Hacia el pleno empleo pero en precario
Latinoamérica reduce su tasa de paro al 6,4%, mínimo en 22 años Se han creado 30 millones de empleos, con presencia femenina creciente
Avanzando por distintas vías, las economías latinoamericanas se acercan poco a poco hacia el pleno empleo. Según los datos publicados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el paro siguió bajando en la región en 2012 hasta situarse en el 6,4%, la tasa más baja desde que la organización empezó a medir este indicador hace ahora 22 años. Tras alcanzar una media regional del 11% en los primeros años del siglo XX, el desempleo se ha ido reduciendo en la medida en que los precios de las materias primas se mantienen altos y la economía crece. Se han creado 30 millones de empleos y la mujer se incorpora cada vez más al mundo laboral. El gran desafío, sin embargo, sigue siendo mejorar la calidad de estos puestos de trabajo: la mitad de los empleos no cotiza en la Seguridad Social y algunos trabajadores reciben ingresos con los que no logran salir de la pobreza (un mal que afecta al 28,8% de los latinoamericanos).
La generación de empleo es abundante, pero se produce sobre todo en sectores con bajos índices de productividad, y por ende de menores salarios, como en el comercio minorista y la construcción. Existen excepciones en algunos países donde también se expande el trabajo en la industria, aunque por lo general en sectores con bajo contenido tecnológico y en los servicios de exportación.
“Por diferentes caminos, las distintas economías de América Latina llegaron al mismo lugar: una situación cercana al pleno empleo, aun cuando esto diste mucho de haber resuelto los problemas sociales que aquejan a una proporción todavía alta de la población”, observa la consultora argentina Bein en un reciente informe. “A esta situación llegaron tanto las economías que optaron por el canal del crédito y estabilizaron la demanda de dinero con tipos de interés altos en pos de mantener acotada la inflación, como las que maximizaron el crecimiento de corto plazo a partir de tipos de interés reales negativos (por debajo de la subida de precios) e inflación alta. En el primer caso, la apreciación cambiaria se dio por una caída nominal del dólar; en el segundo caso, por inflación. Brasil, Chile, Uruguay, Perú, México y Colombia están en el primer grupo. Argentina y Venezuela en el segundo”, señala Bein.
En ambos grupos llegaron capitales por las elevadas cotizaciones de los productos básicos, y en el primero también por el ingreso de fondos financieros que buscaban mejores rendimientos que en los países desarrollados. Tanto dinero entrando a la región derivó en el riesgo de caer en la llamada “enfermedad holandesa”: en la década de 1960, Holanda descubrió grandes yacimientos de gas cerca del Mar del Norte. Comenzaron a entrar entonces muchas más divisas al país y se apreció su moneda, el florín; esto encareció la producción industrial y terminó por dañarla.
Países como México, Argentina y Brasil incentivan el sector informático
En los noventa, en América Latina crecía el desempleo al ritmo de las privatizaciones y la apertura comercial. En los 2000, pese a las diferentes políticas económicas de unos y otros países, dos factores impulsaron la recuperación del empleo, según Julián Messina, economista senior del Banco Mundial. “Uno es el crecimiento económico sostenido en el tiempo, algo que no estábamos acostumbrados a ver. Otro son las condiciones externas favorables: el mayor precio de las materias primas por la demanda china”, añade Messina.
Incluso el empleo resistió la gran recesión mundial de 2008/2009. Así lo destaca la directora regional de la OIT, Elizabeth Tinoco: “Además de sacar provecho del ciclo de crecimiento, es evidente que en algunos países se aprovechó la experiencia acumulada de crisis anteriores, cuando la región, en vez de reaccionar mecánicamente ajustando el cinturón, privilegió medidas de inversión y promoción del crecimiento. Muchas de estas medidas se enfocaron a la protección de los empleos y los ingresos de las personas”.
