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Columna
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Estereotipos en pantalla plana

Una firma de moda exhibe a sus modelos como putas y los futbolistas aparecen en los medios como dioses del olimpo

Gabriela Cañas

Un hombre me muestra escandalizado sobre una moderna tableta el vídeo publicitario de Louis Vuitton sobre su última colección de ropa. Las modelos, sensuales y semidesnudas, hacen la calle. Son prostitutas en la noche parisina que muestran sus prendas y sus cuerpos con esos gestos de reclamo tan viejos y manidos que buscan encender la libido para atrapar al potencial cliente. Abunda la ropa interior, claro, como en esas pasarelas de moda que incluso las televisiones públicas muestran justo antes del telediario para que la audiencia no se vaya y se quede frente a la pantalla, hipnotizada por la visión de esos cuerpos imposibles, para seguir las noticias, bastante menos sexys.

El estereotipo, la sensual exhibición del cuerpo de las mujeres, funciona tan exitosamente que las activistas de Femen, un grupo feminista ucraniano, protesta siempre con el torso desnudo. Se arriesgan a ser tildadas de machistas y, desde luego, a no ser tomadas en serio, pero consideran que esta es la única manera que, hoy por hoy, tienen de salir en los medios. Y es verdad que sus manifestaciones suelen encontrar hueco en la televisión cuando se manifiestan contra la tiranía, la corrupción y, sobre todo, el mercado del sexo. Salen menos cuando son enviadas a prisión. Tiene menos glamur.

La mayoría de las mujeres no usan el topless como parte de su trabajo. No son putas ni se desnudan para protestar. Trabajan honradamente —si es que pueden— por salarios que no son para tirar cohetes y muchas han empezado a despuntar en todos los ámbitos. Así que ahora el mal, como un caleidoscopio, ha ampliado el espectro de sus múltiples caras. Antes había solo unas cuantas malas de verdad: la madrastra de Blancanieves —espléndida Maribel Verdú en este papel—, la suegra, Eva incitadora del pecado y poco más. Ahora contamos con muchas más malas remalas que además de perversas son tachadas de incompetentes con total ligereza. Todos los gobiernos tienen alguna; llámese ahora Ana Mato o antes Bibiana Aído. Me pregunto si el nivel de las descalificaciones habría sido tan duro en caso de que esta crisis hubiera pillado por medio a un hombre al frente de la cancillería alemana. La ortodoxia germana en el terreno económico no la inventó Merkel.

Hace muchos años cundió la especie de que el cine y la televisión estaban plagados de publicidad subliminal. Temíamos que una película de Disney nos implantara en el cerebro sin saberlo las ganas de consumir una coca-cola. Ahora ya no hay sutilezas. Véase el vídeo de Louis Vuitton y otros similares o véase también el escaso nivel de crítica con el que hemos asistido embelesados al cambio de papado con todos esos fastos de hombres, solo hombres, ataviados con ricos hábitos medievales y hablando del espíritu santo, ese que solo se comunica con varones. Las mujeres no están invitadas al festín. Dios es masculino. El olimpo es de ellos. Por eso, la Liga de Campeones de la UEFA utiliza una pieza de Händel adaptada por el compositor Tony Britte, para representarnos a los millonarios futbolistas como dioses del olimpo en plena gesta. ¡Qué curioso, la pieza de Händel se llama Zadok the Priest (Zadok el sacerdote)!

Mientras los purpurados se entregaban a los ritos de elección del nuevo papa, en Nueva York, el Vaticano se aliaba con países fundamentalistas para evitar que la ONU sacase adelante un texto condenatorio de las agresiones contra las mujeres y a favor del acceso a la salud reproductiva. ¿Por qué? Porque a la Iglesia de Roma nunca le ha gustado que se rechacen las tradiciones y los motivos religiosos como excusa para tolerar la violencia de género. Por encima del bienestar de ellas están las creencias que, por cierto, solo los hombres administran en todas las religiones.

En Afganistán es costumbre en auge casar forzadamente a las niñas, así que mientras las tropas occidentales se baten en retirada dejando aquello como un erial, ellas caen en la desesperación. La situación es peor que hace una década. En el hospital de Mazar-i-Sharif llegan ahora una media de tres chicas al día que han intentado suicidarse (usan matarratas). Hace diez años llegaban un par de ellas al mes. En India, el 80% de los matrimonios son concertados y en ellos las jóvenes suelen ser mera mercancía, aunque es un sistema que las familias eligen para evitar que sus hijas sean violadas.

Seguir la actualidad desde una óptica igualitaria es un verdadero tormento.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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