De tal palo tal astilla
La clonación de árboles singulares permite conservar su valioso material genético, pero también se utiliza para averiguar las claves de enfermedades que diezman algunas especies
Si un árbol ha llegado a ser centenario y ha sobrevivido a plagas y otras dificultades mejor que sus congéneres por algo será. Eso piensan en el Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural y Alimentario (IMIDRA), que depende de la Comunidad de Madrid. En sus instalaciones en El Encín (Alcalá de Henares) un grupo de investigadores clonan árboles singulares para obtener ejemplares idénticos y perpetuar esa valiosa información genética. "Las aplicaciones de la clonación de especies vegetales van más allá de las históricas y ornamentales", explica Mariano Toribio, director del proyecto. No solo obtienen clones de árboles monumentales, sino de otros más humildes con el objetivo de hacerlos más resistentes o apropiados para la replantación, la explotación forestal o, incluso, para la obtención de nuevos fármacos.
Esta técnica permite experimentar sin riesgo sobre ejemplares idénticos a los que existen en la naturaleza
Hay especies que están en claro retroceso como el tejo, el alcornoque o el olmo. Este último está desapareciendo en Europa por culpa de la grafiosis, enfermedad producida por un hongo que mata al árbol. Sin embargo, algunos parecen inmunes. Para averiguar si sus características les hacen resistentes a la enfermedad o es que esta aún no les ha alcanzado, el equipo de Toribio utiliza la clonación. "No es cuestión de inocular el hongo a un ejemplar centenario y sano, por eso utilizamos clones de ese árbol y ensayamos sobre ellos los efectos de la plaga". El proceso no es fácil. Es una conjunción de tenacidad, meticulosidad y paciencia.
Una de las formas de propagación natural de los vegetales es mediante brotes de raíz o esquejes, lo que da lugar a descendientes genéticamente idénticos. Este sistema no es viable en algunas especies o en árboles adultos como los que son objeto de este proyecto. Para salvar esta dificultad, en el IMIDRA se usan varias técnicas. Con los tejos se utilizan pequeños brotes jóvenes, que se introducen en una solución que fomenta el enraizamiento. En dos o tres meses, la planta se pasa a una maceta.
En los olmos la cosa se complica: es necesario el cultivo in vitro. Se utilizan minúsculos tallos de estacas de olmo que, una vez esterilizados, se introducen en dos soluciones distintas. La primera, induce la aparición múltiples brotes, y la segunda, la de las raíces. Así, de un solo tallo, se obtienen muchos ejemplares genéticamente idénticas, que maduran y luego se trasplantan.
La joya de la corona de este proyecto es la clonación de alcornoques a partir de la regeneración embriogénica. Es decir, la obtención de embriones similares a las semillas, pero sin la variación genética que provoca la polinización. "Es como obtener semillas sin bellotas", afirma Toribio, que de esta forma simplifica un proceso complejo en el que se obtienen de una pequeña porción de hoja millones de embriones idénticos gracias a la clonación en laboratorio.
Luego, con alcornoques, olmos y tejos, solo queda esperar. La plantita crece y se fortalece de una forma natural, pero controlada, y tras año y medio aproximadamente está en condiciones de ser trasplantada en un jardín o en un bosque. Será entonces cuando en el caso de los olmos, se les inocule el hongo de la grafiosis y se pueda comprobar si genéticamente es inmune o no a la enfermedad.
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