“No quiero que me metan en el armario otra vez”
La presidenta de los gais y lesbianas cree que vuelven malos tiempos para el colectivo
La elección del restaurante es prosaica: “Tiene auténtica comida italiana, es barato y está frente al garaje. Se ha convertido en mi lugar de reuniones”. Boti García Rodrigo empieza a hablar desde la puerta del local. Elegida en abril presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), ya había ocupado la presidencia de Cogam, y ha sido candidata a diputada por IU y, en las últimas elecciones, por Equo. “Nací en Madrid en 1945. Ponlo, que el de la edad es otro armario del que hay que salir”.
Boti —se hace raro llamarla García, con lo que ha luchado por imponer su apodo— alaba cada plato. Nada de esas entrevistas en las que el invitado, por hablar, deja de comer. “Son malos tiempos para la federación”, afirma. Entre sus retos “está el recurso del PP contra el matrimonio igualitario, pero no solo; también está la situación de las transexuales, y los recortes en sanidad, sobre todo en el sida. Y los obispos. No sé por qué, pero siempre se cruza un obispo en mi camino”, bromea sobre el de Alcalá y sus declaraciones homófobas.
Durante las fotos, Boti mezcla retranca y firmeza. “En esa postura no, que es muy marica”, le dice al fotógrafo. “Yo soy muy lesbiana”. Eso sí, una lesbiana “hija de su época, criada en un colegio de monjas”. “Siempre tuve pluma. Pero no supe que lo mío se llamaba ser lesbiana hasta la universidad. Por eso digo que soy una activista tardía, pero muy intensa”.
Gais y lesbianas somos muy familiares porque es algo que se nos ha negado
Un activismo que le ha tocado por todas partes. Boti está divorciada de
Beatriz Gimeno, expresidenta de la FELGTB. “Me alegra poderlo decir, porque quiere decir que pude casarme. Como cualquier otra. Además, mantenemos una relación excelente”, dice. Eso sí, admite que la soledad le pesa. “No pienso mucho en el futuro. No tengo hermanos, y la familia me encanta. Yo creo que las lesbianas y gais somos muy familiares porque es algo que siempre se nos ha negado. La pena es que muchos, cuando nos hacemos mayores, tenemos que acabar en residencias. Y yo no quiero que me metan en el armario otra vez. Así que pediré a alguien que me inyecte aire en la vena”, dice con algo que, en ella, se asemeja a la calma.
De vuelta al relato, Boti afirma que se presentó a presidenta porque era conocida. El camarero es la prueba: “Perdone, pero su cara me suena”, interrumpe. Tras las presentaciones, el hombre ve una esperanza. “Mi mejor amiga es transexual, está ilegal y tiene VIH. Le han dicho que se va a quedar sin pastillas. ¿Qué puede hacer?”.
“¿Ves?, el Gobierno ha creado un problema donde no lo había”, dice Boti. “Las transexuales fueron la avanzadilla, las que primero rompieron los armarios. Ellas encabezaron las revueltas de Stonewall, las primeras manifestaciones del Orgullo”. Esta reflexión le lleva a su disputa actual con el Ayuntamiento de Madrid por la celebración de este año. “Vamos a combatir por cada plaza. Para muchos gais y lesbianas, el Orgullo es la única semana en que pueden ser felices. Se lo debemos”.
Come la manzana asada con la misma energía con la que habla. Solo duda en ese momento. “Quizá tenía que haber pedido la pannacotta”. Al dejar la mesa, hace una última confesión: “Y ahora, a ver Amar en tiempos revueltos. Me deja como nueva”.
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