Doha negocia un acuerdo menguante fuera de plazo
Presión para sellar un pacto que permita al menos prorrogar Kioto hasta 2020 para un puñado de países
La cumbre del clima de Doha va camino de cumplir las expectativas que levantan estas citas: los delegados negocian el sábado por la mañana, un día después de lo previsto, un acuerdo menguante que no entusiasma nadie. Los distintos textos, presentados por la presidencia qatarí como inamovibles, permiten prorrogar el protocolo de Kioto para un puñado de países y dejan casi todo abierto para el acuerdo que en 2015 debe sustituir al tratado vigente. No hay compromisos de financiación ni un objetivo de emisiones a largo plazo.
A la espera del pleno final en el que los países deben decir si aceptan o no la propuesta –cualquiera puede vetarlo-, lo único claro en Doha era lo enrevesado, lento y caótico del funcionamiento de la negociación en la Convención Marco de Naciones Unidas contra el Cambio Climático.
Aquí siempre gana el que tiene menos ambición", opina un delegado
“Aquí siempre gana el que quiere ir más lento, el que tiene menos ambición, porque los demás rebajan sus expectativas para llegar a un acuerdo. ¿Cómo se puede gestionar una crisis así?”, opinaba un delegado en los pasillos a altas horas de la madrugada del sábado, antes de que la presidencia decidiera darse un día más ante la dificultad de un pacto.
El objetivo de Doha era relativamente sencillo: se trataba de renovar Kioto hasta 2020 en el que solo tendrían obligaciones la UE –la misma obligación que ya tiene en sus directivas-, Australia, Noruega y poco más. Es menos del 15% de las emisiones mundiales pero permite mantener los mercados de CO2 rodando. A cambio, la cumbre debía establecer un programa de trabajo para alcanzar un nuevo acuerdo mundial que incluya a todo el mundo en 2015. Sencillo al menos en comparación con la titánica tarea de conseguir un nuevo acuerdo con EE UU, China, India, Brasil… países hasta ahora exentos, por distintos motivos, de las obligaciones internacionales.
Pero la negociación se fue enredando en tecnicismos. Primero fue Polonia y el llamado aire caliente, los derechos de emisión que acumulan los países del Este de Europa por el desplome de la industria soviética y que exigen mantener. Después surgió una exigencia de los pequeños estados-isla de crear un nuevo fondo para “pérdidas y daños”, un mecanismo internacional al que acudir a pedir ayuda en caso de fenómenos extremos o graduales achacables al cambio climático.
Los países desarrollados, en especial EE UU, se opusieron con el argumento de que no hay que crear más burocracia y que ya hay una serie de fondos internacionales de cambio climático, alguno incluso con sede pero sin dinero todavía.
El asunto puede parecer menor, pero en estas cumbres se ha convertido en norma plagar la agenda de líneas rojas. Los pequeños estados insulares, englobados en el grupo Aosis, han sido los que más han cedido tradicionalmente pese a que ellos dicen que son los más afectados por el calentamiento ya que se sienten amenazados por la subida del nivel del mar. Pero ahora han hecho de ese mecanismo algo innegociable Estados Unidos, en cambio, ve el potencial peligro de tener que pagar compensaciones en el futuro a otros Estados por sus emisiones de gases de efecto invernadero, algo inaceptable para Washington.
De fondo, y siempre latente, estaba el problema de la financiación, ya que los países en desarrollo pedían 60.000 millones de dólares para los próximos tres años (el doble del periodo anterior), algo que en plenos recortes en la UE y Estados Unidos sonaba complicado.
La solución de la presidencia en los asuntos más espinosos fue retrasar el debate, y mientras intentar dar satisfacción a todos. En “pérdidas y daños”, reconoce que los países más vulnerables tienen este y fija que en 2013 se establecerá un “mecanismo internacional”. En financiación, algo parecido: señala que en 2013 habrá un programa de trabajo para cuantificar la financiación a largo plazo, que debe ir creciendo hasta los 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020.
Sobre cómo será el acuerdo de 2015, no fija metas globales de reducción de emisiones ni nada parecido. Además, con el lenguaje de la cumbre de Durban, deja abierto si será “un protocolo, instrumento legal o un resultado acordado dentro de la Convención con fuerza legal”, pero sí marca que debe haber un borrador en mayo de 2015 para aprobarlo en París a final de ese año.
En la prórroga de Kioto, mantiene el aire caliente vigente –como exigía Polonia- pero impone restricciones a su uso, en la línea de lo acordado en la UE.
“El paquete de acuerdos es muy escueto. Puede que no tenga nada que irrite tanto como para que alguien lo vete, pero hay una línea muy fina entre ser delgado y anoréxico, y la estamos rozando”, comentó un negociador en los pasillos a la espera del plenario final, que puede durar horas y en la que cualquiera puede aún vetar el borrador.
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