Pero la industria petrolera, la minería y la agricultura no son sectores de mano de obra intensiva, no generan tanto trabajo como divisas. En los 2000 cayó la participación del empleo del sector primario sobre el total de Latinoamérica. Son sectores en los que mejoró mucho la productividad y en los que se tornaron más prescindibles muchos trabajadores. Algo que sucedió, por ejemplo, en las grandes plantaciones de soja o maíz.
“Las materias primas propiciaron ingresos que estimularon que otros sectores desarrollaran empleos”, explica la jefa de Mercados Laborales del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Carmen Pagés-Serra. Sin embargo, se trató de puestos laborales en servicios que se caracterizan por tener una baja productividad y estar dedicados al mercado interno, explica Messina.
El Gobierno chileno apuesta por la radicación de emprendedores
La construcción, que en el año 2000 suponía el 7,1% de los empleos urbanos latinoamericanos, ascendió hasta el 8,7% en 2011. El comercio pasó del 22,3 al 26,3%. Otros sectores más productivos también elevaron sus contrataciones. La bonanza de los productos básicos impulsó la necesidad de una mejor logística, con lo que el empleo en transporte, almacenamiento y comunicaciones se elevó del 5,2 al 6,4%. Los servicios financieros pasaron del 2,1 al 3,8%. Retrocedieron en cambio el sector primario (del 6,7 al 5,4%), el manufacturero (del 15,2 al 14,1%) y el de servicios comunales, sociales y personales (del 40,4 al 34,7%), que abarca la Administración pública, la educación y la sanidad, entre otros.
Toda la región camina en esas tendencias, aunque existen algunas excepciones. “Hay países como Argentina y Brasil con mayor empuje en el sector manufacturero”, destaca Pagés-Serra. Son los únicos países donde creció la participación del empleo industrial en la primera década de los 2000, aunque cayó en 2011. En Brasil pasó del 14,1% en 2000 al 15,4% en 2009 y después, al 13,9% en 2011. En Argentina, pasó del 13,9 al 14,2% en 2010 y al 14% en 2011.
Pagés-Serra adjudica este mejor desempeño respecto del resto de la región a que se trata de dos países con “mercados internos muy fuertes”. También es cierto que Mercosur conserva una menor apertura comercial que países más liberales, como México, Chile, Colombia o Perú. La analista del BID aclara, no obstante, que los nuevos empleos de las fábricas brasileñas y argentinas están vinculados con producciones de bajo contenido tecnológico.
En México, el empleo industrial descendió del 23% al 16,3% en 2011 por el impacto de la crisis de Estados Unidos y la competencia china en ese país, principal destino de las exportaciones de las maquilas (ensambladoras) mexicanas.
El trabajo precario crece porque la flexibilización de los 90 no se revirtió
Hay casos puntuales que los expertos destacan por su desempeño, aunque aclaran que su impacto es reducido en relación con el empleo total de cada país: los servicios financieros, marítimos y portuarios en Panamá, los proveedores de la minería en Chile, los nuevos yacimientos en Perú (oro) y Bolivia (litio), los espárragos peruanos, la biotecnología, las bodegas o los servicios audiovisuales en Argentina, la industria del coche en este país, Brasil y México, la producción brasileña de maquinarias, aviones y alimentos elaborados, el sector asegurador mexicano y la alta tecnología de Costa Rica, donde Intel fabrica microprocesadores. Los Gobiernos de Argentina, Brasil, Uruguay o México han incentivado los servicios informáticos, y el de Chile también la radicación de emprendedores, pero los analistas consideran que aún los resultados son moderados.
La construcción, el comercio y el transporte crean empleo formal, pero también mucho informal, con lo que sus trabajadores carecen de cobertura de salud y tampoco tendrán pensión cuando envejezcan. El trabajo no registrado, que suele arrastrar también bajos ingresos, inestabilidad y falta de derechos, bajó en Latinoamérica del 60% del total al 55% en la primera década de los 2000, según el BID. “En Chile, Brasil y Argentina la mayoría del empleo creado ha sido registrado, no necesariamente de buena calidad”, aclara Pagés-Serra.
