Peter Goodwin, médico que abrió el camino al final digno
Luchó hasta conseguir la primera ley en EE UU de suicidio asistido
El doctor Peter Goodwin consiguió, tras años de lucha, que se promulgara en Oregón una de las dos únicas leyes que en Estados Unidos permiten a los enfermos terminales poner fin a su vida. Héroe para el movimiento a favor de la llamada muerte digna, murió el pasado 11 de marzo en su casa de Portland, y lo hizo como quiso que otros antes que él murieran, mediante el suicidio asistido.
Goodwin, además, ejecutó esta técnica paliativa con tres pacientes a lo largo de su carrera profesional. Falleció en menos de 30 minutos tras la ingesta de un barbitúrico de acción rápida, según explicó, tras el anuncio de la noticia, un portavoz de Compasión y Opciones, grupo sin ánimo de lucro de Portland (Oregón) en defensa de la muerte digna. Contaba con 83 años.
Goodwin fue diagnosticado en 2006 de una enfermedad incurable, similar al párkinson, que le causó demencia y pérdida gradual de movimiento. El pasado enero, los médicos le comunicaron que tan solo le quedaban seis meses de vida. “No quiero dejar este mundo con dolor. Quiero decir adiós a los míos con dignidad, facultad que me gustaría conservar hasta el último segundo”, aseguró unos meses antes de saber que padecía esta dolencia en una entrevista concedida al periódico The Oregonian.
En el año 1970, un paciente con cáncer terminal de huesos visitó a Goodwin. Sufría unos dolores insoportables y no entendía por qué tenía que prolongar su agonía. El enfermo solicitaba fármacos para acortar su vida, petición que planteó a Goodwin un dilema ético. Si accedía, podía ser acusado de homicidio, y si se negaba, estaba dando la espalda a un hombre moribundo. “Fue como si alguien se presentara ante mí con una enfermedad que no conociera y, por tanto, no contara con recursos para ayudarle”, explicó Goodwin en el diario Anchorage Daily News en 1995. “Recuerdo ese día con una desolación absoluta, no podía hacer nada”, añadió.
Goodwin creía que los médicos tradicionales no habían sido educados para escuchar y entender lo que sucedía en la mente de un enfermo terminal y que, debido a ello, muchas veces tomaban decisiones arbitrarias. “Los pacientes merecían más poder, el poder de decidir”, aseguró el pasado febrero en el diario The Oregonian.
Este médico luchó buena parte de su vida por conseguir implantar una Ley de Muerte Digna en Oregón, norma que finalmente salió adelante en 1997, tras un debate social intenso entre los que defendían los derechos de los pacientes y grupos religiosos. Gracias a esta ley, la primera del país, los facultativos en este Estado pueden ahora recetar fármacos para acelerar el fallecimiento de los enfermos con un pronóstico de vida máximo de seis meses.
La ley, además, sostiene que la persona debe ser capaz de ingerir los medicamentos sin ayuda externa. Cuatro días antes de su muerte, Goodwin declaró a la revista Time que su equilibrio se había alterado, su mano derecha había perdido todas sus funciones y la izquierda estaba bastante débil. Tenía poco tiempo para actuar.
Tras comunicar su muerte, Barbara Coombs, presidenta de la organización Compasión y Opciones, declaró: “Tuve el honor de llamar a Peter amigo. El Estado de Oregón, la medicina y el mundo han perdido un gran líder”.
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