hacer revisiones. Nora las realizó con éxito y el artículo fue aceptado. Al igual que con todos nuestros artículos, hubo un proceso de edición final”, detalla. “La mayoría de los adolescentes no estarían tan decididos como ella a completar todos los pasos de un proyecto de investigación, incluida la publicación de los resultados”, subraya Robinson.

Susan Bannister, madre de Nora, cuenta que acompañó a su hija a buscar la mayoría de los secadores; su esposo se encargó del resto. Ambos son médicos. “También ayudé a Nora, junto con su hermano, a tomar varias mediciones. Ella nos indicaba lo que quería que hiciéramos”, señala Bannister, quien define a su hija así: “Es curiosa, increíblemente observadora y decidida a ver resultados. Ve y escucha cosas que otros no notan”. 

Contacto con el ministerio

De acuerdo con la investigación, varios aparatos emitían ruido por encima de lo indicado por los fabricantes. Dyson y XCelerator fueron los más agresivos para los niños, ya que llegaban a 110 decibelios, equivalentes a la música en una discoteca. Nora hace notar en su artículo que el Ministerio de Salud limita a 100 decibelios el sonido máximo de los juguetes. Por lo tanto, las quejas de muchos niños por los secadores tienen fundamento. La joven investigadora planea contactar con el ministerio para pedir una regulación que impida que estos aparatos emitan ruidos dañinos o molestos para los menores. También cuenta que una compañía la contactó a raíz del artículo, y que hablará con uno de sus ingenieros acústicos en las próximas semanas.

Nora ha fabricado un artilugio que reduce en unos 11 decibelios el ruido que causa uno de los secadores más problemáticos. Sin embargo, dice que no está segura de si proseguirá con sus investigaciones en este mismo campo. La adolescente desea estudiar biología marina o alguna disciplina en la que pueda contribuir a luchar contra el cambio climático. Además de la ciencia, le gusta patinar, tocar el violín, cocinar y pasear en bicicleta.

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