Uno de los pocos países donde no ha bajado la informalidad ha sido México. El trabajo sin seguridad social suele cebarse sobre los jóvenes: afecta a 6 de cada 10 que cuentan con un empleo urbano (la media general en las ciudades es del 48%). Suele decirse que la rigidez contractual desalienta el trabajo registrado, pero este ha crecido en países con Gobiernos de izquierda o centroizquierda que en los 2000 han vuelto a incentivar la negociación colectiva, han regulado la subcontratación y han reformado la justicia laboral para afianzar los derechos de los trabajadores, al tiempo que han aumentado las inspecciones en las empresas. Tinoco sugiere que los Gobiernos incentiven la formalización de las compañías con créditos y simplificación de trámites.
El desempleo también baja porque sube el subempleo, es decir, la cantidad de gente que trabaja menos de 30 horas semanales pese a que desearía hacerlo más. “Cuando el seguro de desempleo es bajo y tiene poca cobertura, muy pocos pueden vivir sin hacer alguna changa [ocupación transitoria en tareas como albañilería]”, comenta Julio Neffa, economista del argentino Grupo Fénix y compilador de una reciente investigación sobre el trabajo en la región que publicó el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). “Con una hora de trabajo semanal, ya se considera que una persona está ocupada”, advierte Neffa. El subempleo alcanzaba en 2009 al 12% en Ecuador, el 11% en Argentina y al 9% en Perú, señala Pagés-Serra.
Detrás del descenso en el paro se oculta también una mayor tasa de subempleo
Las nóminas más bajas han crecido más que las más altas en el nuevo siglo. La caída de la pobreza, desde el 44,3% en 2000, se ha producido más por la creación de empleo y las alzas salariales que por las también valiosas ayudas sociales que han creado diferentes Gobiernos. Messina adjudica el mayor aumento de los sueldos bajos a que se han demandado más empleos en sectores que requieren menor calificación laboral, como los de la construcción y el comercio minorista. También han influido las considerables subidas de los salarios mínimos que alentaron los Gobiernos en los 2000, con excepción de los de El Salvador, México, Panamá, Paraguay y República Dominicana.
Los mayores costes laborales han derivado en un aumento de la contratación informal mediante diversos tipos de becas, contratos temporales o a través de empresas de servicios subcontratados, lamenta Neffa. En Chile, Perú, Bolivia o Paraguay, la mitad del empleo formal que se ha creado es temporal.
“El trabajo precario aumentó en casi todos los países porque la flexibilización laboral de los noventa no se revirtió en los 2000”, añade el investigador del Fénix. México acaba de aprobar una reforma en ese mismo sentido. “Se hace difícil incrementar lo que la OIT llama trabajo decente”, alude Neffa a un trabajo productivo, con un salario digno, seguridad, protección social, perspectivas de desarrollo personal, libertad sindical, negociación colectiva e igualdad de oportunidades.
“Argentina, Brasil y Uruguay son los países con más progresos en calidad del empleo, por la subida del salario mínimo y el mayor poder de los sindicatos”, opina el profesor de las universidades de Buenos Aires y La Plata. Los países con más trabajadores afiliados a sindicatos en la región son Cuba (71%), Argentina (32%), Bolivia (27%), Uruguay (25%) y Brasil (18%), según la Central Sindical de las Américas.
Hay nichos pujantes como la tecnología en Costa Rica o el litio en Bolivia
Aún quedan 14,8 millones de latinoamericanos en el paro en las ciudades. La OIT prevé que en 2013 la cifra seguirá bajando. Sus datos indican que en 2012 se redujo en Brasil pese a su estancamiento económico (del 6,2% en 2011 al 5,7%), México (de 6,1 a 5,9%), Colombia (de 11,8 a 11,5%), Venezuela (de 8,6 a 8,2%), Chile (de 7,3 a 6,6%) y Perú (de 8% a 7,2%), mientras que se mantuvo sin cambios en la desacelerada Argentina (7,3%).
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