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La científica que combate la pobreza con pintura

La valenciana Pilar Mateo trabaja desde hace 22 años en la erradicación de enfermedades endémicas vinculadas a la pobreza mediante una pintura insecticida de control de plagas. Para poner en acción su invento, se ha integrado en las comunidades más desfavorecidas del hemisferio sur, implicándose también en su desarrollo y en la mejora de su educación.

Si la historia de Pilar te ha hecho pensar y tú también quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo

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Uno espera que, cuando te recibe una de las científicas más prestigiosa del mundo, con más de 20 premios nacionales e internacionales, ocho patentes, 150 colaboradores a su cargo y 40 proyectos contra enfermedades en campo abierto, acepte la sumisión de un saludo cortés que marque las distancias. No: Pilar Mateo Herrero (Valencia, 1959) te da directamente un abrazo, te regala una sonrisa y te mira a los ojos buscando romper tus prejuicios. No es protocolo ni postureo; Pilar es la ciencia que abraza, literalmente. Hasta tres veces nos lo recordará durante la entrevista.

Ella es la excelencia en Químicas, esa parte de la ciencia abstracta que entierra los sueños de cualquier niño con ganas de convertirse en conquistador del mundo. Todos quieren ser astronautas pero nadie piensa en la electrolisis; Pilar lo ha conseguido. Ha fabricado su pócima milagrosa, un invento con una misión social capaz de ayudar e inspirar a millones de personas. Su gran patente es InesFly, una pintura que salva vidas al llevar incorporada una tecnología de microencapsulación que permite una liberación retardada del insecticida de hasta 18 meses. La pintura está consiguiendo no solo acabar con las cucarachas de nuestro sistema de alcantarillado, sino erradicar el mal de chagas, la malaria o la leishmaniasis allí donde los insectos no dan asco, sino que te matan. Pilar lo ha conseguido solo con química... y también con abrazos; porque ella no solo lleva la pintura y la brocha, la valenciana se implica, llora y vive con la gente de las comunidades vulnerables donde lleva sus patentes.

Conocimiento en acción

Hay un viaje muy personal y terrenal hasta llegar a esa pintura mágica. Pilar fue antes inventora que científica. Lo era cuando fabricaba vendas frías con sus potingues para envolver a su madre y bajarle unos kilitos, hasta que casi la mata. Y lo seguía siendo cuando sisaba disolventes de la fábrica de su padre para fabricar gasolina gratis, hasta que le reventó el coche: “Yo he sido siempre un trasto. Mis padres han sufrido mucho conmigo”, nos dice, medio orgullosa, medio resignada.

En realidad, con esa tolerancia consentida, sus padres estaban macerando un talento colosal para poner la ciencia en acción. Esa libertad experimental tan pragmática es la misma que 30 años después la llevaría a revolverse contra cientos de chinches y vinchucas que bajaban a merendar a su cuerpo en su primera noche durmiendo en el Chaco boliviano, una de las zonas más pobres de América del Sur y conquistada por el mal de chagas: “A partir de ese momento, el miedo se convirtió en rabia y la rabia, en acción. Es muy duro. Fui para unos días y me quedé un año”. O que la llevaría también 50 años más tarde a maquinar ideas que a otros les pueden parecer simples locuras: “Ahora quiere hacer pastillas de calcio para el tercer mundo con las cáscaras de huevo que tiramos a la basura. Está todo el día así”, nos cuenta con una mueca algo desesperada Jéssica López de Mateo, su hija y abogada de la empresa familiar.

Pilar Mateo, en el Chaco boliviano.
Pilar Mateo, en el Chaco boliviano.Somos 5

Pilar es ciencia todo el rato, pero también es indígena, guaraní, hija y madre. Cuando habla de sus viajes no habla solo de su pintura, habla –con lágrimas en los ojos– de la gente que está esperándola como última esperanza de vida. Habla de su frustración e ingenuidad al pensar en una pintura para casas que descubre sin paredes, para gente cuya única posesión es el hambre; o de observar cómo la pobreza en Bolivia, México o Ghana es siempre muy femenina. Habla de que todos estos enfermos son silenciados y se indigna con una fuerza que asusta: ¿cómo es posible que una enfermedad erradicada hace 50 años en la mitad del planeta siga matando en la otra mitad? Intentar justificar la respuesta asusta aún más.

Los científicos no dejan de aprender y Pilar es de las que no elige a sus maestros por lo que lleven en los bolsillos. Tras muchos años conviviendo con el pueblo indígena se convirtió en una más, aprendiendo e intercambiando ciencia por experiencia, por calor humano. De tanto rondar la muerte en aldeas, donde el 80% de los habitantes estaban contagiados de chagas, aprendió a despedirla con abrazos. Como a Berta, una mujer que buscaba empoderarse como profesora y a la que sorprendió un infarto causado por el chagas. Esa gran lección guaraní se la trajo a Valencia cuando le tocó decir adiós a su gran mentor, al que cuidó de sus hijos mientras viajaba por el mundo, al dueño de aquella fábrica de barnices donde todo empezó: su padre. “A mis hijos les dije que teníamos que estar ayudándole a morir. Yo le tocaba el corazón y le decía: ‘Qué grande eres, papá, lo has hecho todo en la vida. Estamos contigo’... y todo eso lo aprendí del mundo indígena”.

