“Lo único repartido entre todos en Colombia fue el miedo”
La dirigente campesina lideró un paro de 52 días en el norte del país
Olga Quintero dice que nació en Quindío, que se crió en los Santanderes pero que es catatumbera. Y a quien no conozca la geografía colombiana le vienen a la mente ritmos caribeños al oírla decir esta última palabra. Pero aquí se borra su sonrisa y lo que sigue es un recuento de masacres y crímenes cuyas fechas y números de víctimas sabe de memoria. A sus 33 años, es madre, estudiante y una de las dirigentes de la Asociación Campesina del Catatumbo, que el año pasado protagonizó un paro de 52 días. “Logramos sentar al Gobierno en la mesa”, cuenta orgullosa. Dos semanas después, su ejemplo fue seguido a nivel nacional en una huelga agraria que tuvo al país en vilo, con las principales carreteras bloqueadas durante 25 días y, al menos, ocho muertos (15 según los campesinos).
“Una vez, en un accidente de tráfico, un compañero casi se desmayó al ver sangre. Le pregunté qué le afectaba tanto. Me contó que en su pueblo, una mujer con seis meses de embarazo fue empalada y decapitada frente a todos por los paramilitares”. Es una de las razones por las que se involucró en la asociación: “Quiero que los míos vivan en paz y que en su memoria haya una Navidad bonita o un cultivo provechoso en vez de recuerdos de dónde, cómo y cuántos fueron asesinados”.
Quintero se mueve por Europa —en una gira para denunciar los problemas del sector agrario colombiano— con una libertad de la que no goza en su país, donde va escoltada por dos guardaespaldas. El pasado 17 de diciembre, dos individuos armados allanaron su casa y, al no encontrarla, amordazaron a la niñera. “Ni el dinero ni la tierra. El miedo fue lo único que quedó bien repartido entre todos en Colombia”, sentencia.
Pero su vida no siempre estuvo ligada a la lucha campesina. Residía en Quindío cuando el terremoto de 1999 obligó a su familia a dejar la ciudad y, con ella, su futuro en la Psicología. “Estaba en el sexto semestre, me costó mucho dejar mis estudios”.
Sin embargo, se adaptó con rapidez al campo y ahora representa a los 10.000 agricultores afiliados a su asociación. “Nuestro mayor logro ha sido la credibilidad. Los campesinos se sienten respaldados y han encontrado respuestas en nuestra organización”. Su siguiente reto es conseguir que el Gobierno, con quien se reúnen periódicamente desde que se levantó el paro, acepte sus reivindicaciones. Quieren un plan de cultivo alternativo para dejar de producir hoja de coca y que Catatumbo sea declarado zona de reserva campesina. “Es duro sentarse a negociar con el Gobierno y que solo te digan que te darán una respuesta en la próxima sesión”. Por eso, preparan una nueva huelga para mayo.
Entre la intimidación, el trabajo en la asociación y la crianza de su niña de tres años, Quintero se esfuerza por encontrar tiempo para estudiar a distancia. La Administración de Empresas ha reemplazado a la Psicología: “No la quise retomar porque temo no poder acabar la carrera. Ya me he sentido frustrada una vez y no quiero que vuelva a pasar”. ¿Lo más duro del campo? “Sembrar los cultivos y que, a la hora de venderlos, no haya quien los compre”.
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