_
_
_
_

Medio desnudas para protestar en Tierra Santa

Marcha de mujeres en Jerusalén para reivindicar su derecho a vestir como quieran

Ana Carbajosa
Marcha de mujeres en Jerusalén para reinvidicar el derecho a vestirse como quieran.
Marcha de mujeres en Jerusalén para reinvidicar el derecho a vestirse como quieran.GALI TIBBON (AFP)

Si en cualquier ciudad occidental participar en una slutwalk es una acción de lucha por los derechos de las mujeres reivindicativa más, en Tierra Santa es casi un acto revolucionario. Este viernes al mediodía, una slutwalk, las marchas de mujeres que defienden el derecho a vestirse como les dé la gana sin que eso suponga un atenuante para potenciales agresores, ha desembarcado en Jerusalén. Poco antes del inicio del shabat, el día de descanso de los judíos, decenas de mujeres han recorrido la ciudad, ligeras de ropa, al son de: “No quiere decir no. ¿Qué parte de la palabra no has entendido?”.

Desfilar por la ciudad santa medio desnuda y a grito pelado requiere, para empezar, una potente presencia policial. “Tememos que alguien quiera agredirlas”, aclara uno de los policías que escolta la marcha, con el dedo en el gatillo de su M-16. Las autoridades municipales son conscientes de la tensión que se respira entre los sectores religiosos y los laicos en Jerusalén Oeste, y que con cierta frecuencia terminan en enfrentamientos.

Que vivan como
quieran, pero que no
nos digan a nosotras
cómo tenemos que vivir"

En los últimos años se ha disparado el número de judíos ultraortodoxos –conocidos como haredim- en la ciudad, debido principalmente al altísimo índice de natalidad de este colectivo, donde las familias tienen una media de siete hijos. Son más, y también más asertivos, lo que les lleva a imponer sus leyes del recato en buena parte de la ciudad, donde las mujeres deben vestir como ellos digan. Es decir, nada de escotes, pantalones o camisetas sin mangas.

“Que vivan como quieran, pero que no nos digan a nosotras cómo tenemos que vivir. Yo no quiero que Jerusalén acabe convertido en Irán o Arabia Saudí”, dice Sarit Hashkes, una joven de 28 años que ha acudido a la marcha con un pantalón cortísimo y con una pegatina pegada en el pecho a modo de biquini. Hashkes, que hace cuatro meses abandonó su puesto de policía tras ser agredida en un barrio ultraortodoxo, se queja de la educación que reciben en las escuelas religiosas los haredim. “Nada de inglés, nada de matemáticas y, por supuesto, ni hablar de derechos de la mujer”.

“Así iba vestida cuando me tiraron piedras”, reza el cartel de otra de las participantes de la marcha, que lleva puesta una camiseta blanca con cuello de pico y unos pantalones bombachos granates anchos, que le llegan hasta los tobillos. El lanzamiento de piedras y sobre todo los escupitajos son el medio favorito de los ultraortodoxos para expresar su desaprobación frente a las mujeres que consideran de mal vivir.

Tenemos derecho a vestirnos como queramos sin miedo
a que nos ataquen"

“Esta ciudad se vuelve conservadora a marchas forzadas”, sostiene Tal Gilboa, una joven jerosolimitana que estudia bellas artes y que hoy ha venido vestida de morado para expresar su feminismo. “Tenemos que tener derecho a vestirnos como queramos sin miedo a que nos ataquen”, añade.

Las slutwalk son un tipo de protestas que se repiten en multitud de ciudades del mundo y que nacieron hace un año en Toronto, en respuesta a las declaraciones de un policía que dijo que las mujeres no debían vestirse como sluts –algo así como fulana en inglés- para evitar ataques. En Jerusalén, donde las agresiones e insultos a mujeres suceden con cierta frecuencia, estas marchas cobran especial significado.

A medida que la marcha avanza por el centro de la ciudad, los agentes de policía van alejando a cualquier hombre con aspecto de religioso que quiera acercarse. Por un día, parecen haberse invertido los papeles y son ellos, y no las mujeres, los sospechosos. Apenas uno, medio despistado, consigue aproximarse. Se llama David Micha y dice que “vestirse así es antijudío. Esto es un problema, una provocación”, dice este religioso tocado con una kipá.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_