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JOSÉ MIR, Cirujano con más trasplantes hepáticos practicados en España

“El que dona también sufre graves riesgos”

Hay un 5% de probabilidad de fallecer y complicaciones en un 20% o 30% de los casos Los peligros son menores si la donación de hígado es de padres a hijos

Un refrán jocoso que circula entre cirujanos advierte de que en un trasplante hepático entre vivos “puede morir el 200%: tanto el que dona como el que recibe”. José Mir, el cirujano español que más injertos de hígado ha practicado en España (1.872), rescata esta frase para subrayar el riesgo que comportan estas operaciones. Especialmente para el donante. Mir (1940), jubilado hace tres años tras haber pasado media vida en el hospital La Fe de Valencia, donde dirigió la unidad de cirugía y trasplante hepático, admite abiertamente que no es demasiado partidario de estas intervenciones. “Otros colegas pueden opinar de otra forma”, señala. Y se explica. Cree que no suele compensar el riesgo que corre una persona sana al entrar en un quirófano para extraerle parte del órgano con el beneficio que aporta el trasplante al receptor, generalmente alguien de edad avanzada.

El especialista destaca los “graves riesgos que también corre el donante: existe un 0,5% de probabilidad de que fallezca como consecuencia de la extracción”. Y las complicaciones se presentan “en el 20% o 30% de los casos”. Pueden ser de todo tipo. Desde problemas relativamente leves relacionados con la cicatrización de la herida hasta hernias, lesiones biliares, hemorragias internas —“el hígado es un órgano muy vascularizado”— o incluso cometer el error de dejar una porción hepática demasiado pequeña en el donante, lo que limitaría su funcionamiento.

Cuestión distinta, comenta, es cuando el que cede parte del órgano es adulto y el receptor es un niño (normalmente su hijo). En estos casos basta con extraer un 20% del hígado —entre adultos es el 50%—, por lo que la incisión es menor y los riesgos más controlados. “Además, en este caso el potencial beneficio para el pequeño en forma de aumento de expectativa de vida es muy superior al que darías a un enfermo de edad”, indica.

Los efectos no deseados en los donantes junto al hecho de que, a pesar de la endémica escasez de órganos, en España los índices de donación de cadáver son notables, se traduce en tasas relativamente bajas de trasplante hepático entre vivos, comparado con países como Estados Unidos o Japón. De los 1.084 injertos de hígado practicados en 2012, solo 28 fueron de esta modalidad (el 2,5%). “Y de ellos, seguro que unos 20 fueron de padre a hijo”, puntualiza Mir.

El trasplante hepático entre vivos “presenta más complicaciones que en la donación de riñón”, añade el cirujano. Aunque respecto al resto de trasplantes, el de hígado presenta la ventaja de que es mucho menos exigente en cuanto a la compatibilidad entre donante y receptor. Basta con que coincida el grupo sanguíneo y el RH entre ambos. Lo que permite que haya que administrar menos medicación inmunosupresora a los pacientes y que toleren mejor los fármacos.

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