Hermanos de sangre

“Los insectos nos hacen hermanos de sangre, van a picar a un blanco a un negro, a un musulmán, a un cristiano; ojalá la gente entendiera que somos todos hermanos a través de la picadura de un mosquito”. El discurso de Pilar puede empezar con la microencapsulación de biopolímeros de su pintura, o con el DDT, o con la quinina, pero acaba siempre hablando de personas, derribando prejuicios y desigualdades, dando sentido a todo su trabajo, a su vida, a la nuestra.

La científica, en su laboratorio de Valencia.
La científica, en su laboratorio de Valencia.Somos 5

Quizás porque su niñez sigue jugando en su vida. Su padre sigue presente; un retrato de casi dos metros preside su despacho. Nos cuenta una y otra vez que creció rodeada de un cariño que estimuló su talento, también regalado: “Tengo conocimiento pero no he elegido mi cerebro, es una cuestión de azar. Nací en un sitio que no elegí y tampoco me preguntaron si quería tener este cerebro.” Una mente tan brillante en el conocimiento como en la forma emocional de administrarlo. No es de ningún sitio y a la vez es de todos. Tiene conocimiento y lo usa sin alardes, sin complejos.

La mejor lección de una eminencia como Pilar no es el reconocimiento de su obra, sino cómo ha sido el camino hasta llegar a ella. Que no importe dónde te tocó nacer, el cerebro que te regalaron los genes, el nivel de ciencia o la cantidad de conocimiento adquirido; que no importe si eres neurocirujana, profesora o panadera, sino la manera de compartir con los demás esa mochila de sabiduría que te ha tocado cargar, de ponerla en práctica para construir un mundo mejor para tus hermanos de sangre.

Ese es el tercer y el más importante regalo, su mejor abrazo.

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Contenido adaptado del vídeo de Pilar

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Doscientos dieciséis millones de personas padecen malaria en el mundo, una enfermedad que se erradicó en España en 1964, y 6,5 millones sufren el mal de chagas. Ambas enfermedades son transmitidas por insectos. Pilar Mateo es una de las mejores científicas de España y ha desarrollado una pintura que libera insecticida lentamente ayudando a combatir estas enfermedades y reducir los contagios. También es la fundadora del Movimiento de Mujeres Indígenas.

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Yo soy inventora desde pequeña. Mi padre montó una fábrica pequeña de barnices. Tal vez estudié la carrera de Químicas por esa influencia y con la ilusión de poder estar trabajando en cosas que pudieran ayudar a mi padre y que no hiciera él, pero siempre vigilando el tema del medio ambiente.

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Me especialicé en corrosión metálica y electroquímica. Yo desarrollé una tecnología de microencapsulación polimérica que, aparentemente, era una pintura para combatir insectos, que lo que hace es liberar lentamente el producto. Lo más importante es que los mosquitos que tengamos no transmitan enfermedades, no eliminar los mosquitos de la faz de la tierra, y así se hace una reducción de poblaciones de los insectos y, por lo tanto, poder llegar a controlar una enfermedad.

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Yo no conocía ni lo que era la malaria, ni el dengue ni el chagas, pero vino a buscarme de Bolivia el doctor Cleto Cáceres. Cuando Cleto me dijo: “Doctora, mi pueblo se muere, el 85% de la población está enferma de chagas”, me impresionó mucho.

Fui a Bolivia con una tecnología que parecía importante para ser utilizada para el control del chinche que transmite el mal de chagas, en unas microcápsulas que son capaces de liberarse poco a poco a través de un cuerpo como es la pintura, y me encontré con una realidad: que las viviendas no tenían paredes. Empecé a organizar para hacer casas; al final, evidentemente, si no tenían paredes, tendría que hacerlas. Y ahí mi vida cambió.

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Había una falta de alegría por vivir, donde mujeres que tienen todo el tiempo por estar en la selva lo tenían todo descuidado porque no tenían ni conocimiento ni ganas y porque sus hijos se morían. Y no tuve tiempo de empezar a ponerme a pensar “Tengo que cambiar, ni tengo que hacerme indígena”… es que me hice.

02:37

Me di cuenta de que tenía una conexión muy fuerte con las mujeres, porque la pobreza es muy femenina, y cuando hay una situación de pobreza extrema, la mujer todavía es más pobre porque sufre muchas otras situaciones que todos ya conocemos.

02:54

No han tenido la oportunidad de saber, de aprender, chicas con 16 años que son madres a lo mejor de dos o tres hijos, niñas que han sido violadas por sus padrastros, por sus padres, y no tienen ningún tipo de oficio, con unas casas horrorosas, que son maltrechas, y así creamos el Movimiento de Mujeres Indígenas, el MoMIM. Creemos que podemos salir adelante si somos capaces, que el movimiento de mujeres es eso: moverse. Hay que empezar a hablar del conocimiento, de enseñar, de formar y a salir hacia delante.

03:26

La ciencia tiene que escuchar, tiene que saber los problemas, tiene que solventarlos y tiene que abrazar. Es lo que tenemos que hacer los científicos. Y para eso es importante el conocimiento y la acción.

03:43

Hemos hecho proyectos muy importantes en Bangladés y en Nepal de leishmaniasis, estamos con el dengue en México y en otros países, estamos con malaria… Lo más importante es que esta tecnología va a estar disponible para aquellos sitios donde hay una enfermedad transmitida por un insecto. Y esa es mi gran ilusión.

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¿Podemos decirle ahora a una persona en África que no hay solución?

Este contenido ha sido elaborado por Yoigo.

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