El hielo se resquebraja bajo los pies de Alaska
Inviernos más cortos y primaveras inusualmente cálidas derriten glaciares y ríos, alterando la vida de la ciudadanía
Existe un juego en Alaska con más de un siglo de antigüedad que define el comienzo de la primavera. Los habitantes apuestan qué día y a qué hora exacta se hundirá el trípode instalado sobre el río helado de Tanana, cuando empiecen a subir las temperaturas. Este domingo a las 12.21 se registró el cambio de estación, la primavera más temprana en los 102 años de esta tradición iniciada por ingenieros ferroviarios. La antesala del verano más calurosa en los últimos 50 años, con un aumento de 1,2 a 2 grados contribuyó al nuevo marcador. También a que los ríos, que son carreteras en invierno en muchas zonas del Estado, se debilitaran anticipadamente y causaran la muerte de varias personas que se transportaban en motonieves. Este es el Alaska del cambio climático, un territorio estadounidense donde el deshielo de las montañas alcanza una velocidad sin precedentes en los últimos 400 años.
En Klawock, una ciudad en el sureste de Alaska, este marzo era posible encontrar gente en manga corta. El día 19, los termómetros marcaban por primera vez en su historia los 21,1 grados, sumándose así a la lista de localidades que rompieron su mayor registro en el tercer mes del año. El experto climático Rick Thoman tuiteaba entonces sobre el “irracional calor” que azotaba a su tierra, donde los efectos del cambio climático se amplifican porque el calentamiento del océano contiene menos hielo marino, apuntaba. Dominic Winski, glaciólogo e investigador del Dartmouth College (New Hampshire) es el autor principal de un estudio que asegura que el calentamiento en Alaska es producto de un aumento de las temperaturas en el océano Pacífico tropical. A su vez, la investigación a su cargo prevé que los glaciares de montaña pueden acelerar el deshielo sobre los que están a nivel del mar a medida que el Ártico continúe calentándose.
El informe de Winski, publicado el año pasado en el Journal of Geophysical Research: Atmospheres, advierte que en el Monte Hunter, el pico más alto de Norteamérica, la nieve se está derritiendo 60 veces más rápido, convirtiéndose en la montaña donde el deshielo alcanza las cifras más altas en los últimos cuatro siglos. “Comprender cómo los glaciares de montaña están respondiendo al cambio climático es importante porque proporcionan agua dulce a áreas densamente pobladas y pueden contribuir al aumento del nivel del mar”, explicó Winski en su día.
Estas cifras monstruosas tienen repercusiones cotidianas para los habitantes. Muchas aldeas rurales dependen del frío invierno. Ahí es cuando ellos pueden ocupar los ríos congelados como carreteras para llegar a sus citas médicas en las ciudades más grandes, y cuando los camiones logran acceder para proveer suministros. Pero el invierno cada vez se atrasa más y el verano se adelanta, lo que impide que el hielo de los ríos sea lo suficientemente denso cuando se congelan. En marzo, varios habitantes murieron mientras se trasladaban en sus motonieves sobre los ríos helados, porque no estaban demasiado firmes. Los cambios de temperatura repercuten en el hábitat de los peces y la vida silvestre, importantes para la subsistencia de muchos lugareños.
La velocidad a la que la temperatura de Alaska se ha estado calentando es dos veces más rápida que el promedio mundial desde mediados del siglo XX. Existen muchas zonas del Estado, especialmente en la costa oeste, el interior central, y la bahía de Bristol, donde las temperaturas duplican la tasa promedio de EE UU continental, según la Cuarta Evaluación Nacional del Clima.
Los esquimales ven su dieta amenazada
Barrow, Alaska, es la ciudad más al norte de Estados Unidos. Solo se puede llegar volando o en barco cuando el hielo marino lo permite. Algunos científicos la llaman la zona del cambio climático. Cada vez es más frecuente ver agua donde antes había hielo en ese rincón del mundo. Eso ha ocasionado un fuerte aumento de barcos turísticos que llegan allí por rutas que antes eran inviables. Los esquimales temen, según un artículo publicado por Smithsonian, que los problemas del aumento del tráfico afecten a su suministro de alimentos. Gran parte de su dieta (focas, morsas y ballenas) pueden ser desplazadas por la actividad humana.
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