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Tanto patentas, tanto vales

El reciente juicio entre Apple y Samsung pone de relieve los conflictos de la propiedad industrial La patente nació para proteger la invención; ahora se cuestiona si frena el desarrollo tecnológico

El invento de la web no fue patentado. A ello se refería un mensaje que se lanzó durante la apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012: “This is for everyone” (esto es para todo el mundo).
El invento de la web no fue patentado. A ello se refería un mensaje que se lanzó durante la apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012: “This is for everyone” (esto es para todo el mundo).XINHUA (CORDON PRESS)

This is for everyone. Un gran letrero luminoso recorría las gradas del estadio olímpico de Londres en la ceremonia inaugural de los Juegos. Su traducción: “Esto es para todo el mundo”. “Esto” era Internet y el mensaje lo estaba escribiendo allí mismo Tim Berners-Lee, el creador del mayor invento desde el nacimiento de la imprenta de Gutenberg, la World Wide Web. Ambos tienen algo en común: nunca fueron patentados.

Apple ha patentado la ampliación de imágenes y textos en la pantalla del iPhone, por ejemplo. Otros, la capacidad de comprar en Internet con un único clic (Amazon). La vorágine de patentes en Estados Unidos, el aluvión de litigios judiciales cruzados entre las tecnológicas y las diferentes legislaciones nacionales cuestionan, al margen del fondo económico, si el sistema de registro más que alentar la innovación, la frenan.

“Es una cuestión de equilibrio. El sistema es necesario para garantizar la inversión, pero también hay una sobreprotección contraproducente que la frena”, opina Florian Mueller, experto en patentes. El autor del blog FOSS Patents añade: “Si protege realmente un gran avance tecnológico, especialmente si su desarrollo fue costoso, sirve para su objetivo principal, aunque el titular deba acudir a los tribunales para defenderse”.

La renovación del ‘software’ es más veloz que los abogados litigando

Mario Pomares, del bufete Berenguer-Pomares, coincide: “El sistema pretende garantizar la innovación. En la práctica, se abusa y el objetivo se pierde. Además, muchas empresas lo practican para impedir que otros vendan, lo que se denomina en inglés patent trolls”.

El problema es acuciante en sectores de vanguardia como la tecnología y el software, cuyo ritmo de renovación incluso va más veloz que el de los abogados litigando. Cuando la sentencia del caso entre Apple y Samsung sea firme —un jurado popular estadounidense condenó a la surcoreana por vulnerar a sabiendas tres patentes de software y tres diseños industriales de la californiana— los aparatos cuestionados no estarán a la venta por viejos. Eso si no se invalida el fallo, porque Samsung recurrirá.

La patente es un derecho territorial limitado —unos 20 años— que protege la invención. Se concede un monopolio al inventor, que tiene derecho a excluir a los competidores, cuando su creación cumple tres requisitos: novedad mundial, actividad inventiva (no ser obvia) y tener aplicación industrial. Si quiere estar protegido en varios países, deberá obtenerla en cada uno de ellos.

“Saber si algo ha sido publicado antes es dificilísimo”, lamenta un experto

Varios expertos, incluido un juez federal estadounidense, aseguran que el sistema norteamericano no funciona, al validar patentes obvias o sin originalidad, lo que incrementa los litigios. La mayoría de los pleitos en el sector son por patentes de software: la invención donde la maquinaria mencionada (hardware) no es nueva cuando se presenta la solicitud. Es decir, solo son innovaciones en la programación. También ocurre en la mayoría de patentes de comunicación sobre estándares como el 3G. “En realidad, hay pocos litigios por hardware. Por ejemplo, Nokia reclama a Blackberry por una patente de antena y Apple atesora otra por el hardware multitáctil”, dice Mueller.

En Europa, aunque la Eurocámara frenó las patentes de programación, protegida por el derecho de autor, la Oficina Europea con sede en Múnich (Alemania) las concede bajo el eufemismo de invenciones implementadas por ordenador. Es decir, “estas patentes cubren casi cualquier cosa que haga cualquier aparato con ordenador, que es casi todo hoy en día”, explica Jesús González-Barahona, profesor de telemática de la Universidad Rey Juan Carlos. Más trabajo para los tribunales.

El gran problema, dicen otros expertos, es que hay un único sistema para distintos avances: maquinaria, fármacos, productos químicos, software... y tienen los mismos años de protección, 20 años. En opinión de González-Barahona, “al menos en las industrias de innovación los estudios y la experiencia muestran cómo las patentes dificultan y retardan la innovación. Entre estas, claramente, están las del software, una de las más afectadas negativamente”. Pomares añade: “No es justo que el plazo sea el mismo para todos, porque no todos los sectores tardan lo mismo en poder comercializar el producto y, en consecuencia, en recuperar la inversión. Sin embargo, que sea igual garantiza la seguridad jurídica”.

