Asia se rebela contra los residuos plásticos de los países desarrollados
El veto que China impuso a la entrada de basuras se extiende por la región y otras naciones devuelven contenedores con desechos a sus lugares de origen
Primero fue China la que hace año y medio cerró las puertas a la entrada de residuos plásticos. Luego, poco a poco, se han sumado las restricciones de otros países como Filipinas, Malasia y Vietnam. Asia se ha rebelado contra los millones de toneladas de desechos que durante décadas le han llegado de las naciones desarrolladas. Y algunos Gobiernos incluso han empezado a devolver residuos a los países de origen (entre ellos, España).
Durante años los mismos contenedores que arribaban a los puertos de occidente llenos de mercancías retornaban luego a oriente repletos de residuos plásticos. Solo a China llegaron más de siete millones de toneladas de desechos, recortes y desperdicios de plástico en 2017, lo que supuso la mitad de todo lo importado en el mundo, según las estadísticas de comercio de la ONU.
En teoría, esos desechos plásticos que se envían desde los países desarrollados son para reciclar y en las naciones en desarrollo se pagaba por ellos al poder sacarle rendimiento; en la práctica, según se quejan los Gobiernos asiáticos y las ONG, solo una parte pequeña de lo que les llega se puede recuperar. El resto acaba en vertederos, incinerado y dañando tierras y mares y contribuyendo a una de las grandes plagas causadas por el ser humano: la contaminación por plástico.
“Hecha la ley, hecha la trampa: el que tenía un problema importante en Europa por no poder reciclar estos plásticos lo mandaba a China, que era receptor de cualquier tipo de plástico por la necesidad que tenía de materias primas. Y un porcentaje altísimo del residuo no reciclable terminaba donde no tenía que terminar”, explica Ion Olaeta, presidente de la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje (FER).
“Contaminación de las aguas subterráneas, de las superficiales y de las marinas, pérdida de cosechas, enfermedades y emisiones tóxicas por la quema de plásticos al aire libre o en las plantas…”. Mageswari Sangaralingam, miembro de Amigos de la Tierra, enumera las consecuencias del tratamiento de desechos descontrolado en su país, Malasia. La suya ha sido una de las últimas naciones asiáticas en plantarse. Esta semana el Ejecutivo malayo anunció que devolverá 3.000 toneladas de residuos plásticos. El Ministerio de Medio Ambiente de Malasia asegura que ha identificado ya desechos de 14 Estados para devolver, entre ellos, Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Canadá y España, donde ya se han enviado de vuelta cinco contenedores con residuos.
Malasia –como ocurre también con Indonesia o Filipinas– ha sido uno de los daños colaterales del veto de China impuesto en 2018. “Los mismos empresarios chinos que trabajaban en su país antes del veto están abriendo plantas ahora en Malasia o Indonesia”, explican desde una de las empresas españolas que se dedica a exportar residuos. Los responsables de esta compañía, que no quieren que se identifique, dicen que esas plantas de Malasia o Indonesia tienen controles medioambientales.
No opina lo mismo Prigi Arisandi, director de la Coalición del Río Brantas contra la Importación de Plástico (Bracsip), una asociación de la provincia indonesia de Java Oriental. Su grupo se está dirigiendo a las Embajadas en su país de EE UU, Reino Unido, Australia y Canadá –de donde les llegan la mayoría de desechos– pidiéndoles que actúen contra este problema. “Los microplásticos han contaminado nuestros ríos, el agua, el suelo...”, apunta un escrito de la asociación. “El 80% de los peces muestreados en el río Brantas contiene microplásticos en el estómago. Y se ha identificado que la fuente de contaminación de microplásticos son las aguas residuales de la fábrica de papel y reciclado de plástico que importa residuos”, advierte la carta de Bracsip.
Problema global
Aunque las consecuencias se sufran en estos países, se trata de un problema global al que se le empezó a prestar atención cuando China impuso el cierre de sus fronteras, lo que provocó un terremoto internacional al quedarse cientos de miles de toneladas de desechos sin destino. La drástica decisión no se produjo de la noche a la mañana. “La prohibición tardó años en gestarse. En 2013, China lanzó una medida especial llamada Valla Verde y hubo otras tantas después. Pero las importaciones ilegales de desperdicios continuaron. La contaminación estaba descontrolada”, detalla Eric Lau, que trabaja para Greenpeace en Pekín.
El país asiático empezó a recibir residuos en los ochenta, cuando aún tenía una economía predominantemente agrícola y buscaba materia prima barata. Gracias también a su laxa regulación medioambiental, China se convirtió en el centro mundial del reciclaje y en el principal importador de basura del mundo. Alberto Vizcaíno López, consultor ambiental especializado en gestión de residuos, añade otro factor más: el bajo coste de la mano de obra. “La clave de todo es lo barato que sale rebuscar en la basura”, resume.
Pero su rápida industrialización, sobre todo desde los noventa, ha hecho que China produzca basura más que de sobra y ha disparado los niveles de contaminación en el agua, la tierra y el aire. Como presidente de la que ya era la segunda potencia económica mundial, Xi Jinping adoptó desde su llegada al poder en 2012 un enfoque más “verde”. Prohibió las importaciones de residuos y decretó el cierre de las plantas de reciclaje más contaminantes. “China no quiere ser el vertedero mundial”, resume Lau. “Por otro lado, las importaciones de desechos eran la materia prima de una industria que ahora se puede abastecer de la producción doméstica”, afirma.
