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El Senado mexicano estudia subir la edad mínima para el matrimonio a 18 años

El Código Civil Federal, de 1928, diferencia según el sexo: 16 para hombres y 14 para mujeres

Paula Chouza
Una joven de 16 años posa con su hijo de unos meses en San Cristóbal de las Casas, Chiapas (México).
Una joven de 16 años posa con su hijo de unos meses en San Cristóbal de las Casas, Chiapas (México).SAÚL RUIZ

Al acabar sus estudios de magisterio, Areli comenzó a trabajar en una escuela de Cuyuxtlahuac, en la sierra de Guerrero, al sur de México. Un día el director del centro educativo de la comunidad, de 1.500 habitantes, le propuso un pacto: contraer matrimonio con un vecino a cambio de cuatro vacas. Él, por el trámite, se quedaría con una. “Para la edad que tienes [21 años en aquel momento] yo de ti aceptaría”, cuenta que le dijo su superior. Areli era una adulta llegada de Acapulco, donde se vive una realidad diferente, pero en el municipio de Alcozauca las mujeres son entregadas siendo niñas. “Cuantos más años tienen, menos valen, así que la oferta no era mala”, explica la joven.

Más allá de lo que para ella fue una anécdota, los matrimonios a edad temprana no son una excepción en México. El Código Civil Federal, un reglamento aprobado en 1928, establece que la edad mínima para casarse es de 14 años en el caso de la mujer y 16 en el del hombre. Lo mismo que afirma la doctrina jurídica de la Iglesia católica: “No puede contraer matrimonio válido el varón antes de los dieciséis años cumplidos, ni la mujer antes de los catorce, también cumplidos”.

Senadoras de las tres principales fuerzas políticas en el país han presentado una iniciativa en la Cámara alta para reformar y derogar varias disposiciones del código civil vigente con la intención de fijar la edad mínima para el matrimonio en 18 años. “El texto aún continúa en estudio en las comisiones” informa la legisladora perredista Alejandra Barrales, una de las impulsoras del texto. “Los matrimonios infantiles o entre adolescentes perjudican o impiden satisfacer las necesidades elementales de niñas y niños. De acuerdo con la ONU este tipo de matrimonios viola los derechos humanos, independientemente de si la persona involucrada es una niña o un niño. Amén de que se trata de la forma más generalizada de abuso sexual y explotación de las niñas”, reza la iniciativa.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía durante 2013 había en México 19.8 millones de niñas y adolescentes menores de 18 años, de las cuales 4.5 millones, es decir, el 23%, estaban casadas. Las estadísticas muestran también que 55.200 niñas se han convertido en esposas antes de cumplir los 15 años.

La propuesta de reforma señala que la norma actual “tiene sus raíces en la discriminación por razones de género y alienta el embarazo prematuro”. México, de hecho, es el país de la OCDE con la tasa de natalidad más alta entre los 15 y los 19 años, según el informe de Estado de la población mundial 2013 de la ONU. 

Los estudios nacionales citados en la iniciativa del Senado también corroboran el fenómeno: la Secretaría de Salud federal indica que el 17,6% de los nacimientos totales en México corresponde a niñas, adolescentes y mujeres menores de 20 años; según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012, una de cada dos adolescentes de 12 a 19 años que inicia su vida sexual queda embarazada; el embarazo o haber tenido un hijo es la cuarta causa de deserción escolar entre los 15 y los 19 años; las probabilidades de que las adolescentes en este rango de edad mueran debido a complicaciones durante el embarazo, parto o posparto son dos veces mayores que las de una mujer de 20 a 30 años.

El texto fue elaborado en colaboración con la organización GIRE (Grupo de Información en Reproducción Elegida), que plantea la medida dentro de una campaña para prevenir el embarazo adolescente.

María Ofelia Reyes Nicolás, catedrática de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México considera que la propuesta de reforma es buena, aunque cree que un mínimo de 21 sería mejor. “El cuerpo de una mujer queda completamente formado a esa edad, no antes”, explica. La madurez emocional también es otra. “Cuando se ha llevado a cabo el matrimonio las familias piden al chico que deje los estudios y encuentre un trabajo. Como no tiene formación no va a conseguir un puesto cualificado con un sueldo alto, por lo será más complicado cubrir las necesidades de la familia. Además, comienza a haber problemas de comunicación en casa y la pareja, con el embarazo, desaparece porque todo se centra en cómo cubrir los gastos. Los jóvenes tienen necesidad de divertirse y ya no pueden. A menudo, carecen de elementos y educación para atender a un nuevo individuo, lo que lleva al maltrato a los infantes, violencia entre los cónyuges… una mezcla de problemas que se vienen cuando los padres no están preparados para serlo”, enumera la experta como consecuencias negativas de un matrimonio prematuro.

Aunque la norma federal establece el mínimo de 14 años para las mujeres y 16 para los hombres, 17 entidades del país ya han modificado sus códigos y no permiten casar a menores de 18, aunque admiten excepciones. En la actualidad son Baja California, Chihuahua, Colima, Durango, Michoacán, Nayarit, Sinaloa y Veracruz los estados que todavía se rigen por la ley de 1928.

“Queremos atender las recomendaciones internacionales”, asegura la senadora Barrales. El derecho a elegir y aceptar libremente el matrimonio está reconocido en la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), que establece que el consentimiento no puede ser “libre y completo” cuando una de las partes involucradas no es lo suficientemente madura como para tomar una decisión con conocimiento de causa sobre su pareja y su proyecto de vida. En México, cuatro de cada diez embarazos adolescentes no son planeados o deseados.

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Sobre la firma

Paula Chouza
Periodista de Política en EL PAÍS. Participó en el lanzamiento de EL PAÍS América en México. Trabajó en el Ayuntamiento de A Coruña y fue becaria del Congreso de los Diputados, CRTVG o Cadena SER. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, Máster en Marketing Político y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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