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12 años de prisión para el franciscano que abusó y pagó a una menor y a un discapacitado

La Audiencia de Lugo concluye que José Quintela, fraile en el Camino de Santiago, se aprovechó de la "precaria situación personal, familiar y económica" de la muchacha

José Q. en el santuario de Santa María a Real do Cebreiro, una semana antes de su arresto, en febrero de 2015.
José Q. en el santuario de Santa María a Real do Cebreiro, una semana antes de su arresto, en febrero de 2015.Pedro Agrelo

La chica de 16 años declaró ante la Guardia Civil que el fraile le daba dinero antes, durante o después del sexo, y que la cantidad dependía de la afluencia de visitantes y peregrinos que llegasen al Santuario do Cebreiro (Pedrafita, Lugo), mítica puerta a Galicia del Camino Francés a Santiago. José Quintela Arias, la cara amable que recibía a los caminantes en el templo prerrománico, ha sido condenado por la Audiencia de Lugo a 12 años de prisión y otros 10 de libertad vigilada por abusar de L. de forma continuada y del primo discapacitado de esta en una ocasión. También de elaborar material pornográfico utilizando a la menor para ello, de lo que quedaron sobradas pruebas en su teléfono móvil: desde la cría desnuda y adornada de flores de Pascua en la sacristía hasta el pene del religioso envuelto en billetes de 50 euros.

Los magistrados María Luisa Sandar, José Manuel Varela y Ana Rosa Pérez Quintana consideran probado en la sentencia que el procesado, entre 2014 y 2015, cuando él tenía 56 años, abusó sexualmente de la niña de 16 y de su primo de 20. Ella presenta "un cociente próximo a una capacidad intelectual límite" y el muchacho, "una minusvalía psíquica del 40% y una discapacidad intelectual leve que le impide poseer un juicio crítico" . Estas condiciones, sumadas a la pobreza, eran el caldo de cultivo que según los jueces aprovechó el religioso para conseguir los favores sexuales. "Se prevalió de una situación de superioridad manifiesta", afirman, que le daba no solo la "enorme" diferencia de edad, sino "su condición de religioso y la precaria situación personal, familiar y económica de la menor".

José Quintela entabló contacto con la niña antes del verano de 2014 y fue ganándose su confianza a través de Facebook. En septiembre, le propuso que lo acompañase a su casa familiar en A Pobra de Trives (Ourense) con el pretexto de que le ayudase a limpiarla y los padres de la víctima accedieron porque confiaban en la palabra del franciscano. Al llegar allá la chica se extrañó porque todo estaba limpio y ordenado. "¿Qué pasa?", le preguntó. Y él le respondió que quería "desconectar" y que se encontraba "muy solo" para "suscitar su compasión", describe el fallo de la Audiencia. A la noche, el fraile entró en la habitación de la muchacha y "comenzó a besarla y a tocarle los pechos, la zona vaginal y todo el cuerpo". Ella le pidió que parara y él lo hizo, pero se quedó a dormir en la misma cama. A la mañana siguiente le entregó "unos 100 euros" y regresaron a O Cebreiro.

Después de aquello la menor empezó a evitarlo, no le contestaba a través de Facebook, pero pasado el tiempo el acusado le pidió perdón y ella lo perdonó. La condición que puso la muchacha era que aquel episodio no volviera a suceder. Sin embargo, Quintela recurrió de nuevo al relato de su vida solitaria y ella se compadeció. En noviembre de 2014 lo acompañó otra vez a la casa familiar de Ourense y allí "después de cenar y tomar diversas bebidas" el fraile, "con ánimo lúbrico, se acostó con ella" y mantuvieron "por primera vez relaciones sexuales con penetración vaginal", considera probado la sentencia. Al día siguiente, el religioso le dio a la niña más dinero. Ella declaró que nunca vio aquellas entregas como un pago a cambio de sexo, pero la Audencia entiende que Quintela aprovechó su "situación de prevalencia derivada de la superioridad manifiesta en el ámbito económico" para "debilitar la voluntad de la menor".

