“Los arquitectos españoles no deben competir, al revés”
La arquitecta italiana dirige la Fundación Mies van der Rohe, que entrega mañana uno de los premios de arquitectura más prestigiosos
Italiana, vive desde 1998 en Barcelona, donde dirige desde octubre un edificio construido por un alemán y vuela cada semana a Róterdam por asuntos personales. La arquitecta Giovanna Carnevali (Milán, 1974) vive en primera persona el espíritu europeo de la Fundación Mies van der Rohe, que entrega mañana uno de los premios de arquitectura más prestigiosos.
Su agenda está a punto de reventar. No tiene tiempo ni para comer. Tan solo un desayuno que, además, ha de ser en el pabellón Mies van der Rohe donde pasa largas horas. El bello edificio, rabiosamente moderno, se construyó para la Exposición Universal de 1929. Reconstruido en 1986, clonado del original, no le falta de nada: amplitud, luminosidad y dos piscinas, una interior y otra exterior. También están las sillas Barcelona que han paseado por todo el mundo el nombre de la ciudad.
Puro torbellino, habla rápido y con gestualidad. Cuando llegó a Barcelona para continuar sus estudios de arquitectura, lo primero que hizo, maleta en mano, fue visitar el pabellón. “Desde siempre me interesó Mies”. No es extraño que, tras ser nombrada directora, pensara “que se trataba de una broma y una cámara oculta”.
La italiana dirige la Fundación Mies van der Rohe desde el mes de octubre
En 2000, su proyecto de fin de carrera, sobre la transformación del frente marítimo de Génova, despertó el interés de la Metro Goldwyn Mayer y Paramount Pictures, y fue adquirido por el Ayuntamiento de la ciudad, que acabó cambiando esta parte de la ciudad italiana. Ha dirigido el Programa Erasmus Mundus, máster europeo sobre cooperación en arquitectura sostenible y ha trabajado en proyectos de cooperación internacional con fundaciones como Architecture for Humanity en Burundi, México y Brasil. Ahora, lo que peor lleva es no poder ejercer como arquitecta, por incompatibilidad con el cargo. “Mi socio continúa en el despacho”, explica.
Sin dejar de sonreír, y tras tomar el primer sorbo de café, aclara: “Solo lo tomo por la mañana, porque el café español es malo”. Tampoco le gusta hablar de “crisis”, y mantiene que hay que “ver el vaso medio lleno, aprovechar el momento de cambio y ver los obstáculos como oportunidades”. Pero advierte: “Los arquitectos españoles tienen que reinventarse; colaborar y no competir entre ellos”.
Pabellón Mies van der Rohe. Barcelona
- Café con leche.
- Cruasanes.
- Bocadillos de jamón.
Cortesía de la anfitriona.
La semana pasada inauguró en el aeropuerto de El Prat el fuselaje de un avión, un A-320 de Vueling que lleva el nombre del arquitecto y está decorado con monumentos que identifican los destinos de la compañía, resultado de un concurso europeo en el que han participado 800 proyectos. “La idea se me ocurrió en uno de mis viajes, tras comprobar que los destinos de la compañía conectaban ciudades como lo hace la fundación”, afirma, mientras comienza un bocadillo de jamón. Lo del avión no es nada en comparación con lo que le espera este viernes. Para celebrar el 25º aniversario del premio (es bienal), ha organizado un encuentro internacional —una “fiesta”— que reunirá a 250 personas relacionadas con la profesión.
El último premiado es el auditorio Harpa de Reikiavik, Islandia. Frente a los que critican que el galardón siga reconociendo edificios icónicos, Carnevali asegura que, además del edificio, se reconoce la regeneración de toda la ciudad y el impulso del país, tras la crisis de 2007. No obstante, vaticina, “2013 es un punto de inflexión en los premios”, que ella no duda en calificar de los “Oscar de la arquitectura, ya que premian la excelencia de la obra, no al arquitecto”.
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