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Condenada a la suciedad

El Gobierno ha parado temporalmente la regeneración de la bahía de Portmán (Murcia), invadida por residuos mineros vertidos durante 33 años. Una sentencia vuelve a posponer la esperada limpieza.

Los exmineros José García López (a la izquierda) y Maríano Martínez enseñan el estado actual de la bahía.Vídeo: C. Rosillo | Luis M. Rivas
Esther Sánchez

“Regeneración de la Bahía de Portmán de La Unión. 48 meses. 32 millones”, reza un cartel en un punto cercano a la que tuvo que ser una de bahías más bellas de España antes de convertirse en uno de los mayores desastres ambientales del Mediterráneo. Encima del panel informativo alguien ha añadido en mayúsculas: “Mentirosos”, porque los lugareños ya no se creen que esa restauración llegue a buen puerto, y menos al suyo que desapareció anegado por los más de 60 millones de toneladas de residuos que la mina Peñarroya tiró directamente al mar durante 33 años, de 1957 a 1990, cuando cerró. Era un lodo que salía de una tubería y que contenía los reactivos utilizados para sacar el metal, mezclados con restos de plomo, zinc, cadmio... Cada cierto tiempo la mina, que producía plomo, plata y pirita cambiaba el chorro de sitio porque ya no había mar. 

Así se sepultó la rada murciana de Portmán, que los mayores comparaban por su belleza con la Concha de San Sebastián. La línea de playa avanzó 600 metros y los vertidos llegaron hasta 12 kilómetros mar adentro. “Era escandaloso. Suponía el 90% de los residuos sólidos que se tiraban al Mediterráneo”, dimensiona el desastre Julio Barea de Greenpeace. La organización ecologista taponó las tuberías en 1986.

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El Ministerio para la Transición Ecológica ha parado el último intento de recuperación que despegó en octubre de 2016, tras años de conversaciones e intentos anteriores que no fructificaron. El proyecto, que debía finalizar en 2020, planteaba la eliminación de 10 millones de toneladas de residuos y recuperar la línea de la costa 300 metros hacia dentro. La parada acata, en primer lugar, una sentencia de la Audiencia Nacional que anuló la adjudicación del contrato. El fallo dio la razón a la empresa, liderada por Acciona, que logró el segundo puesto en el concurso público de concesión de las obras y que reclamaba el primero, que recayó en la UTE Marco-Ciomar. En segundo lugar, se necesita “reconsiderar aspectos esenciales del proyecto” como la estabilidad del material que se depositará una vez sacado del agua, el tratamiento que se dará al material dragado y al agua que salga del proceso. El ministerio no sabe hasta cuándo van a estar suspendidas las obras. En todo caso, hay que esperar a que se resuelva el recurso presentado por la empresa afectada, que hasta la paralización había construido tres balsas de secado de los residuos y dos tramos de la cinta transportadora que los llevará hasta el lugar de almacenamiento. Y luego decidir si hay que hacer o no una nueva adjudicación.

“El proyecto es tan malo que es irrealizable, sobre todo por el importe de adjudicación que ha ido mermando”, apunta Pedro López Milán, alcalde de La Unión, término al que pertenece Portmán. “Hace años la recuperación se valoró en 100 millones, de ahí pasó a 79, y ha acabado en 32”, enumera. López Milán sostiene que La Unión necesita la limpieza de la bahía “tanto como el comer para no ser una ciudad dormitorio como ahora”. Desde que cerró Peñarroya, que daba trabajo a 600 personas, el pueblo no levanta cabeza. Por sus calles abundan los negocios cerrados y la tasa de desempleo roza el 22%. Con Portmán recuperado se abre la posibilidad de construir un puerto deportivo y de acometer un desarrollo turístico “sostenible”. Un argumento que comparte Carlos Bernabé, presidente de los empresarios de La Unión. “La queremos limpia primero como ciudadanos, pero también por las expectativas turísticas y de servicios que se abren”, concreta. 

Venda en los ojos

José García López trabajó desde los 18 años (ahora tiene 66) en el lavadero de la mina Peñarroya, en trituración, hasta que su clausura. Entre la ruina de lo que fue el inmenso lavadero ahora abandonado, lleno de pintadas, cristales rotos y restos de uralita del tejado en el suelo, relata cómo se tiraban los residuos al mar por una tubería. “Todos sabíamos que iba a la bahía, pero teníamos trabajo fijo y bien pagado, incluso con tres pagas extras”, rememora. “Quien no tenía al tío, tenía al sobrino, o al hermano ¡quién iba a decir nada, eran épocas muy duras!”, remacha el fotógrafo Antonio Meroño.

Ambos recuerdan cómo de niños se metían bajo los chorros para llenarse de barro y luego bañarse en el mar para quitárselo. “A nadie le pasaba nada, ni sarpullidos, ni ronchas, ni nada parecido. Hasta había más peces”, asegura el minero. “Era normal que la pelota cayera al mar y allí que nos tirábamos para recuperarla”, describen. Ahora sería imposible debido a lo que se ha alejado el agua por el relleno artificial. “Al menos se podrían haber cuidado las instalaciones y recibiríamos visitas”, comenta Mariano Martínez, mientras muestra las herrumbrosas vagonetas de transporte del mineral o el inicio de un túnel tapado por los juncos y lleno de agua amarillenta.

En Portmán y en La Unión no tienen miedo a la contaminación de las aguas de la bahía. Sus vecinos se bañan en sus aguas, como han hecho siempre. Sin embargo, un estudio del Grupo de Investigación Consolidado en Geociencias Marinas de la Universidad de Barcelona hizo públicos en febrero pasado los resultados de un estudio en el que se tomaron muestras del fondo marino con tubos de hasta cuatro metros. El análisis demostró que contienen arsénico proveniente de los minerales de la mina. Su investigación continúa para establecer su distribución en Portmán y determinar su movilidad. En todo caso, advierten, su presencia no significa que haya pasado a los seres vivos.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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