Rebuscando en la basura
No es fácil ofrecer en este momento la mejor imagen de España. En septiembre pasado, cuando Mariano Rajoy participaba en el pleno de la ONU, The New York Times publicaba en primera plana un reportaje sobre la creciente pobreza en España ilustrado con fotos de gente rebuscando en la basura. Fue interpretado por muchos como una afrenta al orgullo patrio como si contar la realidad fuera poco menos que una confabulación para elevar nuestra prima de riesgo.
Ocho meses después, las posibilidades de que este tipo de relatos se abran paso en los medios ha aumentado de manera exponencial. Andalucía ha empezado a repartir entre los escolares bolsas de comida para complementar el almuerzo del colegio y que los niños puedan desayunar y merendar en casa. Los profesores llevan tiempo detectando problemas de malnutrición entre una parte importante de los alumnos. La Generalitat de Cataluña, por su parte, se ha unido a iniciativas similares y prepara un plan para hacer frente a los casos más penosos. Adivinen cómo un director de escuela comprendió que había que poner en marcha una ayuda alimentaria como esta: observando a uno de los chavales hurgar justamente en la basura.
Una grave recesión como la que estamos viviendo tiene, en términos económicos, algunas consecuencias casi tan devastadoras como las de una contienda armada. Y en España, donde muchos solo conocemos el hambre a través de los relatos de los que sufrieron la guerra civil, han vuelto a asomar los indicios de una hambruna preocupante que, de momento, se manifiesta en una malnutrición que se extiende entre los mayores, pero también entre los niños. Muchos profesores dicen sentir terror ante lo que están percibiendo. A la mayoría les preocupa que lleguen las vacaciones y, con ellas, la imposibilidad de acceder al menos una vez al día a un sustancioso almuerzo.
Esta es una situación de emergencia y organizaciones como Cáritas o Unicef hace tiempo que llamaron la atención sobre ello. Canarias ha reforzado las becas de comedor tras detectar que 12.000 niños ya no podían pagar el servicio. Andalucía se prepara para repartir el curso próximo 48.000 bolsas de comida cada día. Los comedores sociales están desbordados y los niños también han empezado a hacer acto de presencia en ellos cuando hay fiesta escolar. En sentido contrario y urgidos por la falta de presupuesto, algunos gobiernos autónomos (Comunidad Valenciana, Madrid, Galicia) están reduciendo las becas de comedor.
Es probablemente esta indignante situación que están afrontando tantas familias la que ha desatado las iras de la gente contra detalles aparentemente nimios pero cargados de simbolismo. No se puede interpretar de otra manera la polémica desatada por una partida menor: los gin-tonics subvencionados en el Congreso de los Diputados. Cada día observamos con estupor la corrupción y la ineficiencia de muchos de esos servidores públicos que invirtieron los términos durante décadas para servirse de lo público, pero no hay que despreciar ese sentimiento de oprobio que provoca ese pequeño pero insultante desmán de hacerse subvencionar el alcohol en el lugar de trabajo o intentar subirse las dietas a escondidas como pretendieron los parlamentarios andaluces.
Como decía antes, no es fácil vender la Marca España en este estado de cosas. Menos aún si en ese loable objetivo se eligen estrategias estériles. Mientras en los colegios de media España se empiezan a dar comidas suplementarias a los escolares, el Ministerio de Exteriores organizaba la semana pasada un evento en la sede bruselense del Parlamento Europeo para vender la marca del país. Hubo flamenco, tapas y jamón en una sala —de no más de 200 personas— llena, casi en exclusiva, de españoles. Fue un acontecimiento irrelevante que, como no podía ser de otra manera, no tuvo repercusión alguna en los medios extranjeros.
Son pequeños detalles que indignan porque indican una manera de actuar insensible con el gasto público, aunque sea en pequeñas cantidades, tan pequeñas como las que se requieren para esas ayudas de bocadillo. Sería una buena cosa que estos políticos extremaran la prudencia al respecto adoptando una actitud deseable incluso para cuando los niños dejen de rebuscar en los contenedores de basura.
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