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“La epidemia de ébola actual nos ha sorprendido a todos”

Richard Preston, autor del libro ‘Zona Caliente’ asegura que el brote solo será erradicado con una intervención humanitaria internacional

Richard Preston durante su participación en un foro de Reddit.
Richard Preston durante su participación en un foro de Reddit.RICHARD PRESTON FACEBOOK

Cuando el escritor Richard Preston supo en 1989 que en un laboratorio de investigación biológica, a pocos kilómetros de Washington, decenas de monos habían fallecido a causa de un virus sin identificar, sus fuentes para corroborarlo eran muy limitadas. Colegas científicos le dijeron que hablara directamente con el Ejército de EE UU. Preston, autor especializado en enfermedades contagiosas y responsable del libro “Zona Caliente”, popularizó en los años 90 la fatalidad del virus del ébola, que en su último brote ya ha infectado a más de 2.000 personas en varios países de África.

A finales de los 80, sin embargo, la amenaza estuvo a punto de estallar a orillas de la Casa Blanca. El escritor quería contar entonces la historia de cómo se habían infectado todos los ejemplares de monos salvajes de un laboratorio del Instituto Médico para la Investigación de Enfermedades Infecciosas del Ejército de EE UU. Acababan de llegar, además, a través del aeropuerto JFK de Nueva York. Decenas de personas habían tenido contacto con ellos sin saberlo.

“Mi interés había surgido tras hablar con varios científicos sobre el VIH y me dijeron entonces que el virus era la punta del iceberg”, recuerda Preston. El escritor aprendió entonces, y sigue alertando de ello siempre que puede, que conocemos “apenas una parte de una gran cantidad de enfermedades esperando para saltar a la especie humana desde el mundo natural”.

Su relato del exterminio de aquellos monos infectados de ébola, que requirió la entrada de especialistas del Ejército de EE UU equipados con trajes especiales, se convirtió en un existoso artículo de la revista The New Yorker. “Lo recuerdo como una escena de cualquier libro de Michael Crichton”. Después llegarían el libro ‘Zona Caliente’ y la película del mismo título.

“A nadie le interesaba el asunto por aquel entonces. Sólo había unos cuantos locos que quisieran leer sobre esto”. Preston terminaría viajando a África para cubrir diferentes brotes de ébola. En 1992 escribió “Crisis en la Zona Caliente” para la revista estadounidense, un artículo que daría a conocer el virus entre el público. Tres años después, desde el Congo, Preston escribió “el pasaje más terrorífico de su carrera” durante un reencuentro con el virus.

La evolución natural del virus es buscar cómo perpetuarse en nosotros”

“Creo que casi todos los autores de libros partimos de algún tipo de obsesión personal, para mí lo más importante era acercar esa información de la naturaleza al público en general porque todos somos vulnerables a los nuevos virus, no hay ninguna diferencia entre los seres humanos”. Preston explica que virus como el del ébola tienen una “estrategia de supervivencia”. Él lo compara con un vampiro “son inmortales e imposibles de erradicar”. Su estrategia consiste en saltar de una especie a otra, garantizando que vive generación tras generación, por lo que su llegada a la especie humana puede tener efectos potenciales tan graves.

“La epidemia actual nos ha sorprendido a todos, nadie anticipaba un brote tan gigante que además pudiera llegar a grandes ciudades en África". El autor plantea que una de las grandes preocupaciones en este momento es si el virus puede establecerse en la especie humana. “Funciona con un mecanismo biológico muy inteligente y su esperanza es ser inmortal, mutando en un nuevo organismo -el cuerpo humano- para poder moverse y así subsistir de manera interminable. La evolución natural del virus es buscar cómo perpetuarse en nosotros”.

Preston explica que como en cualquier batalla, cuando el conocimiento del enemigo puede jugar un papel clave, los médicos han perdido contacto con el ébola y, por tanto, tienen menor capacidad de acabar con él. Aún así, el experto se muestra optimista: “La epidemia durará varios meses, pero seremos capaces de contenerla”. La diferencia la marcará, dice Preston, la ayuda internacional, con la llegada de recursos económicos y materiales, así como el envío de expertos que puedan seguir el virus sobre el terreno. “La batalla de ahora en adelante es gigantesca, hay médicos y enfermeras perdiendo la vida por el virus, la situación es tremendamente compleja”, afirma el escritor.

Para Preston no cabe la posibilidad de que se produzca un gran brote en diferentes países. “Puede que haya casos puntuales porque la gente sigue viajando, pero si llegan a Occidente, los países tienen suficiente capacidad para cuidarles y proteger al resto de la población. “Tenemos que tener en cuenta las diferencias con los medios en África, allí se trata a 30 y 50 personas en una misma sala, las condiciones sanitarias y de higiene son muy malas y apenas hay un médico para cuidar a todos estos enfermos, muchos de ellos en grave riesgo de muerte”. Allí las condiciones son tan pobres que incluso aquellos que llevan trajes especiales no están completamente protegidos.

El otro factor determinante en el fin de esta epidemia podría ser la llegada del suero experimental con el que han tratado a los dos estadounidenses evacuados de Liberia, pero está lejos de hacerse realidad. “Hay sueros que están siendo desarrollados por el gobierno de EE UU pero que ni siquiera se sabe todavía cómo funcionan en humanos”, dice Preston. El experto afirma que estos tratamientos, probados hasta ahora en ratones, son creados a partir de los anticuerpos creados por sus organismos para vencer al virus. En otros casos, el anticuerpo se crea de manera artificial, pero se desconoce todavía su comportamiento de ser introducido en el cuerpo humano, un tratamiento que solo se debe aprobar, dice Preston, si se considera que la persona moriría en cualquier caso de ébola. Su aplicación a gran escala, como llegó a anunciar erróneamente el gobierno de Liberia, no solo está muy lejos de cumplirse, también plantea un importante conflicto ético aún por resolver.

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