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“Los padres no podían creer que su hijo estaba en los vídeos sexuales que les enseñábamos”

La inspectora Cecilia Carrión habla sobre los 110 niños que subieron imágenes suyas a las redes en actitudes eróticas

Ana Alfageme

La inspectora Cecilia Carrión Tapia sabe bien qué hacen nuestros hijos en YouTube. Como integrante del Grupo III de Protección del Menor de la Unidad Central de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional, ella y sus seis compañeros acaban de culminar una macrooperación, la primera, en la que se ha identificado a 110 menores de 13 años que subieron vídeos sexuales suyos a redes sociales, principalmente a YouTube, pero también a Instagram, Twitter o emitiendo directos en Periscope, en busca de seguidores. La agente, granadina de 33 años, alerta contra una tendencia creciente en una sociedad en la que a los 11 años la mitad de los niños tienen móvil y a los 15, prácticamente todos.

La inspectora Cecilia Carrión Tapia.
La inspectora Cecilia Carrión Tapia. Samuel Sánchez

Pregunta. ¿Cómo fueron alertados de esos vídeos?

Respuesta. La ONG estadounidense Centro Nacional para Menores Desaparecidos y Explotados es como una especie de plataforma donde se denuncian contenidos de este tipo. Cuando los reciben, alertan a los distintos países.

P. Llama la atención que hubiese críos de dos años.

R. En el caso de esos niños, de hasta cinco años, fueron los familiares los que subieron los vídeos sin ser conscientes de que estaban exponiendo a sus hijos. Consideraban gracioso filmarles desnudos. Pero esas imágenes pueden ser utilizadas por pedófilos.

P. ¿Y a partir de los cinco años?

R. Son los propios niños los que graban y suben los vídeos a las redes. A esa edad ya manejan tabletas y teléfonos.

P. ¿Por qué lo hacen?

R. Siguen a otros niños, niños que bailan, por ejemplo o hacen otras cosas. Les quieren imitar. Sus amigos también suben vídeos y les incitan a hacerlo. En muchos de los que hemos visto, comienzan hablando a cámara, como si tuvieran miles de seguidores, y en realidad solo les sigue otro niño, un amigo. Ahora ya no quieren ser astronautas. Todos quieren ser youtubers.

P. Pero una cosa es que suban vídeos bailando y otra que se graben en situaciones sexuales.

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R. Eso ocurre porque tienen libre acceso a todo tipo de webs desde el teléfono o la tableta.

P. O sea, que llegan al porno.

R. Sí. Además, con que un compañero reciba un vídeo así, lo compartirá con los demás.

P. Y no son conscientes.

R. No. Les parece gracioso ponerse a bailar desnudándose.

P. ¿Se da más en España?

R. No. Es un problema similar en todos los países.

P. ¿Había un perfil socioeconómico o circunstancias especiales en las familias de esos niños?

R. Hemos intentado ver si existía relación con distintos tipos de familias, si estaban estructuradas o no o qué nivel de recursos tenían y no sale nada concluyente. Encontramos desde pequeños que viven en zonas muy exclusivas hasta otros de procedencia humilde. También había el mismo número de niñas que de niños.

P. ¿Sabían los padres lo que hacían sus hijos?

R. En el 99% de los casos, no.

P. ¿Y cuál era su reacción cuando les enseñaban las imágenes?

R. No se acababan de creer que su hija o su hijo era el que aparecía allí, se asombraban. Creían que tenían el control y que lo estaban haciendo bien.

P. ¿Qué aconsejan a esos padres?

R. Que creen un clima de normalidad alrededor de lo que hacen sus hijos con el móvil o la tableta, porque eso no podrán evitarlo, interesándose por lo que ven y comparten.

P. ¿Qué hacer para evitar que los niños suban esos vídeos?

R. Trabajar con ellos la conciencia de lo que hacen y de su autoimagen, de lo que van a subir o enviar. Además, hay que pasar tiempo de calidad con los niños. Sentarse junto a ellos cuando cogen la tableta, ver lo que buscan, qué reciben e intercambian, cómo son sus perfiles en redes.

P. ¿Cómo es posible que los niños puedan subir un vídeo a YouTube si para abrir una cuenta hay que tener más de 13 años?

R. Lo hacen a través del móvil, que está vinculado a una cuenta de correo [exigido al configurar un teléfono] de sus padres. En teléfonos Android, se necesita forzosamente un correo de Google que te identifica en YouTube. En algunos casos los padres les habían creado una cuenta para sus tabletas o móviles.

P. ¿Qué subían los niños?

R. Estaban desnudos, se filmaban con objetos, en el dormitorio o en el baño. No se trataba de contenido erótico, de posturas provocativas. Era contenido sexual.

P. ¿Había adultos?

R. En algunos casos había adultos que contactaron con los niños y les pedían vídeos. Eso es lo que más nos preocupa.

P. ¿Se manejan esos vídeos en las redes de pedófilos?

R. No podemos saber exactamente qué recorrido han hecho.

Una foto cómica que acaba en el ordenador de un pedófilo

El Grupo III de Protección del Menor de la Unidad Central de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional se sienta alrededor de una larga mesa con carpetas y los ordenadores que escrutan cualquier rastro de contenido pedófilo en webs y redes. No hay mucha luz y sí pósters de la Policía y de Interpol. Uno de los agentes explica que incluso un padre o madre que maneje perfectamente la tecnología y crea que conoce lo que hace su hijo con el smartphone puede equivocarse. "Los niños saben borrar lo que almacenan para que los adultos no descubran las imágenes que se bajan". ¿Y esa facilidad para subir vídeos? "Es realmente sencillo, al grabar desde la app de YouTube una pestaña permite que se suban de inmediato".

La clave para evitar que se suban esas imágenes que ellos han encontrado, muchas de ellas ya borradas por las plataformas de publicación a través de sus mecanismos de reconocimiento facial y antropométrico, es educar a los niños y adolescentes. “Cuando tienen 12 o 13 años ya se echan novio o novia. Y eso dura un mes. Hay que decirles que por mucho que el otro les diga cuánto les quiere no deben enviarle imágenes sexuales de ningún tipo, porque a saber luego dónde acaban esos vídeos o esas fotos”.

Estos policías, bregados en perseguir los delitos de los que son objeto los niños a través de Internet, recalcan que las fotos o los vídeos de niños que los propios padres suben a las redes porque son graciosas, desprovistas de erotismo, pueden acabar en el ordenador de un pedófilo. “Como en uno de los casos que hemos investigado. Un hombre tenía una carpeta en el PC con más de 100 fotos de críos muy pequeños haciendo pis en la calle o en un parque”, alerta un agente.

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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