Jaime Arias o la cultura de la honradez en el periodismo

Jaime Arias nos ha dejado a los 90 años de edad el pasado viernes de un modo elegante y discreto, como si se hubiera tomado el día libre. Pasó el último tramo de su vida realizando un honroso ejercicio de desapego de todo en su lúcida y envidiable longevidad sin permitir que los varapalos corporales lo mantuvieran mucho tiempo alejado de la pasión de su vida, el ejercicio del periodismo.

La última vez que hablé con él me confió que la perspectiva de un tiempo cada vez más limitado en este mundo y los profundos conocimientos acumulados sobre el ser humano facilitaban la firma de la paz consigo mismo, con los demás y con la existencia tal como ha sido. Palabras cargadas de serenidad, la misma que necesitamos ante el propio hecho de contemplar la muerte como un proceso propio de la vida.

Ahora que ha emprendido el gran viaje y empiezan a desgranarse los obituarios, llama la atención la inevitable palabra “maestro”, de la que él huía con pudor. La misma grima le producían los homenajes, premios y condecoraciones, aunque aceptó con el mejor talante la distinción Ofici de Periodista otorgada por el Col·legi de Periodistes de Catalunya a su trayectoria profesional.

Desde sus inicios como colaborador en la agencia Mencheta a los 17 años, Jaime Arias podía esgrimir que había visto y vivido lo mejor del periodismo, y también lo peor, encarnado en la larga noche de censura impuesta por el régimen de Franco. “El poder suele embriagar a quien lo disfruta excesivamente”, escribió en su libro Tal como los conocí. “Acaba arruinando a piramidales estructuras financieras y mercantiles que no saben trabajar en equipo y en las que suele merodear la mediocridad”.

Su sentido del humor

Mediocridad que él mantuvo a raya en sus 60 años de vida profesional, como aprendiz en Mencheta, después redactor de El Noticiero Universal, colaborador del semanario Destino y el diario Abc, corresponsal del diario Informaciones, director de Diario Femenino y subdirector de La Vanguardia, de la que fue también consejero de dirección. Liberal proaliado sin fisuras, contribuyó con sus columnas al proyecto de construcción europea y recibió la Creu de Sant Jordi en 2006 por su papel incisivo y lúcido como testimonio del final del siglo XX.

Sus incursiones en el mundo de la cinematografía como responsable de relaciones públicas de Paramount Films le permitieron entrevistar a los grandes protagonistas y directores de la gran pantalla, desde Josephine Baker a Sofia Loren, Elizabeth Taylor, Tyrone Power, Gina Lollobrigida, Claudia Cardinale, George Sanders, Frank Sinatra o King Vidor. Otro capítulo de su inagotable agenda lo forman los líderes del último medio siglo: don Juan de Borbón, Eisenhower, Truman, Nixon, Solana, De Gaulle, Eva Perón, Selwyn Lloyd… También están Samaranch, Nicolás Franco, Díez-Alegría y Berlusconi.

El periodista era medularmente demócrata y así lo testimonió la noche del 23-F en la redacción de La Vanguardia cuando algunas voces pedían cautela y aguardar la evolución de los acontecimientos. Arias, en una de sus escasas elevaciones de tono, pidió respeto y lealtad al Rey y a la Constitución. El sesgo del periodismo de nuestros días le preocupaba sinceramente: “Parece una casa de citas”, decía con referencia al exceso de declaraciones entrecomilladas.

Cuando parecía que la muerte se había olvidado de él, ha muerto un periodista que no dejaba de aprender siendo un maestro indiscutible en el oficio. Su sentido del humor lo vertía en sus escritos y en su amena conversación. “La muerte nos tiene fichados”, era uno de sus comentarios de los últimos tiempos. Y también “Vivir mata”, en recuerdo de Groucho Marx. Jaime Arias era, sobre todo, una excelente persona, y este es el mejor epitafio que se le puede dedicar.

Roger Jiménez es periodista.