Todo lo que queda del periodismo
Javier Moreno, Carlos Puig y Denise Maerker debaten en Guadalajara sobre el futuro y los retos del oficio
¿Qué papel le queda al periodismo? A esa pregunta capciosa, porque sugiere de antemano que algo malo le sucede, y con doble sentido, porque contiene una alusión a la prensa impresa, contestaron en la tarde de este domingo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara tres profesionales de este oficio. Javier Moreno, director de EL PAÍS; Carlos Puig, responsable del informativo En 15 de Milenio Noticias; y Denise Maerker, directora del programa radiofónico Atando Cabos y del televisivo Punto de Partida; debatieron sobre la influencia de las redes, el futuro de los medios tradicionales y el recelo de parte de la sociedad hacia ellos. Entre matices, la conclusión fue unánime: más allá de formatos y soportes, del Periodismo, con mayúscula, debe quedar todo.
Moreno abrió el debate recordando una idea que por la mañana había lanzado el escritor israelí David Grossman en su diálogo con Mario Vargas Llosa: que los mass media convierten a los seres humanos en masa, en una turba. La idea lanzada por Grossman estaba envuelta en una metáfora sobre los carruajes de Madame Bovary, en los que viajaban amantes señalados con el dedo por una sociedad, a la que identificó con la prensa. Pero, pese a la belleza de la imagen, al director de EL PAÍS le pareció preocupante esa percepción, compartida por parte de la ciudadanía. “No conozco una sociedad libre sin periódicos fuertes”, dijo. “Si perdemos la capacidad de intermediación de los últimos 150 años vamos a una sociedad mucho peor”.
La influencia de las nuevas tecnologías centró buena parte del diálogo. Maerker pidió no contraponer periodismo y redes sociales. “Es imposible competir con Twitter o Facebook en la cuestión de la inmediatez. Recibí hace poco un tuit sobre un balazo en mi colonia que no tenía importancia. Otro, que venía de Afganistán, dio luego pie a una historia extraordinaria, la captura de Bin Laden”. Moreno coincidió: no se puede vivir de espaldas a las redes sociales pero hace falta mucho más. “La cobertura de la Primavera Árabe no hubiera sido ni la mitad de rica sin la aportación de las redes, pero sin el trabajo de periodistas sostenidos por empresas no habríamos tenido crónicas de corresponsales, analistas que dan profundidad, contexto”.
Carlos Puig trató de buscar una explicación a esa brecha de la que habló Moreno. “Primero fuimos muy arrogantes ante las redes sociales, pero hemos aprendido a reportear lo que ellas cuentan. No son periodismo pero podemos hacer periodismo a partir de ellas”, dijo. “Lo que puede explicar esa distancia es que el cambio tecnológico puso en manos de muchos lo que antes eran de unos pocos. Y, además, la crisis es una crisis de confianza en todas las instituciones”. Pero señaló también la parte positiva y los desafíos del cambio: “Nunca tuvimos tantos lectores. Ni tanta comunicación con el lector. Nuestra crisis es una crisis de narrativa. El problema es cómo contar una historia con contexto para alguien que lee en un teléfono”.
¿Y el futuro? No hubo dudas sobre la supervivencia del periodismo, aunque sí debate sobre la forma que este adoptará. “El periodismo me parece indispensable a la democracia, pero no sé si se venderá en apps o si la atomización dará o quitará fuerza e independencia”, comentó Maerker. “Quizá no se preserve la forma del periódico, pero sí se va a preservar el periodismo. Hace unos años no podíamos imaginar que se acabarían las disqueras. Pero está claro que no se ha terminado la música”.
Para Puig se avizora la construcción de periódicos globales, como EL PAÍS o The New York Times y vio más riesgo para los medios locales. Moreno concedió que, probablemente, algunas de las formas en las que distribuimos hoy el periodismo, no sobrevivirán. Pero recordó que aún el 90% de las informaciones originales que circulan por la web proceden de medios tradicionales, sustentados por empresas que invierten “porque el periodismo de calidad es caro”. Y concluyó el debate con dos frases. Una, de Max Weber: “Lo posible no se lograría si en el mundo no se intentara, una y otra vez, lo imposible”. Y otra, de Norberto Bobbio: “Hay que defender la democracia aunque sea corrupta e ineficiente”.
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