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Inspiración para abrir los ojos

El centro malagueño La Algaba difunde la naturaleza junto a la arqueología y especies en peligro de extinción

"¿Qué vendemos? Conocimiento", se responde María Sánchez, alma de La Algaba. Pero la sabiduría es solo el tronco de este centro que rebosa naturaleza ubicado a las afueras de Ronda (Málaga). Las ramas de este experimento excepcional (visitar especies en peligro de extinción, construir herramientas en un poblado prehistórico, 200 hectáreas de monte mediterráneo y un largo etcétera) conforman un entorno que todo tipo de grupos eligen para debatir sus ideas en un ambiente inspirador: especialistas en hormigas, apasionados de las setas, economistas ecológicos, investigadores de incendios, veterinarios, arqueólogos...

La Algaba condensa tal multitud de vertientes y líneas de investigación que es difícil creer que Sánchez, antropóloga especializada en ecología humana, pueda atender tantos frentes. Es cierto que la arropan otras dos mujeres que trabajan para la cooperativa y su pareja, Juan Terroba, un ecologista que te atraviesa con mirada franca para explicar los secretos de un éxito silencioso, progresivo y muy trabajado desde que el proyecto nació en 2005.

El proyecto condensa la educación ambiental, la agroecología y la arqueología. Y recuperar razas autóctonas domésticas
La estrella que acumula más elogios de La Algaba es un poblado con 15 chozas para revivir el Neolítico
La finca alberga asimismo un observatorio ornitológico y un área de geología

Durante tres años biólogos, sociólogos, geólogos, arqueólogos y pedagogos investigaron al alimón y pergeñaron una idea que condensara la educación ambiental, la agroecología y la arqueología. Las buenas intenciones se transformaron en realidad a medida que desbrozaban la finca y tendían alianzas con universidades, centros de investigación y todo tipo de empresas. Y ahora el fruto más maduro es la difusión de la naturaleza y el ámbito rural, pero también campamentos bilingües para aprender inglés. "Algunos niños de ciudades descubren que una vaca no es de color lila porque solo han visto la del chocolate en la tele", explica divertida la pedagoga Francisca Pereña, que atiende a grupos de escolares, universitarios investigadores y curiosos de todas las edades.

Un empeño fundamental de La Algaba es reivindicar el patrimonio genético, y para ello han recuperado razas ganaderas en peligro de extinción como la pajuna y la cárdena. A esta última pertenece Antoñito, un toro de cuernos infinitos que ronda los 1.000 kilos de peso y que vive en libertad junto a tres hembras. "Todo el mundo está concienciado con el lince y el lobo, pero casi nadie sabe que razas autóctonas domésticas están en peor situación", ilustra Terroba. Otras especies refugiadas en la finca son la oveja merina grazalemeña, el burro andaluz, la gallina utrerana (con plumajes azules o negros) y el cerdo rubio gaditano, la última reliquia por la que han apostado en colaboración con la Universidad de Córdoba y la Diputación de Cádiz.

Sin embargo, la estrella que acumula más elogios de La Algaba es un poblado con 15 chozas para revivir el Neolítico desde la arqueología experimental, una rama que investiga el pasado a partir de la recreación de utensilios y formas de vida prehistóricas. Las chozas están levantadas con madera de encina, zócalo de piedra, retama y cuerdas de esparto. "No es un centro de interpretación al uso. Aquí unimos ciencia y difusión para poder palpar, fabricar herramientas cortantes como una punta de flecha. O coger tu molino y comprobar cómo haces tu propia harina con los granos de cereal", detalla Sánchez, que colabora con arqueólogos franceses, daneses y de la Universidad de Granada.

El poblado despierta la curiosidad por el silencio sepulcral que solo rompe el tallado de instrumentos de sílex y el canto de las aves. "La unión de naturaleza y arqueología está muy bien conseguida", elogia el exministro Manuel Pimentel, fundador de la asociación de criadores de ganado pajuno junto a Terroba.

La finca alberga asimismo un observatorio ornitológico y un área de geología, que explica por qué la Serranía de Ronda conserva el mayor afloramiento del planeta de rocas peridotitas. Desde los orígenes del periodo paleozoico (hace 500 millones de años) hasta las recientes exploraciones en la sima GESM, una impresionante cavidad de 1.100 metros. "La gente nunca le ha dado valor a los pedruscos. Cuando lo tienes tan a mano no lo valoras", dice Terroba.

Francisco Moreno, arqueólogo autodidacta, bromea y le busca las cosquillas al centro: "¿Una pega? Pues que está al sur del sur. Si La Algaba estuviera junto a Atapuerca, cada mes acudirían miles de estudiantes".

La antropóloga María Sánchez y el ecologista Juan Terroba, promotores del centro, posan ante el poblado neolítico compuesto por 15 chozas.
La antropóloga María Sánchez y el ecologista Juan Terroba, promotores del centro, posan ante el poblado neolítico compuesto por 15 chozas.JULIÁN ROJAS

28 millones de indemnización por defender el paisaje

"Fueron a machacarnos. Y a machacarnos socialmente. La prensa decía que el responsable de Ecologistas en Acción era denunciado por talar 300 encinas. Trataron de desprestigiarnos y el sambenito permanece un tiempo". Juan Terroba, responsable de La Algaba, rememora el acoso que sufrió por denunciar la agresión al paisaje que supone un complejo ilegal de 800 chalés proyectado en un área protegida de la Serranía de Ronda. La pesadilla acabó el año pasado.

El aluvión de 25 denuncias que interpusieron los promotores del complejo Los Merinos por malversación, injurias y falsedad documental, entre otros delitos inventados, según determinaron los jueces, incluyó la friolera de 28 millones en indemnizaciones. La querella más llamativa fue interpuesta contra tres extranjeros, entre ellos Alastair Boyd, fallecido escritor y padrastro del reputado autor británico Martin Amis por decir frases como esta: "La plaga de edificios en áreas forestales y protegidas está amenazando el interés a largo plazo de la región". La odisea incluyó detectives que hurgaron en la vida de los que combatían la lacra del ladrillo. Ahora los magistrados instruyen las querellas por denuncias falsas que interpusieron los ecologistas.

El Ayuntamiento dio la espalda tanto a Terroba como a Francisco Moreno, ambos policías locales exmiembros de la patrulla verde, pese a su condición de funcionarios. El Consistorio les ofreció los mismos abogados contratados por los promotores. La explicación llegó el pasado septiembre, cuando la policía detuvo al exacalde socialista Antonio Marín, tres concejales y dos promotores por delitos de blanqueo, cohecho e irregularidades en los permisos de diversas urbanizaciones.

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