Cameron llega al fondo (y vuelve)
El cineasta alcanza las profundidades de Las Marianas en su viaje en solitario al abismo marino
Ha ido y ha vuelto. James Cameron no es ya solamente el hombre que reflotó cinematográficamente al Titanic devolviéndonos la postrera singladura del trasatlántico envuelta en romanticismo y música de Celine Dion sino el único ser humano que ha descendido en solitario a lo mas hondo del Océano: un abismo de casi 11 kilómetros que constituye el lugar más profundo de nuestro planeta.
Obsesionado con el mar desde niño, Cameron, de 57 años, ha desarrollado una carrera como oceanógrafo y submarinista paralela a la de cineasta, con puntos de encuentro entre ambas como Titanic, Abyss o los numerosos documentales sobre temas marinos que han salido de sus manos. Ha realizado 72 inmersiones, 52 en el Titanic.
Hombre de carácter (no siempre fácil) indudablemente valeroso y en forma, Cameron es no solo el piloto del revolucionario sumergible en el que se ha zambullido en las cimas marinas (y marianas), sino ¡su inventor! Efectivamente, él mismo ha diseñado el notable cacharro en el que ha vivido esta gran aventura.
Cameron ha emergido hoy en medio del Pacífico flotando como un corcho su minisubmarino en el gran manto de las olas a 500 kilómetros de Guam tras haber alcanzado en la denominada Profundidad Challenger (por el barco que las sondeó por primera vez) los 10.898 metros, a las 07.52 horas. No es un récord absoluto. En 1960 Jacques Piccard y Don Walsh, sus dos únicos predecesores en el abismo, llegaron a 10.916 metros en las mismas Marianas. Pero en aquel histórico viaje del batiscafo Trieste eran dos los tripulantes (no es lo mismo tirarte al abismo acompañado), mientras que Cameron ha tenido los redaños de sumergirse solo. Y Piccard y Walsh estuvieron apenas 20 minutos en el fondo mientras que el cineasta en su avatar de Nemo ha permanecido “varias horas”, según una nota de la expedición.
Es oír eso de “varias horas” y echarse uno a temblar. ¿Qué debe sentir alguien allí abajo en un abismo que puede tragarse el Everest (8.850 metros), solo como no ha estado nunca ningún ser humano, lejos de toda tierra, de toda luz, sin más compañía que criaturas que hacen parecer familiares a los más extravagantes alienígenas? (en eso el director de Avatar tiene un punto). Cameron alcanzó su profundidad máxima hoy de madrugada mientras aquí soñábamos y quizá algunos sufríamos pesadillas. Había descendido en su “torpedo vertical” a toda castaña y el ascenso, en 70 minutos, fue más rápido de lo previsto. En superficie lo divisó un helicóptero de apoyo y el sumergible fue recuperado mediante una grúa por el barco nodriza.
Abajo en la fosa la oscuridad es absoluta y las condiciones tan inhumanas como en otro planeta. La presión es mil veces superior a la del nivel del mar, de ocho toneladas por centímetro cuadrado, lo que equivale a que te pongan sobre la espalda varios aviones Jumbo. La vida en esas profundidades está condicionada, como se ve, por aplastantes limitaciones y las criaturas que se han podido identificar allí son realmente raras y me quedo corto. Precisamente uno de los propósitos del viaje de Cameron era recolectar muestras de organismos y a tal efecto su minisub iba provisto de una especie de aspirador para chuparlos. El vehículo iba equipado de diversos mecanismos para medir temperatura, presión y salinidad, y recoger otras muestras. Cameron, por supuesto, se ha dedicado también a tomar imágenes de ese mundo fantasmagórico que se convertirán en un documental.
Los resultados científicos del proyecto, que se realiza en colaboración con National Geographic (del que Cameron es explorador residente) y Rolex, se darán a conocer próximamente. De momento solo podemos especular con lo que Cameron puede haber visto allá abajo. En el proyecto colabora un astrobiólogo de la NASA. Walsh, que tras la muerte de Piccard era el único hombre que conocía el mayor abismo marino, ha felicitado a Cameron: “bienvenido al club”.
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