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Columna
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No busque parásitos en la inmigración

Los altos ejecutivos que se autoadjudican salarios millonarios alimentan la desigualdad social

Gabriela Cañas
Tom Enders, presidente de Airbus, el pasado mes de febrero en Munich (Alemania).
Tom Enders, presidente de Airbus, el pasado mes de febrero en Munich (Alemania).Alexander Hassenstein (Getty Images)

Hoy, 10 de abril, el presidente de Airbus deja su puesto. El alemán Tom Enders percibirá por su retiro 36,8 millones de euros. En España, el salario medio bruto de un trabajador es, redondeando al alza, 24.000 euros anuales. Así, con lo que gana una sola persona viven en la Europa del sur 1.533 durante un año. Probablemente suena demagógico, pero así es la realidad.

Las sociedades europeas parecemos dispuestas a renunciar a la redistribución de rentas iniciada en la era contemporánea. Tienen razón quienes alegan que los empresarios generan empleo y, por tanto, riqueza. Pero conviene desbrozar los datos, porque no es lo mismo el emprendedor que monta una empresa que el ejecutivo con potestad de decidir sobre su propio sueldo con tanta generosidad, como denuncia a menudo el Nobel de Economía Paul Krugman. Tampoco son equiparables todos los salarios. No es lo mismo que un directivo de Inditex cobre mucho a que lo haga, por ejemplo, Rafael Villaseca, que como consejero delegado de Naturgy se embolsó el año pasado 15,45 millones. Naturgy es heredera de alguna compañía pública, pero el sector fue privatizado en 2002. Una pena que no quedara en manos del Estado, que seguramente pondría más interés en reducir las facturas de la luz y obtendría beneficios mejor repartidos.

Los salarios no se recuperan al ritmo que lo hace la economía. La pérdida de poder adquisitivo está en el origen de las protestas de los chalecos amarillos e incluso los Gobiernos socialdemócratas se resignan a este freno en la redistribución de la riqueza. Los Estados alemán y francés poseen cada uno el 11% de las acciones de Airbus, mientras que el español detenta el 4,16%. ¿Tiene algo que decir sobre la indemnización millonaria de Enders el Gobierno socialista español? ¿Y sobre su propia decisión de nombrar (con un salario de medio millón) al presidente de Red Eléctrica Española, firma semipública que opera en monopolio?

Los beneficios del crecimiento se disipan antes de llegar al ciudadano y los directivos de grandes compañías tienen algo que ver con ello. El populismo estigmatiza a los inmigrantes como “parásitos”, pero tal condición resulta más acorde con los anteriores. Muchos le dan la vuelta a principios básicos de gestión —como cobrar primas de empresas en números rojos— con tal de seguir llenándose los bolsillos. Tras una fusión suele haber despidos, pero Carlos Ghosn, hoy perseguido por la justicia nipona, se duplicó el sueldo (hasta los 15 millones) tras unir a Renault (participada por el Estado francés) con Nissan.

Fijar salarios mínimos es una buena medida. Las propuestas de establecer topes no cuajan y, sin embargo, deberían aplicarse al menos a las compañías en las que el Estado participa. La desigualdad, que aumenta tanto en España, tiene nombres y apellidos y suelen ser, por cierto, muy masculinos. Demasiadas brechas.

Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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