Otro problema: uno de los requisitos básicos para obtener una patente es que sea una novedad mundial, “pero saber si una invención ha sido publicada anteriormente es dificilísimo. Obliga a analizar todos los documentos de todas las oficinas del mundo y compararlo con la solicitud de patente”, explica Pomares. Como eso es imposible, las oficinas las conceden (cobran por ello), pero solo comprueban que tengan aplicación industrial.

Una vez concedida, el titular tiene el derecho a excluir a terceros de la comercialización. Es el caso de Apple, que quiere impedirle a Samsung la venta de casi una decena móviles en Estados Unidos. Si usted pretende utilizar la innovación de esta u otra patente, deberá esperar a que sea de dominio público o llegar a acuerdos con el titular, lo que se conoce como licencias cruzadas. Es decir, el intercambio de cromos (patentes o dinero).

¿Realmente es una innovación la forma en que se desplazan las páginas en la pantalla del iPhone? “Las patentes multitáctiles de Apple son interesantes, porque hay ideas brillantes detrás”, dice Mueller.

Durante décadas, la industria daba por válido que si desplazas una lista en pantalla y llegas al final, el proceso termine abruptamente. Apple pensó más allá y se dio cuenta de que si se hace con el dedo, no es nada intuitivo que el movimiento se frene. Así que decidieron que el contenido se desplazara hasta que el dedo se parase, generando un rebote a la posición correcta. De esta manera evitas presionar más instintivamente, porque piensa que la máquina no responde a tu gesto.

“Sin duda es una idea brillante, pero no hay ninguna tecnología seria que Apple haya inventado para esto. Las pantallas táctiles existen desde mucho antes del iPhone. Y conseguir que el efecto rebote funcione, solo requiere unas pocas líneas de programación y fórmulas matemáticas simples: sumas y restas. Es decir, el mérito de esta patente está en la psicología de la interfaz de usuario, no en el campo de la tecnología informática. Muchas de las patentes de Apple son así”, concluye Mueller.

Como Apple tiene esto registrado, nadie más puede hacer que la pantalla rebote. “¿Por qué solo ellos?, plantea González-Barahona. “Por el simple hecho de tener una idea novedosa, ya llevan una ventaja competitiva suficiente. No es necesaria una protección más especial. Si quiere seguir siendo el líder, que siga innovando”.

Detrás del registro de patentes no deja de haber negocio y poder, no solo de las empresas en liza, sino también de los países donde residen. Nadie duda de que si el juicio Apple-Samsung, en lugar de en California se hubiera celebrado en Seúl, el resultado hubiera sido distinto (de hecho, un tribunal coreano falló que se copiaban los dos). Y sin irse tan lejos, jueces alemanes han dictado sentencias contradictorias con las de sus colegas holandeses. El viernes se supo que un tribunal de Japón determinó que Samsung no copió una patente de Apple sobre transferencia de contenidos desde ordenadores a teléfonos y tabletas.

El origen de casi todas estas batallas, no hay que olvidarlo, llegan gracias a un invento que vio la luz en 1991, y cuyo autor dijo: “Esto es para todo el mundo”.

¿Patente? ¿Marca? ¿Diseño?

Patente. A cambio de describir la invención, se reconoce el derecho a impedir que un tercero que no tenga el consentimiento del titular explote industrialmente la invención. Dura 20 años. Aunque el sistema es bastante homogéneo en el mundo, la protección es nacional. No hay patentes internacionales. Existe un proyecto de patente unitaria, administrada por la Oficina Europea de Patentes, que protegería en los países de la UE, salvo España e Italia que se autoexcluyen.

Modelo de utilidad. Protege lo mismo que una patente, pero dura 10 años. Es más rápido y barato, pero tiene mayores restricciones respecto a lo que puede ser protegido y distintos requisitos de patentabilidad. La normativa no es homogénea; en España se limita a invenciones mecánicas de "novedad nacional".

Secreto industrial. Información técnica, sustancial y bien identificada, que se mantiene confidencial. Dura lo mismo que el secreto. Complementa a la protección de patente, y a veces es una alternativa recomendable.

Diseño industrial. En EE UU, design patent. Título que protege la forma o apariencia (no la función) del producto industrial tridimensional (modelo industrial) o del bidimensional (dibujo industrial). Dura 25 años. Existe un título comunitario que administra la Oficina de Armonización del Mercado Interior (OAMI) de Alicante.

Marca. Título que protege a un signo susceptible de ser objeto de representación gráfica, que sirve para distinguir en el mercado productos o servicios de una persona, de productos o servicios idénticos o similares de otra persona. Si se usa, puede durar indefinidamente. Existe un título comunitario, administrado por la OAMI.

Derechos de autor. Copyright, en inglés; propiedad intelectual, en español. Conjunto de derechos morales y de derechos de explotación (reproducción, distribución, transformación...) que protegen creaciones originales, expresadas por cualquier medio (obras literarias y artísticas, programas de ordenador, etcétera). No requiere registro. Algunos duran toda la vida del autor y 70 años más.

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