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Los escritores británicos se rebelan contra la prohibición de enviar libros a presos

El veto trata de promocionar el buen comportamiento de los reclusos

Vista general del centro de la prisión de Pentonville en Londres.
Vista general del centro de la prisión de Pentonville en Londres. Anthony Devlin

El ministro británico de Justicia, Chris Grayling, ha provocado la ira de los escritores británicos con una extraña normativa que prohíbe enviar paquetes a los reos de las cárceles de Inglaterra y Gales salvo en casos de extrema necesidad, como medicinas. Eso significa que los prisioneros no pueden recibir ni libros ni calcetines ni mudas de recambio. El objetivo de la medida es incentivarlos para que se porten bien y puedan así recibir dinero con el que comprar esos objetos. El escritor Mark Haddon puso en marcha el lunes una campaña de recogida de firmas contra la medida que a mediodía del martes había recibido casi 13.000 adhesiones, a tan solo 2.000 de las mínimas necesarias.

Las nuevas regulaciones entraron en vigor en noviembre pasado, pero han sido conocidas por el gran público gracias a un artículo publicado el domingo pasado en la web politics.co.uk por Frances Crook, directora de la Howard League para la Reforma Penal. En su texto explica que según datos oficiales los jóvenes encarcelados suelen pasar 16 horas al día en sus celdas entre semana y hasta 20 horas al día en fin de semana. “Aunque muchos quizás no quieran leer para matar esas horas interminables, muchos chavales que he conocido en prisión son desde luego ávidos lectores. Claro que las prisiones han de tener sistemas para incentivar el buen comportamiento. Pero castigar la lectura es tan repugnante como estrambótico”.

Es un castigo adicional maligno y sin sentido Mark Haddon, escritor

El ministro Grayling sostiene que los prisioneros pueden comprar libros sin quieren con el dinero que ganan por buen comportamiento y pueden también echar manos de los libros de la biblioteca. Pero Crook rechazaba también esos argumentos del ministro: “La realidad es que la mayoría de los prisioneros en un régimen convencional pueden ganar un máximo de 10 o 15,50 libras a la semana, lo que significa que necesitarían ganar casi toda su semana para poder comprar un soplo libro. Ni el más ávido de los lectores suele gastar toda su semanada en lectura”, escribió.

El novelista Mark Haddon, promotor de la recogida de firmas para que el Gobierno anule esa medida, la ha calificado de “un castigo adicional maligno y sin sentido” y quiere que todos y cada uno de los escritores británicos se pronuncien en público contra ella. Muchos ya lo han hecho. “Los libros educan y rehabilitan. Es una locura prohibir que se puedan enviar libros a los prisioneros de las cárceles”, opina a la profesora de Cambridge Mary Beard.

“Una sociedad se juzga por la forma en que trata a sus prisioneros. Prohibir libros es lo primero que hacen los dictadores en un Estadio totalitario”, ha denunciado Susan Hill, autora de The Woman in Black. Anthony Horowitz, autor de la serie de novelas de espionaje Alex Rider ha explicado que se cartea de manera habitual con un joven que está cumpliendo una condena a perpetuidad por asesinato y que se quedó estupefacto al saber que no podía enviarle libros.

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