La ‘Hora del Planeta’ es eso: una hora. ¿Y después?
Diez acciones y prácticas sostenibles en nuestro día a día para que el gesto de apagar las luces no se quede en lo simbólico
Son las 21.30 del sábado. Si hemos decidido adherirnos a la iniciativa La Hora del Planeta, convocada por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en sus siglas en inglés) esa hora estaremos volviendo a encender las luces de nuestra casa. Pero ese gesto simbólico no puede hacernos olvidar que cuidar del planeta es una tarea diaria. Así que, ¿por qué no aprovechar ese momento en el que volvemos a ver nuestra casa para hacer un repaso de qué podemos hacer, día a día, para que el hogar en el que vivimos sea energéticamente responsable?
1. Pensar en el gesto de encender las luces
Sólo eso ya nos llama la atención sobre cómo usamos la electricidad en casa. El primer gesto es más sencillo: apagar el interruptor cuando salgamos de una habitación vacía. También es importante posicionar las bombillas de forma adecuada y elegir bien a la hora de comprarlas. La tecnología de lámparas de diodos (LED, en sus siglas en inglés), más moderna y más eficiente que la de fluorescentes, empieza a ser competitiva en precio con esta última. Eso sí: los productos usados en su fabricación hacen que ni las unas ni las otras puedan ser tratadas como basura normal. Si se rompen o se apagan, llévelas a un punto limpio o a su tienda habitual.
2. Sentir la temperatura de la casa
Evitar el frío y el calor dentro de casa se lleva hasta la mitad del presupuesto energético de los hogares. La temperatura en la que nos sentimos a gusto está entre los 17 y 19 grados centígrados —la cifra exacta depende de una variedad de factores— pero el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía (IDAE) nos recuerda que no hace falta tener puesta la calefacción cuando dormimos bajo las sábanas. Un termostato permite mantener estable esa temperatura; de hecho, hay cada vez más hogares que instalan termostatos programables en cada uno de sus radiadores, para regular su consumo conforme a la temperatura de cada habitación. Y en verano, con el calor, un ventilador —sea de techo o sea de pared— consume menos energía y resulta más sostenible que un equipo de aire acondicionado. Y, por supuesto, ver cómo vamos vestidos: quitarnos o ponernos un jersey es mucho más fácil —y mejor para el medio ambiente— que poner la calefacción o el aire.
3. Mirar bien las ventanas
Pero la temperatura de la casa no sólo depende de si tenemos una caldera o un equipo de aire acondicionado eficientes. Según un estudio elaborado por una asociación de empresas certificadoras, el 90% de las viviendas españolas tienen pérdidas de energía. Reformar la casa solo para mejorar su eficiencia energética no suele valer la pena económicamente, pero sí aprovechar otras obras —reformas de techos y fachadas, sobre todo— para llevar a cabo mejoras que permitan que la casa ahorre energía. Pero no todo implica meterse en obras: otras medidas que permiten ahorrar energía son el uso inteligente de las cortinas y las persianas (que reducen la entrada de sol en verano y la aumentan en invierno), verificar que las ventanas cierran bien y no tienen escapes, y que las salidas de humos y chimeneas no dejan entrar el aire de fuera.
4. Revisar nuestros enchufes
¿Qué tenemos conectado a la red que no estemos utilizando? Los cargadores —del teléfono móvil, tableta, ordenador portátil— consumen energía aun cuando no están cargando nada. Según el IDAE, los electrodomésticos con función de espera (o standby, en inglés) se llevan el 6,6% del consumo eléctrico (y 2,3% del consumo energético total) de los hogares, casi tanto como la lavadora. Desenchufar este consumo vampiro permite ahorrar no poca energía eléctrica.
5. Respetar el agua
La primera medida para ahorrar agua es solo abrir los grifos cuando y lo que sea necesario. Ducharse en vez de bañarse —cada vez más casas han adoptado esta costumbre y han cambiado sus bañeras por platos de ducha— y no dejarse el grifo abierto al enjabonarse o al cepillarse los dientes son acciones que no por obvias dejan de ser importantes. Tener difusores en los grifos e instalar cabezales de ducha de bajo consumo también permite ahorrar agua. Cada vez más viviendas consideran la instalación de equipos de reciclado para reducir su dependencia de la red externa y evitar el desperdicio del agua de lluvia.
6. Echar un vistazo a los electrodomésticos
Los electrodomésticos son los segundos mayores consumidores de energía en los hogares tras la calefacción. Hay que procurar que lavadoras y lavavajillas estén llenos antes de utilizarlos, lo que no sólo reduce el uso de electricidad, sino también el de agua. Y secar la colada, siempre que sea posible, en el exterior. Los equipos fabricados hace más de 10 años probablemente sean menos ecológicos y consuman más energía que los actuales.
7. Planear la sostenibilidad en el menú
Cocinar se lleva, según el estudio del IDAE, el 9,2% de la factura energética de los hogares. El horno es el menos eficiente de los equipos de la cocina, al utilizar mucha energía para calentar aire. Por eso lo mejor es aprovechar el espacio —poniendo juntos los platos en la medida en que sea posible— y evitar que el aire caliente se pierda abriendo la puerta del horno solo cuando sea imprescindible. Otros trucos, como trocear la comida antes de cocinarla o utilizar utensilios de cristal o cerámica, permiten usar el horno de forma más eficiente y económica. A la hora de usar los fogones, utilizar lo más posible la olla exprés y siempre elegir una cazuela del tamaño adecuado.
8. Considerar los muebles y el suelo
A la hora de comprar muebles y suelos de madera hay que buscar que procedan de fuentes sostenibles. Etiquetas como la del Consejo de Administración Forestal (FSC, en sus siglas en inglés) certifican que los materiales utilizados son de bosques controlados y no de la tala predatoria. En la medida de lo posible, hay que preferir muebles y suelos de madera maciza frente al contrachapado o el aglomerado —que están elaborados con productos químicos— y, por el mismo motivo, favorecer los clavos y los tacos frente al pegamento.
9. Reflexionar antes de tirar
La expansión del usar y tirar ha aumentado el desperdicio de los hogares españoles. Lo primero que hay que hacer para que nuestra basura no impacte en el medio ambiente es no producirla. Tanto al utilizar menos embalajes como al comprar productos reutilizables reducimos la masa de residuos. Reaprovechar los muebles usados, por ejemplo, El separar entre desechos orgánicos, papel y envases, así como utilizar los puntos limpios, también rebaja el nivel de basuras que producimos.
10. Comprar con sentido común
Y a la hora de reponer, hacer la compra diaria en las tiendas del barrio y elegir productos de origen local reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y, en muchos casos, permiten adquirir productos más sabrosos que en las grandes cadenas de distribución. Comprar con criterio, verificando el origen y buscando etiquetas de certificación medioambiental, suele ser una buena idea. Pero ojo: no todas las etiquetas valen.
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