_
_
_
_

Denuncias sin nombre propio en Colombia

Las figuras públicas que declararon haber sido víctimas de abusos sexuales se reservaron la identidad de sus agresores

Santiago Torrado
La campaña 'No es hora de callar' en Tumaco (Colombia).
La campaña 'No es hora de callar' en Tumaco (Colombia).Cortesía de Juan Manuel Vargas (EL TIEMPO)
Más información
Brasil, en marcha contra el machismo
La marea verde acelera en Argentina
La gran ola que cambia Chile empezó en la universidad
México, el acoso nuestro de cada día

El Me Too aterrizó en Colombia mientras el país batallaba por dejar atrás un conflicto armado de más de medio siglo. La resonancia del movimiento mundial para denunciar los acosos y abusos sexuales contra las mujeres se dejó sentir cuando varias periodistas y figuras públicas declararon haber sido víctimas -principalmente en entornos laborales-, pero sin llegar a mencionar por nombre a sus agresores, lo que de alguna manera diluyó su impacto.

De lejos, el caso más notorio fue el de Claudia Morales, quien relató en su columna del periódico El Espectador cómo había sido violada por “un hombre relevante en la vida nacional”, con “otras evidencias que amplían su margen de peligrosidad”. Sin embargo, la misma columna reivindicaba su derecho al silencio. Pese al enorme revuelo que provocó, Morales, con un extenso recorrido en los principales medios colombianos y en la oficina de prensa de la Presidencia de la República durante el gobierno de Álvaro Uribe, reafirmó en sendas entrevistas que prefería mantener en secreto la identidad de su violador.

“Todavía no hay garantías para las mujeres que se decidan a contar sus historias con todos los nombres, me parece que en ese sentido la repercusión en Colombia es modesta”, valora la escritora Pilar Quintana. Cobijada por esta nueva ola feminista, e inspirada por los relatos de otras mujeres, la autora de La Perra se animó a escribir en un comentado artículo sobre su propia historia de maltrato físico a manos de su exmarido, quien la ahorcó hasta casi asfixiarla.

Cuando Me Too estalló con toda su fuerza, Colombia, donde el cuerpo de la mujer muchas veces se convirtió en botín de guerra, ya se había visto sacudida por debates relacionados con el género y la violencia sexual que ejercieron los distintos actores armados. El gobierno selló un acuerdo de paz con la exguerrilla FARC a finales de 2016. En el marco del conflicto armado, más de 15.000 personas fueron víctimas de violencia sexual, según el informe La guerra inscrita en el cuerpo, del Centro Nacional de Memoria Histórica. De ellas, el 91,6 % fueron mujeres.

En el país andino, al Me Too y todas sus derivaciones lo precede también la campaña No es hora de callar, que promueve desde hace ocho años la periodista Jineth Bedoya con el propósito de que las víctimas de violencia sexual alcen la voz y denuncien las agresiones. Después de haber sido secuestrada, torturada y violada por paramilitares cuando realizaba una investigación en una cárcel en las afueras de Bogotá, en el 2000, Bedoya se ha convertido en una de las principales voces de las víctimas en América Latina. “Estamos en un momento definitivo. Si las mujeres no nos subimos a esta ola, vamos a tener que asumir la responsabilidad frente a la historia de lo que no fuimos capaces de hacer”, le dijo el pasado septiembre a este diario.

Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.

Más información

Archivado En

_
_