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La presunta parricida de Godella creía que Dios le pidió matar a sus hijos

Cuatro exploraciones psiquiátricas del sumario judicial, al que ha tenido acceso EL PAÍS, coinciden en que María Gombau actuó en medio de un brote psicótico

María Gombau, fotografiada en 2011 en Madrid. VÍDEO: ATLASFoto: atlas
Ignacio Zafra

Las cuatro exploraciones psiquiátricas a las que María Gombau fue sometida en las horas y semanas siguientes al asesinato de sus hijos, Amiel e Ixchel, en Godella, Valencia, el pasado mes de marzo, confirman que la mujer, en prisión provisional como presunta autora del crimen, sufrió un brote psicótico en el momento de los hechos. Los informes están contenidos en el sumario del caso, al que ha tenido acceso EL PAÍS. Si la conclusión se mantiene cuando se celebre el juicio, ello se traducirá en una atenuante de la pena o incluso en una eximente completa de la responsabilidad penal. En este caso no podría ser condenada, pero sí recluida en un centro de internamiento psiquiátrico.

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Después de ser detenida, Gombau llevó a los agentes de la Guardia Civil al lugar donde habían sido enterrados los niños, de cinco años y seis meses, en un terreno próximo a la casa de Godella en la que la familia vivía como okupa. Eso lleva a los investigadores a considerar probado que, como mínimo, participó en los hechos. Poco después, en una de las exploraciones psiquiátricas, dijo que ella había sido quien los había matado porque se lo había “pedido Dios”.

Los indicios apuntan, pues, a que Gombau cometió materialmente el crimen. Pero el sumario de la investigación que desarrolla el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 4 de Paterna aún no ha llegado a una conclusión rotunda. La forma en que la mujer mantuvo que había matado a los niños —por asfixia, con una almohada y en el agua; y después “cree haberles apedreado”, recoge el mismo informe psiquiátrico— no se corresponde exactamente con los resultados de la autopsia, que refleja que murieron a golpes. En esas mismas horas, la mujer también dijo que no sabía qué les había pasado a sus hijos y pidió a la Guardia Civil que se lo preguntaran al padre de los menores. En los días siguientes, además, hablaba de ellos como si siguieran vivos.

Fuertemente medicada desde que fue detenida el 14 de marzo y, según fuentes próximas al caso, en un progresivo proceso de reconexión con la realidad en la enfermería de la cárcel de Picassent, Gombau afirma ahora que no recuerda qué sucedió. Y por momentos, añaden las fuentes, se muestra aplastada por la culpa que implicaría haber sido ella efectivamente quien los mató.

La secta

Los análisis psiquiátricos que obran en el sumario muestran a una mujer muy extraviada. El primero, realizado de urgencia en el Hospital La Fe de Valencia la misma noche de la detención, señala con estilo telegráfico: “Presenta alta productividad psicótica con un discurso plagado de contenidos delirantes y variopintos: de perjuicio, de posesión, metempsicosis (transmigración del alma a otro cuerpo después de la muerte), pseudociesis (una mujer cree estar embarazada sin estarlo realmente). Relato delirante amplio, sin sistematización. No se puede determinar el inicio del cambio (sospecha, después del parto). Es conocedora de una secta, cuyo objetivo es matarla para adquirir su genética. La secta está constituida por familiares, vecinos, amigos e incluso su pareja. Posee comunicación con Dios, el cual le orienta sobre cómo actuar (presencia de alucinaciones acústico-verbales). Confiesa que Dios le dio poderes. Habla de ser Eva, María Magdalena. Relata la separación del alma del cuerpo físico y cómo el alma de sus hijos se marchó hace tiempo. Añade la existencia de un Antidiós de quien también recibe mensajes, aunque sin claridad tan definida”.

Gombau, que ya había sufrido dos brotes psicóticos antes, según los testimonios que constan en la causa, aunque mucho menos graves, dice en una de las exploraciones que la supuesta secta de pederastas que la perseguía a ella y a sus hijos surgió de las SS nazis. Afirma en otro pasaje que las “voces de Dios” le transmitieron que debía matar a los niños “para salvar sus almas y salvarse ella misma”. Y un informe concluye: “En el momento de la exploración, la informada presenta una grave descomposición mental de tipo psicótico, que precisa de un ingreso psiquiátrico para su evaluación, diagnóstico y tratamiento. Su inteligencia y voluntad se encuentran afectadas”.

