“Habría que enseñar lenguaje no verbal en el colegio”
La divulgadora prefiere no trabajar con políticos: "Son presuntuosos"
Teresa Baró se dio cuenta del fallo dando clase de lengua en un colegio: la comunicación no verbal ni figuraba en el temario. Era inexistente. “Empecé a pedir a mis alumnos que hablaran de lo que quisieran, pero que convencieran a sus compañeros. La gente cree que se convence con la palabra, pero lo que convence es la actitud. Transmites confianza, contagias emociones. Por eso hay que hablar encendido, abierto, muy recto y moviendo las manos”.
Baró, no podía ser de otra forma, es muy educada y viste elegante, pero sencilla. Nada de grandes pendientes o fulares que oculten su rostro, como ella misma predica. Después de la comida presenta su nuevo libro (Lenguaje no verbal, Paidós) y tiene que dar buena impresión. Esta mujer discreta — “me gusta pasar desapercibida, aunque la visibilidad es necesaria”—, propone quedar en un restaurante japonés y no le importa que sea en uno barato. Así que quedamos en Mi Sushi, un japo-chino: un local de comida nipona regentado por chinos, una auténtica fiebre en la capital. Sushi, sí, y a buen precio. Pero la calidad se resiente y mucho.
La experta creció en Caldas de Montbui (Barcelona), donde su padre, que regentaba un negocio de transporte de ganado, la animó a estudiar Filología Hispánica. Pero tras varios años dando clase a niños, decidió hacer un máster de protocolo y relaciones públicas y se lanzó a la búsqueda de empleo. “Con 38 años y dos hijos no me cogió nadie, así que monté mi propia empresa”, cuenta empezando la sopa de miso. “Y después de 10 años, en 2011, decidí volver a la esencia como independiente y hacerme divulgadora”.
Su nuevo libro, el tercero que publica, es el primero de un autor español sobre la materia, afirma. Y todos los lunes tiene una sección sobre comunicación en Para todos La 2, donde trata temas cotidianos: cómo despedirse correctamente, cómo saber si le hemos caído mal a alguien, cómo ser más consciente del lenguaje corporal… “Aquí pensamos que se puede improvisar todo”, dice. “Pero las cosas se tienen que preparar para que salgan de forma natural. En la cultura anglosajona lo tienen bien claro”, dice probando el sushi, cuyo arroz se deshace. Pero no saldrá de su boca un solo reproche. “Está muy rico”, dice prudente.
La experta ha enseñado durante mucho tiempo a empresarios y también a políticos a hablar en público. Pero con este último grupo prefiere no volver a trabajar. “Son informales, faltan a la cita, son orgullosos, presuntuosos y pedantes”. Pero no piensen en llamarla para que hable mal de alguno de ellos. “No me gusta cuando me piden que defina cómo es una persona que está imputada, como a Bárcenas. No lo hago. Del Papa sí, porque supone hablar en positivo. Y este Papa es mucho más natural que el anterior”.
Entre sus clientes tiene a un chico que quiere superar la timidez —“le supone prácticamente una minusvalía”—, a un hombre que se ha enamorado de una mujer de alta alcurnia y quiere estar a su altura, y a un tercero que quiere ganar carisma. ¿Y eso se puede lograr? “Es difícil, pero no es imposible”, empieza misteriosa. “El carisma se va ganando con los años. Es muy importante, primero, que reflexione sobre su actitud vital. En ese punto lo tengo”.
Mi sushi. Madrid
Dos menús: sopa de miso, ensalada de algas y sésamo, noodles con pollos, sushi variado y maki.
Una copa de vino tinto y una botella de agua con gas.
Total: 25 euros
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