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Matemáticas a la búsqueda del origen del rumor

Un investigador crea un algoritmo capaz de localizar el foco las ideas que corren por Internet

Las sociedades son virales. Mucho antes de que existieran las redes sociales, los chistes, rumores, maledicencias, motes y ocurrencias se propagaban entre la población sin que nadie fuera capaz de localizar a la persona que lo ideó primero. Y si eso era así con el boca a boca, con Internet se ha convertido en un fenómeno imparable. Y digno de investigar. Y eso es lo que ha hecho Pedro Pinto, del Audiovisual Communications Laboratory, hasta encontrar una algoritmo matemático capaz de localizar el foco de cada idea.

El trabajo se basa en localizar a unos cuantos internautas centinelas, y aplica criterios como el tiempo de recepción o la cantidad de personas que están vinculadas a cada uno. Por ejemplo, para saber por qué todos los amigos de uno de repente empiezan a llamarnos Pepe cuando siempre fuimos José —por poner un caso inocuo—, o tacaño cuando siempre pagamos las rondas, basta con fijarse en 15 de nuestros 500 mejores amigos (esos que tenemos dados de alta en Facebook). A partir de ahí, con tomar unos datos de sus cuentas se puede llegar al origen de la maledicencia.

Aplicación sanitaria

Este método para detectar el origen de todo tiene otras aplicaciones. Por ejemplo, sanitarias: “Hemos probado nuestro sistema con datos de una epidemia de cólera en Sudáfrica. Una vez hicimos modelos de la red de aguas, ríos y transportes fuimos capaces de encontrar el pueblo donde se produjo el primer caso, y ello con solo monitorizar a un pequeño número de pueblos”, ha dicho Pinto, que ha publicado su trabajo en Physical Review Letters.

El investigador pone más ejemplos: el ataque con gas sarín en el metro de Tokio en 1995. “Con este método no hace falta poner detectores en todas las estaciones. Con elegir bien dónde se instalan se tendrá información de dónde empieza este suceso”, afirma.

Y sugiere otra: su uso para llegar al núcleo de redes terroristas, que se comunican mediante Internet o llamadas de móvil. Con tener a unos cuantos pinchados se podría llegar hasta el jefe. En el fondo, cualquier sistema de divulgación en red es susceptible de ser descifrado con este algoritmo.

Todo esto está muy bien, claro. Pero yendo al fondo del asunto, lo que nosotros queremos es saber quién difundió el bulo de que éramos unos tacaños.

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