Si en el juicio se acepta, tras la presentación del dictamen forense definitivo, que sufrió un brote psicótico lo suficientemente fuerte para que no pudiera ejercer su capacidad de entendimiento y de tomar decisiones, “se le aplicaría una exención de responsabilidad penal por alteración psíquica”, indica Juan Carlos Carbonell, catedrático de Derecho Penal en la Universidad de Valencia.

El máximo, 20 años

Ello no significa que tuviera que quedar libre. Es frecuente que el tribunal aplique como “medida de seguridad” el internamiento de la persona en un centro psiquiátrico. La duración de tal reclusión, que tiene fines terapéuticos, debe ser como máximo equivalente a la que habría conllevado la pena de haber sido considerada responsable penalmente, explica Vicenta Cervelló, catedrática en el mismo departamento de la Facultad de Derecho de Valencia. En el caso de asesinato, el límite son 20 años.

Y aunque en el juicio se declare probado el brote psicótico, añade Cervelló, cabe también que se considere que no llegó a anular completamente “la capacidad intelectiva y volitiva”, y que por tanto actúe solamente como atenuante. En ese caso, la condena penal sería inferior, pero se le añadiría una medida de seguridad previa, como el internamiento en un centro psiquiátrico.

El padre de los niños, de nacionalidad belga, que también lleva casi dos meses en prisión provisional en la cárcel de Picassent, no presenta, según un informe forense fechado el 16 de marzo, problemas mentales. “No se detectan en el momento actual alteraciones psicopatológicas significativas. Funcionamiento intelectual general satisfactorio. Su inteligencia y voluntad se encuentran dentro de los límites normales”, afirma el médico forense. El psiquiatra mantiene que, “presumiblemente, no tendría sus facultades alteradas en el momento de los hechos”, 48 horas antes de la entrevista. Y afirma haber detectado “cierto grado de manipulación teatral con el forense actuante, como deformación posiblemente por sus estudios: bachiller en la rama de Teatro con especialidad en Arte Dramático”.

En sus declaraciones ante el juez, las amigas de Gombau definen a su pareja como el ideólogo de las teorías místicas y conspiratorias que compartían. El magistrado lo mandó a prisión, a pesar de que no hay pruebas que lo incriminen directamente, a la vista de las “contradicciones” que mostró en sus explicaciones y por la influencia que, concluye el instructor, ejercía sobre su pareja, a la que había tendido a “aislar de su entorno” en los días anteriores al crimen, siendo él quien contestaba cuando llamaban al móvil de su novia.

Asaltos a la casa precintada

La casa de Godella en la que María Gombau y su pareja, Gabriel Carvajal, vivían como okupas y en la que supuestamente se cometieron los crímenes ha sido asaltada al menos en dos ocasiones, según consta en dos denuncias de la Policía Local del municipio cercano a Valencia que obran en el sumario del caso. La Guardia Civil precintó la casa y la parcela el 14 de marzo por orden judicial. Como no han desaparecido aparentemente objetos de valor, el motivo de las incursiones parece ser la atracción morbosa que genera la vivienda.

Después del primer asalto, detectado por un vecino, fueron identificados seis chavales de un colegio privado cercano a la casa. Los adolescentes negaron haber entrado en la casa. Tres días después, el 16 de marzo, una patrulla de la policía local observó que la puerta principal de la vivienda se hallaba "abierta de par en par" y que la ventana del baño estaba rota. A raíz de ello, la familia solicitó al juez que le permitiera entrar para recoger objetos de valor económico y sentimental, una petición que el magistrado aceptó.

Los asaltos ocurrieron después de que el lugar hubiera sido registrado a fondo por la Guardia Civil. Los investigadores encontraron restos de sangre en el borde y la pared de la piscina, que podrían corresponder con la de los niños, y una azada con mango de madera de 90 centímetros que podría haber sido utilizada como arma homicida. La única sustancia tóxica que le fue detectada a Gombau tras ser detenida fue cannabis, según figura en un informe médico.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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