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'IN MEMORIAM'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Xavier Batalla, un caballero del periodismo

En los años ochenta, el periodista fue subdirector de EL PAÍS de la edición de Barcelona

El periodista Xavier Batalla.
El periodista Xavier Batalla.LA VANGUARDIA

Batalla García, como yo le llamaba en ocasiones como si esa fuera su carta de presentación ante el mundo, era hijo de un señor de Barcelona y de un ama de casa cordobesa, mujer muy guapa aun en su edad madura. Y Córdoba tenía una especial resonancia en su vida; aunque nació en Barcelona en el año 1948, la primaria y la secundaria, si no recuerdo mal, las cursó en la ciudad de la mezquita y gracias a ello era trilingüe. Hablaba catalán, lengua en la que siempre se dirigió a su padre; el castellano de su madre acomodado a su forma culta barcelonesa; y el cordobés, que como le oí contar con verdadero sentimiento de infancia y adolescencia estupendas, era el acento que se le venía a la boca en cuanto volvía a la ciudad andaluza y se reunía con sus amistades de entonces.

Era con esos antecedentes familiares y lealtades regionales un catalán perfecto, quintaesenciado, que se sentía con la naturalidad que le era propia “hispánico”, como él mismo decía. Este periodista de batalla, de gran rigor internacional, fallecía el pasado miércoles 12 de diciembre a los 64 años después de un año de enfermedad.

Xavier Batalla comenzó su carrera periodística en los estertores del franquismo. Nos conocimos en 1974 en el viejo y en la época exitosa de El Correo Catalán, que dirigía Andrés Rosselló Pamies, un caballero bondadoso y tolerante en tiempos de escasa tolerancia. Xavier era redactor de Internacional y las cosas del mundo siempre fueron su preocupación profesional prioritaria. Era alumno aventajado de lo que, con permiso de los aficionados al cine, llamaré la Escuela de Barcelona, cuyo fundador y maestro indiscutible era Mateo Madridejos, que con los modestos bártulos de los que disponíamos en los años setenta nos enseñó a asomarnos al exterior. Tras una época en el Diario de Barcelona, pasó por la subdirección de EL PAÍS de Barcelona —participó activamente en su puesta en marcha en 1982—, pero su auténtica instalación en la vida periodística se produjo en La Vanguardia, redacción a la que se unió en 1986 cuando dicha cabecera le ofreció la corresponsalía en Londres.

Era lo que correspondía a un señor de Barcelona, tan vinculado a otras partes de España; porque Xavier, ya entonces, era lo que le ha distinguido toda la vida, un señor. Fue, como ha escrito con acierto Lluís Foix en el periódico catalán, un excelente analista, cuidadoso, metódico, concienzudo, preciso de la actualidad internacional, uno de los mejores que ha tenido el periodismo español. Pero por encima de todo era un caballero a la vez catalán y cordobés.

Decir que sus amigos le echaremos de menos sería una tontería: sin él estaremos de menos, lo que refleja mucho mejor el enorme espacio que humanamente ocupaba. Nos veíamos poco últimamente porque vivíamos en ciudades distintas —y ahora más—, pero nunca olvidaré cómo nos afanábamos en aquel Correo, que el tiempo hace inevitablemente entrañable, en contar la guerra de Vietnam, sin corresponsales, ni enviados, con la información formidable e instantánea del World Service de la BBC y unos mapas maravillosos que fusilábamos del Sunday Times o prodigios similares. Somos nosotros los que, sin Xavier, no podremos descansar igual.

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