Las trabajadoras del hogar mexicanas quieren acabar con la servidumbre
En México hay más de dos millones de personas en este sector sin ningún derecho laboral Asociaciones civiles e instituciones piden que se les equipare con el resto de trabajadores
Las más de 60 horas semanales que trabaja Laura haciendo las tareas domésticas de una casa ajena no le generan ningún derecho: ni acceso al sistema público de salud, ni posibilidad de una pensión de jubilación ni indemnización si prescinden de sus servicios. Ni siquiera le proporciona un gran sueldo. 1600 pesos (132 dólares) semanales para una trabajadora de planta (interna) que está disponible todo el día de lunes a viernes y que lleva en esa casa de la delegación Benito Juárez once años. Es una de los 2.200.000 personas que realizan un trabajo remunerado en hogares particulares en México, según los datos del Instituto de Estadística (INEGI). El 95% son mujeres. La actual ley no obliga a que ninguna tenga derecho a vacaciones remuneradas, horas extra o días libres. “Aquí estoy contenta. He trabajado en lugares donde me pagaban menos y me humillaban. Cuando empecé, de chiquita, solo me daban un huevo duro y un vaso de leche para aguantar nueve horas de trabajo”, explica Laura.
Las trabajadoras domésticas no tienen los derechos laborales de los que gozan el resto de mexicanos. Eso a pesar de que el Gobierno de Felipe Calderón se comprometió a cambiar su situación en junio de 2011. Entonces, México suscribió el convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre trabajo decente para trabajadoras y trabajadores domésticos, un texto que equiparaba sus condiciones con el resto de empleados. Sin embargo, dos años después, aún no se ha ratificado, un paso previo y necesario para su entrada en vigor y para dotar de derechos a todas esas mexicanas que limpian las casas de las familias de clase media y alta y que hacen de ‘nanis’ de sus hijos. También para el 98% de las ‘muchachas’, como se las llama en México, que no tienen servicios médicos como una prestación laboral o el 96% que no tiene un contrato escrito.
“Necesitamos que se nos reconozcan los mismos derechos que al resto de trabajadores mexicanos porque no somos menos que los demás y no se nos puede discriminar. Vamos a presionar para que los senadores lo ratifiquen. No es solo un convenio, es un mecanismo para el respeto”, explica Marcelina Bautista directora del Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH). Es una de las principales promotoras de una campaña que quiere visibilizar la discriminación que se ejerce hacia este colectivo. Comenzó a entender la magnitud del problema hace 32 años cuando, con catorce, se puso a limpiar en casas ajenas para poder llevar dinero a su familia. “Muchas veces no existe la posibilidad de seguir estudiando y este es el único trabajo que encuentran las chicas sin formación”, explica.
"Culturalmente no hay ningún tema con tanta resistencia social como los derechos de las trabajadoras de hogar"
Su caso, lamentablemente, es una excepción: su interés por sus derechos hizo que volviera a estudiar, comenzó a conseguir becas y en 2002 se convirtió en Secretaria general de la Confederación Latinoamericana y del Caribe de trabajadoras del Hogar. Pero la realidad dice que el 8% de las empleadas domésticas mexicanas es analfabeta y que un tercio ni siquiera ha finalizado la educación primaria.
Marcelina sabe que para conseguir la igualdad es necesario un cambio legal pero también hace falta un cambio cultural que dignifique su ocupación y que las vea como algo más que casi unas esclavas. “Muchos mexicanos, y todos los legisladores, tienen servicio doméstico en casa y no dan cuenta de que están discriminando a esas personas con sus condiciones. Si no hay derechos no es un empleo, se trata de explotación laboral”. El 42% de las trabajadoras del hogar dedica más de 40 horas semanales, casi 400.000 personas (el 15,4%) declara que su jornada semanal es de más de 49 horas. Los cálculos se pierden con las trabajadoras de planta, como Laura: casi 140.000 residen en las casas en las que las emplean, con una disponibilidad horaria casi total. “Yo lo prefiero porque es más cómodo. Mi casa está en Huixquilucan (Estado de México), a dos horas de donde trabajo. Además, la señora de la casa siempre me da permiso si tengo que salir a algo”, comenta por teléfono.
La campaña 'Ponte los guantes por los derechos de las trabajadoras del hogar' pretende visibilizar el problema y presionar para la ratificación del convenio. Pero también hace hincapié en la idea idea de que que esas personas son trabajadoras y no solo ‘muchachas’ con un estatus menor, una visión generalizada socialmente en México. Recientemente, el presentador de televisión Daniel Bisogno despertó la polémica con un texto titulado ¡Malditas domésticas! y publicado en la web Basta! En el texto aseguraba que “el personal doméstico que llega a trabajar con los famosos acaba por ser malagradecido, encajoso, abusivo y ratero”. El artículo hizo que 41 diputados federales presentaran una queja formal ante el Consejo Nacional para Prevenir la Discrimación (CONAPRED) por atentar contra la dignidad de las trabajadoras con fragmentos como este: “¿Por qué no se quejan de (...) las veces que se les enferma el hijo o la madre casi siempre en lunes o regresando de vacaciones o de todo el robo hormiga que van haciendo día a día o cuando ya nomás les falta pasar con su carrito por tu despensa de todas las cosas que se llevan las malnacidas?”.
“Me atrevo a decir que culturalmente no hay ningún tema con tanta resistencia social entre los mexicanos como los derechos de las trabajadoras de hogar. Es un problema invisibilizado, la sociedad asume que es normal la discriminación laboral que se ejerce hacia ellas”, opina Ricardo Bucio, presidente del CONAPRED.
En estos momentos, la pelota está en el tejado del Gobierno federal, que tiene en sus manos enviar el texto al Senado para que se ratifique. “No existe una resistencia pública por parte de los políticos pero hay que saber que son parte del problema porque también son empleadores. Eso puede hacer que no pongan especial atención para que se ratifique el convenio”, explica Bucio. Sí que hay algunas senadoras que han apadrinado la causa, como Diva Gastelum (PRI) y Angélica de la Peña (PRD). Desde el CONAPRED también piensan que el texto aún no ha llegado al Senado porque el Ejecutivo ha dado prioridad a otras reformas.
“Uruguay es uno de los ejemplos que seguimos porque ya han ratificado el convenio y cambiado la ley”, explica Marcelina Bautista. La semana pasada tuvo lugar un importante hito en el continente cuando el Senado y la Cámara de Diputados de Brasil promulgaron una enmienda constitucional que otorgaba la igualdad de derechos laborales a sus 6,5 millones de trabajadores domésticos. A partir de ahora, las empleadas trabajarán un máximo de 44 horas semanales y a partir de esa cifra se les pagarán horas extra. Eliana Menezes, líder del Sindicato de Trabajadoras Domésticas y Empleadas del Hogar de Sao Paulo, aseguró al diario Folha de Sao Paulo que la aprobación es “la segunda abolición de la esclavitud”.
“El clasismo, el racismo, la minusvaloración del trabajo de las mujeres... Eso es lo que están aprendiendo los niños en casa si las trabajadoras viven en la informalidad laboral y están discriminadas socialmente”, explica el presidente del CONAPRED. “Los derechos no se suplen con cercanía o haciéndolas sentir que son ‘una más de la familia’. Serán una más cuando tengan los mismos derechos que el resto”. Laura sabe que es difícil que tenga otro trabajo después de haberse dedicado más de 20 de sus 37 años a limpiar casa ajenas. “Por eso lucho por tener una pensión, porque aún me queda el futuro”.
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