“Devolveremos los residuos plásticos contaminados”
“Devolveremos cualquier residuo plástico contaminado que entre en el país y que pueda dañar a nuestra población y al medio ambiente”, sostiene un portavoz del Ministerio de Medio Ambinete del Gobierno malasio. Este país devolvió en mayo cinco contenedores a España que transportaban desechos vetados por su ley. El Gobierno español se ha puesto en contacto con el de Malasia para obtener más datos sobre el caso. Además, otra veintena de contenedores españoles están en el punto de mira: “Estamos en medio de una inspección e investigación sobre los contenedores restantes y, si se encuentran contaminados, también serán devueltos”. El ministerio malasio lanza otro aviso: devolverán el plástico cuyo destino sea fábricas que no “cumplan” con sus requisitos ambientales.
Uno de los primeros países en sufrir las consecuencias del veto chino fue Vietnam, que vio cómo se disparaban las entradas de residuos en su territorio. El país, en plena transición de una economía agrícola a otra basada en el sector manufacturero y de servicios, cuenta también con graves problemas de contaminación. Abrumado por la cantidad de desechos plásticos que le llegaban, Vietnam decidió seguir los pasos de China y endurecer los requisitos: desde mayo de 2018 los principales puertos del país prohíben las importaciones de esos residuos.
Filipinas
Pero quien se ha convertido en portavoz del problema en la región ha sido el presidente de Filipinas, el polémico Rodrigo Duterte. Su país mantiene desde hace cinco años un conflicto con Canadá por 103 contenedores de basura que una empresa privada llevó a puertos filipinos. Los contenedores empezaron a repatriarse esta semana, tras un largo contencioso que se endureció con la llegada de Duterte al poder en 2016. A comienzos de año Filipinas obligó a Corea del Sur a retornar 6.500 toneladas de basura y ahora urge a Hong Kong y Australia a retirar otros contenedores de residuos.
El veto de China ha tenido otro efecto: 187 países se pusieran de acuerdo hace unas semanas para reformar el Convenio de Basilea para regular la exportación de residuos plásticos. Básicamente, esta reforma busca evitar que se puedan enviar mezclas de plásticos (que no se pueden reciclar) sin identificar. Y se otorga a los países receptores un derecho de veto a la entrada de determinados residuos. “Es un paso importante para reducir la basura de plástico en el océano, pero todavía necesitamos supervisar su aplicación”, opina Prigi Arisandi.
“Ahora los residuos de inicio se tendrán que gestionar aquí”, dice Olaeta. “Y China y Malasia no van a poner ningún problema a que se le mande un residuo consumible. Lo que no van a admitir es que se le mande un residuo con solo un 20% de plástico reciclable y el 80% restante para el vertedero”, concluye.
La exportación española de desechos se desploma
España –que según los datos de la ONU fue en 2017 el noveno exportador mundial de desechos, desperdicios y recortes de plástico– no es ajena al terremoto internacional que causó el veto de China a las importaciones: la exportación española al país asiático de esos desechos descendió más de un 82% en 2018. Entre 2010 y 2018 España exportó a China –incluyendo Hong Kong como puerta de entrada a la potencia asiática– más de 1,44 millones de toneladas de estos desechos plásticos, según las estadísticas de comercio exterior del Ministerio de Industria. Esto supone que más de la mitad de los 2,35 millones de toneladas de los residuos de este tipo que España ha sacado fuera de sus fronteras esta década acababan en China.
Pero el veto de 2018 ha desplomado ese tránsito de basuras. Las exportaciones en general de residuos plásticos de España cayeron un 48% el pasado año; pasaron de 302.768 toneladas en 2017 a 157.436, según la misma base de datos de Industria. Y las de China, incluido Hong Kong, pasaron de 162.926 a las 28.033 toneladas.
Para Ion Olaeta, presidente de la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje, el problema ha residido hasta ahora en que China ha sido una “solución fácil” para muchos que “tenían problemas de sobrecostes con los residuos”. “Lo mandaban a China, que era receptora de un plástico con mezcla que aquí no compensaba reciclar”, explica. Además, los costes allí eran menores, admite. Olaeta, como las fuentes del sector consultadas, temen que se pueda producir una caída del precio de esos residuos importante. Porque las miles de toneladas que se enviaban a China no se han mandado a otros lugares. Y esa sobreabundancia de material puede, incluso, “desincentivar el reciclado”.
Pero, ¿qué plástico se exporta? Según Olaeta, principalmente, los residuos industriales y agrícolas, porque el que gestiona Ecoembes –el del contenedor amarillo– se trata en plantas principalmente de España. Una portavoz de Ecoembes –la entidad encargada de gestionar los envases de los domicilios– sostiene: "ni un solo envase que los ciudadanos depositan a diario en el contenedor amarillo para su posterior reciclaje y de los cuales Ecoembes es responsable se ha enviado ni a Malasia ni a ningún otro país asiático". Pero el consultor ambiental Alberto Vizcaíno López rechaza esa tajante afirmación. Explica que el actual sistema hace que "se pierda la trazabilidad de los envases" y no se pueda garantizar que algún residuo de este tipo termine en Asia. En la misma línea, un informe de Greenpeace, titulado Maldito plástico, denunciaba la aparición de envases domésticos españoles en vertederos malasios.
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