Las fotos que el fraile no borró

Desde entonces, "entre noviembre de 2014 y febrero de 2015", cuando el fraile ya estaba siendo investigado por la Guardia Civil y se ordenó su arresto, el procesado, "con ánimo libidinoso, mantuvo diversos encuentros sexuales con penetración vaginal con la menor en la sacristía del Santuario de O Cebreiro". Y le daba "diversas cantidades" cada vez, "desde 100 euros, 200 otras veces" a "300 o 400 en alguna ocasión". En aquellas citas en la sacristía, Quintela hacía fotos con la cámara del móvil de las más sórdidas escenas de su abuso. La Guardia Civil las descubrió en carpetas que el fraile nunca llegó a borrar.

La Audiencia enumera toda suerte de fantasías: hay primeros planos "mientras practicaban relaciones sexuales vaginales", imágenes "de la menor realizándole una felación" al hombre, "de la menor desnuda con dos billetes de 20 euros entre los labios de la vagina", "con una botella de Coca-Cola de plástico parcialmente introducida", "con el babero de fraile alrededor de su cuello" o "con adornos de flores de Pascua y bolas de Navidad que había en el santuario colocados en sus pechos y en sus genitales". El religioso también le pedía a ella que le hiciera fotos desnudo, "de su pene envuelto en dos billetes de 50 euros o en una cáscara de plátano" y "con diversos objetos, como unas gafas, colocadas" sobre sus genitales o "una botella de cerveza sosteniéndolos". Luego, la víctima regresaba a su casa familiar, en una aldea deprimida a unos cuantos kilómetros del santuario, y el fraile volvía a sus labores habituales: recibir a los visitantes con su hábito marrón y su barba franciscana.

La sección segunda de la Audiencia de Lugo ha tardado tres meses en madurar la sentencia después del juicio celebrado a principios de febrero. La fiscal del caso reclamaba una pena de 17 años de prisión para Quintela, pero los magistrados la han dejado finalmente en 12: siete años por el abuso continuado, con prevalimiento y acceso carnal, sobre la menor; dos por el abuso sexual sobre el primo de esta, que en el momento de los hechos tenía 20 años; y tres por un delito continuado de utilización de menor para elaboración de material pornográfico. Además de esta condena y de los 10 años de libertad vigilada que llevará el religioso a continuación, los jueces le imponen la prohibición de comunicarse y aproximarse a la chica a menos de medio kilómetro durante 12 años y las mismas condiciones, durante tres años, respecto del joven. También el pago de sendas indemnizaciones de 2.500 y 2.000 euros.

Cuando Quintela ya se había labrado la confianza de la chica, después de llevársela a su casa de Trives "en varias ocasiones", el franciscano le pidió que buscase a "una tercera persona" para que "resultase más interesante" el encuentro. A ella no le gustó la idea, pero acabó proponiéndole a su primo J. El padre del chico tampoco puso impedimento porque los muchachos iban con el fraile. "Al llegar, cenaron y bebieron diversos licores, entre ellos whisky y ron que el procesado había llevado", narran los jueces. Y luego el religioso "les incitó a jugar a las cartas; a un juego en el que, cada vez que uno perdiera, debería quitarse una prenda", detalla el fallo.

Acabaron "los tres desnudos" y entonces Quintela, "prevaliéndose nuevamente de su situación de superioridad manifiesta y abusando y aprovechándose del déficit intelectual" del chico, "se puso detrás de este, le hizo tocamientos por todo el cuerpo e intentó penetrarlo analmente". No lo consiguió porque J. se negó, pero a cambio pidió a los dos primos que "mantuviesen relaciones sexuales" entre ellos. Los chicos se hicieron "tocamientos" ante el franciscano, sin embargo la Audiencia explica que "no quedó determinado si hubo penetración". No obstante, a continuación y también a la mañana siguiente antes de regresar a O Cebreiro, el religioso mantuvo con la cría relaciones sexuales completas, confirma una vez más la sentencia.

Aquella vez el fraile pagó a cada uno de los jóvenes 150 euros, y especificó a la menor que era para que callasen "la boca"; para que no dijeran "nada a nadie”. "En dos o tres ocasiones", añaden los magistrados, José Quintela volvió a proponer a L. llevar a Pobra de Trives a "terceras personas", pero ella no quiso repetir jamás aquella experiencia.

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